Xherdan Shaqiri devora su vida deportiva a la misma velocidad que encara a las defensa rivales. Este media punta suizo, que milita en el Stoke City, está acostumbrado a vivir deprisa. A sus 25 años, Shaqiri ha jugado en su país de adopción, en Alemania, en Italia y ahora en Inglaterra. Y por supuesto, en Suiza. A pesar de su juventud, ha sido calificado por algunos como el mejor jugador de la historia de la selección suiza. Ha vivido dos mundiales y se dispone a líder a su país en la cita de Francia.

Shaqiri (Gnjilna, Kosovo, 10/10/1991) es uno de esos futbolistas a los que la apertura suiza les dio la oportunidad de formar uno de los equipos más heterogéneos, en cuanto a procedencia, del mundo. Un crisol de nacionalidades. Bautizado en su día como el Messi de los Alpes, este kosovar con nacionalidad suiza dista mucho del genio rosarino, aunque en el pequeño país centroeuropeo sea idolatrado.

La rapidez marca su vida. Ascendió a la primera plantilla del Basilea con 17 años; con 18 años debutó con la selección suiza; con 21 fichó por el Bayer de Múnich. “Es uno de los talentos más cotizados en Europa”, dijo entonces Christian Nerlinger, exdirector deportivo del Bayern de Munich. En una campaña, la última de Jupp Heynckes, levantó cuatro trofeos, marcó ocho goles y dio trece asistencias. Insuficiente para Pep Guardiola, que le catalogó de “buen suplente” y lo mando cedido al Inter de Milán en enero del 2015. Y de Italia, a Inglaterra previo pago de 18 millones de euros. Se ha convertido en el ídolo del Stoke City, aunque la promesa que se advertía en él no ha mudado aún a estrella.

Shaqiri pertenece a esa raza de media puntas que gustan de avanzar con el balón muy pegado a su bota izquierda. Se mueve con libertad absoluta, aunque si le das a elegir arranca desde la derecha. Por fuera o por dentro. No es zurdo cerrado. En su cabeza convive el toque, el último pase y el gol. Cuando advierte la llegada al área arma su pierna. Y marca. En su debe se le puede achacar el juego aéreo. Carece de remate de cabeza, pero la calidad mental que atesora le convierte en desequilibrante cuando le dan metros. Y con espacios es un jugador, en ocasiones, imparable a sus 25 años.