Rayo Vallecano 1-2 Espanyol

El Espanyol sobrevive en Vallecas y mira con optimismo a la permanencia

Liga Santander | Jornada 35

Los goles de Darder y Melamed, en un partido donde el Rayo fue muy superior, dejan a los de Barcelona a tan solo un punto del Getafe, el equipo que marca la salvación

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Nico Melamed, autor del 1-2 en Vallecas, celebra el gol de la victoria perica EFE

Iván Martín

Madrid

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Comparar el hecho de perder la vida con un partido de fútbol resulta, cuanto menos, atrevido. Pero, aunque el clima exprese con sus inclemencias que es apenas marzo, el mes de mayo ya se acerca a su ocaso y con él, la Liga da sus últimos coletazos. La permanencia está candente y, por tanto, la estabilidad emocional del aficionado en torno a la cosa más importante de las cosas sin importancia que es esto del fútbol se tambalea.

En esta misma tesitura llegaba el Espanyol a Vallecas. Es penúltimo, necesitaba sumar de tres para quedar a un punto de distancia de Valladolid y Getafe, ambos justo por encima en este empresa por la salvación. Los barceloneses aún estaban a tiempo de arreglar el desastre de toda una campaña, pero, sin embargo, pese a tener a su hinchada en un lógico sinvivir, los de Luis García saltaron al césped vallecano con más temor que coraje.

El Rayo, en otra temporada estupenda temporada en casa, bajo el calor de un público que, de nuevo, casi llenó el estadio de la franja mientras aún soñaba con jugar en Conference el próximo año, jugaba a placer con los nervios de un Espanyol al borde del abismo. La afición alternaba al unísono cánticos contra su presidente (el ya clásico 'Presa vete ya') con la ilusión que suscita ver jugar a hombres como Trejo o Isi Palazón, un jugador que, a pesar de haber renovado recientemente, tiene la clase suficiente para jugar en Europa cada curso. Los del barrio del extrarradio madrileño embotellaban al asustado Espanyol; Álvaro y Fran García, eléctricos como acostumbran, estiraban a los visitantes por la izquierda, donde más sufría Óscar Gil; Lejeune buscaba repetitivamente a De Tomás a la espalda de Sergi Gómez... Las ocasiones brillaban aún por su ausencia, pero si alguien se acercaba al gol ese era el equipo de Iraola.

En cambio, a cuenta de la diosa Fortuna o a razón de la bella incertidumbre que suele protagonizar a este deporte, fue el Espanyol quien golpeó primero. Los catalanes apenas habían visitado el marco local (con solo un tímido disparo de Joselu a las manos de Dimitrievski), pero Darder, en el ecuador del primer tiempo, recogió un balón llovido en el el límite del área local para, de primeras, reventar el balón en la esquina izquierda de la meta rayista. Un golazo que despertaba a un equipo que se acercaba a la muerte.

El momentáneo resultado no modificó el guion del encuentro; es más reafirmó el repliegue visitante. El Rayo continuó atacando en oleadas, y, producto de su insistencia, pronto encontró el empate. A cinco minutos del final del primer tiempo, una infantil y clara mano de Gil dentro de su área se convirtió en penalti. Y el delantero que devolvió al Espanyol a Primera hace algunas temporadas, que brilló en Cornellà y que incluso fue internacional tras su rendimiento de blanquiazul, hacía el 1-1. Raúl de Tomás engañó a Dimitrievski, se fundió en un abrazo masivo con los suyos y mandó a la lona a la entidad donde un día fue feliz.

Con el descanso, un diluvio asedió Vallecas. Las gradas fueron testigo de una huida, un éxodo a la carrera que dejó huérfano a un estadio que no tiene sentido sin el componente humano que le habita cada dos domingos. Sin embargo, empezó el segundo tiempo, la lluvia dejó paso al sol y el personal regresó a sus inquietas butacas. El campo de la franja, que tiene vida propia, fue alimentado hacia la combustión con dos ocasiones clarísimas de Comesaña, primero, y de Isi, después; pero ambos, con Pacheco completamente vencido no acertaron en la toma de decisiones.

El Espanyol seguía inexplicablemente con vida y, claro, era más peligroso que nunca. Efectivamente, a la hora de partido, cuando el cuadro sacó un poco de orgullo y aceptó el correcalles que proponía el Rayo, de nuevo Darder, que si el Espanyol se queda en Primera bien merece un busto en el RCDE, estrelló el balón en la cruceta con un bonito disparo de interior; Melamed, rápido, aprovechó el rebote de la madera y, con Dimitrievski en el suelo, selló a placer el 1-2 final. Acto seguido, en una muestra de adolescencia infinita, el mediapunta blanquiazul se encaró con la hinchada local. Pero ni los posteriores insultos a Melamed y a sus familiares, ni los cánticos que deseaban el descenso al Espanyol tuvieron ninguna repercusión en el resultado final. El Espanyol, que incluso rozó el tercero en botas de Puado, sobrevivió a un bombardeo y celebró en comunión (y con éxtasis) en el córner donde se hallaba su pequeña pero ruidosa afición. Porque en un día que pudo confirmar su descenso virtual, los de Barcelona se aferraron a la lucha por la salvación.

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