Rusia 2018
Fado triste en las calles de Lisboa
La esperanza de repetir el éxito de la Eurocopa se ahoga en medio de la frustración popular en Portugal
Horario y dónde ver España - Rusia en televisión
En directo, sigue el partido España - Rusia en vivo
La eliminación de Leo Messi subió de tono las expectativas del Uruguay-Portugal y miles de lisboetas no quisieron perderse el decisivo partido ante la enorme pantalla instalada en el rincón del Mundial que inunda el Terreiro do Paço.
Se palpaba en la calle la ambición mostrada por el propio presidente del país vecino, Marcelo Rebelo de Sousa, respecto a los objetivos más altos de la selección de Fernando Santos.
No era para menos: estaba en juego el orgullo nacional, que arrancó precisamente cuando el equipo rojiverde dejó a Francia a las puertas de una gloria reservada para los herederos del añorado Eusebio, el líder de aquel combinado que desafiaba a la dictadura de Salazar con su fantasía.
Por eso, no cabía un alfiler en la mastodóntica Plaza del Comercio, consciente todo el mundo de que aguardaba una cita con la historia y de que echaba a andar el auténtico Mundial, ese que ya no está pendiente de los puntos o la especulación sino de las eliminatorias puras y duras.
La mayoría aplastante de portugueses dejaba en anecdótica la presencia testimonial de algunos aficionados uruguayos, deseosos de que Cristiano Ronaldo no tuviera su tarde.
El jugador estrella del Real Madrid iluminaba el camino luso con su simple silueta, para servir de faro al que agarrarse ante dos temibles duetos en el cuadro sudamericano: los centrales Godín y Giménez, del Atlético de Madrid, garantes de la magia de Luis Suárez y Edinson Cavani en la punta de ataque. Cuando este último marcó pronto el 1-0, la capital portuguesa enmudeció, como aconteció igualmente con su segundo golazo.
Atrás quedaba el griterío ensordecedor a orillas de la desembocadura del río Tajo en el Océano Atlántico, con los vasos de cerveza rebosantes en plena Baixa lisboeta y un hervidero de fans envueltos en la bandera lusitana.
Podía verse a cuadrillas enteras cantando el himno del país vecino, mientras la selección comandada por Cristiano se sumergía en estos emocionantes Octavos de Final, sin margen de error y con muchas ganas de que ‘su’ icono madeirense pudiera enfilar su senda hacia el sexto Balón de Oro.
No pudo ser, y la frustración se hizo dueña de los alrededores de Cais do Sodré, con los ecos de los históricos navegantes que esparcían la melancolía allende los mares.
El ambiente de las grandes ocasiones se enseñoreó de la tradicional cuna del fado, transmutada en ciudad hedonista donde hasta Madonna se contagia de la alegría popular, debido al ‘efecto dominó’ generado por su hijo desde que milita en la Academia del Benfica.
Pero los temores se fueron confirmando a medida que transcurría el tiempo y la esperanza se ahogaba en un trago de ‘ginja’, ese licor de cereza que es toda una seña de identidad lusa.
Sol y pantalones cortos. Brisa del Atlántico y ambiente que se pegaba de bruces contra el poderío defensivo de una selección al estilo aguerrido del Atlético y con un contraataque de nivel. Las espadas estaban en alto y la locura solo necesitaba de pequeños empujones para desatarse. Sin embargo, permaneció encerrada en la jaula de la contención sin capacidad de ensanche.
A escasos metros del Hotel Pestana CR7, consagrado a rendir culto al admirado capitán, sus devotos inundaban la explanada con camisetas a él dedicadas. En el mismo espacio que acogió el EuroVillage hace menos de dos meses, una extensa alfombra de césped artificial revivía la tensión del estadio ruso de Sochi.
Se las prometían muy felices los portugueses, en vista de que el título conquistado en París les dio alas y les llevó a creer en sí mismos con más fuerza que nunca. El fado, no obstante, se perpetúa cuando menos se le espera, como así sucedió.
Decenas de jóvenes se desgañitaban a lo largo de las cuestas de la ‘ciudad blanca’, sin perder detalle y con ganas de que la velada pudiera transcurrir con un caminar ascendente que terminó en el extremo contrario.