Bélgica gobierna en el final de la Eurocopa en Sevilla
Los hinchas belgas y portugueses pusieron el color y la diversión en la ciudad hispalense
Apenas faltaban unos minutos para las 23.00 horas cuando sonó por última vez en La Cartuja «We are the people» , la canción oficial de la Eurocopa. Mientras los periodistas se afanaban en escribir sus últimas líneas, algunos técnicos examinaban el afamado césped y los aficionados más rezagados abandonaban lentamente el estadio, cierto desconsuelo recorrió los asientos vacíos de un esqueleto. Cuando Bono, U2, canta, la sensibilidad siempre aumenta. Así fue, el preludio de un final en el sur de Europa. Las luces empezaron a apagarse en Sevilla. Y del bullicio de días pasados con los miles de aficionados de España, Suecia, Polonia, Eslovaquia, Portugal y Bélgica se pasó al absoluto silencio. De repente, la Eurocopa en Sevilla fue pasado. Un recuerdo. Después de 13 días de ilusiones y un ritmo frenético de trabajo para que todo saliera bien, el fútbol de selecciones dijo adiós a la ciudad hispalense, momento para reconocer, aún con los errores que pudiera haber, lo bueno y positivo que le supuso a Sevilla tantas visitas durante estos días.
Hoy, con miles de portugueses por las calles céntricas, Sevilla fue un poquito cidade (ciudad) del país luso. Aunque los belgas trataban de hacerse sentir, los «vecinos», más numerosos y ruidosos, comenzaron la fiesta muy pronto. A la hora del desayuno ya había quienes cantaban con una cerveza en la mano. Justo al lado de la Catedral de Sevilla, en un conocido bar, varios hinchas trataban descaradamente de convencer a los camareros para que les encontraran lo más preciado: « ¿Tem cerveja sagres? (¿tiene cerveza sagres?)». Julio, dentro de la barra, apenas era capaz de apuntar que la «Cruzcampo está buena, buena». Así siguió la fiesta, entre el desconcierto y la ilusión de los hinchas por ver a su selección en los octavos de final de la Eurocopa. En el camino al estadio, la pasión aumentó. Muchísimas familias, algunas con niños pequeños, se acercaron a La Cartuja mayormente en taxi, si bien también hubo algunos valientes que recorrieron varios kilómetros andando y pleiteando con el sol.
Las camisetas con el nombre de Cristiano Ronaldo empezaron a ser infinitas. Sin embargo, sería Hazard, venido a más en la Eurocopa, el que se llevaría los elogios tras marcar el único gol del encuentro. En el considerado para muchos mejor duelo de los octavos de final de la Eurocopa, la emoción no dejó nunca de percibirse en el estadio de la Cartuja. Los arreones finales de Portugal, sobre todo, generados por jugadores a priori con menos determinación, caso de Raphael Guerreiro, que llegó a tirar al palo, provocaron que el encuentro fuera mirado por lupa desde todos los ángulos, para bien de Sevilla. Y para el estadio de la Cartuja, presentado al mundo con acontecimientos de primera línea internacional.