Mundial Rusia 2018

Neymar, bajo el sol más fuerte

La referencia de la Brasil de Tite, favorita al título, tiene en Rusia la oportunidad de acercar su estatus al de Messi y Ronaldo

Neymar
Alejandro Díaz-Agero

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La dimensión de Neymar (Mogi das Cruzes, 1992) se explica rápidamente a través de una comparación imposible: la que se trunca cada vez que alguien trata de meterlo en algún saco que no sea el que lleva su nombre. Le ocurre lo mismo a Messi. También a Cristiano. Y casi que ya.

Neymar, brasileño de los que crecieron driblando farolas y chutando entre dos piedras, llegó en 2003 al Santos como apuesta para el equipo de fútbol sala. Tardó un suspiro en ser reclamado para el césped. Poco después, en 2005, ya tenía formalizado un contrato con el Real Madrid. El club blanco había aceptado la propuesta de su agente, Wagner Ribeiro, para tenerlo a prueba y calibrar si el fichaje se ajustaba a lo que buscaban. Un par de contactos con la pelota sobraron para dejarlo meridiano. Sobre la mesa, una pxropuesta para pasar cinco años en Valdebebas. El padre del futbolista, aún hoy gran tahúr en lo relativo a los movimientos profesionales de su hijo fuera del campo, estampó su firma, diluida al cabo por un líquido que nunca se supo si goteaba de una inopinada oferta del Santos para mantener a su perla a razón de un millón de reales (400.000 euros) o si, como sostiene Neymar, todo se debió al vértigo que a tan temprana edad sintió al imaginarse con un océano separándolo de su familia.

De su ascensión por los escalones y la jerarquía del Santos apenas quedó una estela. En 2009, el club paulista le hizo contrato profesional y le dio acomodo en 49 partidos. En 2010, el mundo se sabe de memoria el nombre de aquella cresta con mechas que se harta a hacer diabluras ante defensas sin mayor afán que crujirle y el presidente, Marcelo Teixeira, que debe andar presto para exprimir el filón al máximo, lo agasaja con un nuevo contrato en el que se le concede la práctica totalidad de sus boyantes derechos de imagen. En 2011, con el termómetro de las expectativas ardiendo, conduce al Santos a la conquista de la Copa Libertadores, algo que en el graderío que alhienta al conjunto blanquinegro no se veía desde 1963, cuando el ídolo era Pelé.

A finales de ese mismo año firmaría un preacuerdo con el Barcelona, mediante el cual aseguraba a la entidad que presidía Rosell una opción de preferencia para incorporarlo cuando decidiese dar el salto a Europa. Las cifras de aquel movimiento, que terminaría produciéndose en 2013, todavía colean como uno de los fichajes más misteriosos de siempre: las versión de las partes implicadas ha oscilado desde los 40 hasta los 200 millones. Por suerte para todos ellos, Neymar dilapidó aquel runrún con glamurosos fútbol y goles, elemento desatascador de aquella MSN en la que Messi acaparaba piernas por doquier y que se coronó para siempre con el triplete de 2015. El brasileño acumuló rango en Can Barça a medida que soplaba velas hasta que, consciente de que con Messi en la plantilla no le quedaría más responsabilidad que la que se le cayera al "10", envidó todo a los cantos de sirena de París, 222 millones mediante. La cifra, la más alta de la historia, no hacía sino refrendar el propósito de Neymar: ganar a pleno sol, lejos de la sombra de otro gigante. En ello sigue y en Rusia, durante este Mundial y con el histórico espolón del 7-1 en Maracaná, el sol brillará más fuerte que en ninguna otra parte.

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