Mundial Rusia 2018

El técnico peronista

Sampaoli se sobrepone a la críticas para afrontar el reto de hacer campeona a la Argentina de Messi

Portugal - España, sigue el primer partido de la selección española en directo

HUGHES

En un apéndice de “Mis Latidos", la reciente autobiografía de Sampaoli, su jefe de prensa cuenta una anécdota definitiva sobre el técnico: “Estábamos en Rusia y él, que en las giras no sale a pasear, había decidido ir a la Plaza Roja para los 100 años de la Revolución Rusa. Mirábamos el Kremlin, cuando hicimos un silencio consumido por el frío. De pronto, él lanzó: “Para vos, ¿el fútbol se aprende o se comprende?”.

A Jorge Sampaoli, que afronta en el Mundial de Rusia su gran reto, no le abandona la impronta filosófica de quien se ha fabricado el destino.

Criticado por su convocatoria (no está Icardi), por la polémica del amistoso en Israel y hasta por un tuit publicitario, Sampaoli también ha sido víctima de unos rumores sin sustanciar en denuncia acerca de un posible abuso a una empleada del centro de entrenamiento argentino, aunque el gran contratiempo fue la lesión del titular Lanzini, cuyo lugar, definido ya el once en los entrenamientos , será ocupado por Maxi Meza.

De origen humilde, y futbolista sin fortuna (aunque con pelo), Sampaoli llegó a la élite diseñando un camino personal. En su pueblo natal, Casilda, “loco” era el que sobresalía, el distinto.

Entrenando con Lillo, un día les dio por pensar cómo podía encontrarse siempre al jugador libre en el campo. “Constantemente nos fuimos preguntando ¿por qué? Y llegamos a la conclusión de que jugar sin camisetas era lo mejor para que los jugadores aguzaran sus sentidos”. Al principio de su carrera no le importó subirse a un árbol en un entrenamiento.

Sampaoli es ecléctico. Lo mismo lee al filósofo Byung-Chul Han que emula ante el espejo los tonos y pausas de Ricardo Darín, y la inspiración para llevar el grupo no la busca en los gurús futbolísticos al uso, sino en Perón. “El conductor político es un hombre que por reflejo baja lo que el pueblo quiere , recibe la inspiración del pueblo y así tiene la seguridad de que está haciendo lo correcto. En el fútbol es lo mismo”. Ese método del liderazgo populista Sampaoli lo quiere aplicar a su vestuario. Que el jugador obedezca pensando que no lo hace. Cuando empezó a entrenar, salía con su coche de patrulla por la noche para recoger a sus futbolistas.

Sampaoli tiene el cuerpo tatuado de un mafioso ruso y sigue tatuándose las letras de canciones que le marcan. Así las lleva consigo. En sus primeras épocas ponía rock en el vestuario, pero los jugadores lo quitaban para poner cumbia. Tuvo que aceptarlo.

Odia cordialmente el fútbol contemporáneo y para disfrutar se pone partidos de los 70; sostiene que todo está en el ojo, que ve muchos partidos pero poco futbol y que para conocer a un equipo basta mirar a sus centrocampistas. En su opinión el mejor de todos es Busquets, aunque su ideal no es el Barcelona, sino la tradición argentina de los años 30, los Pedernera o Peucelle. En su despacho en Sevilla tenía una foto de “La Máquina” de River y aspira a rescatar la filosofía del juego argentino, del pase corto, del “gambeteo como metáfora de la vida”. Habla de ese estilo argentino como el renovador de un nacionalismo balompédico anterior a Maradona . Pretende “hacer estallar las bases convencionales para que emerja con nuevo aliento el juego pasional que se gestó en el Río de la Plata”.

La Argentina de Messi perdió en América contra su Chile y la Final del Mundial contra Alemania, no por fútbol, considera, sino por la mayor frialdad europea. “Ya no gana el que mejor juega, sino el que tiene menos miedo”. Y ese es su plan para la albiceleste: liberarla del miedo.

El técnico peronista

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