Copa del Rey
Viaje a Miranda de Ebro, una ciudad volcada con la Copa
Radiografía del Mirandés, modesto club burgalés que se ha convertido en un clásico moderno y fetiche del torneo

Suena el waka-waka de Shakira en el colegio público Príncipe de España de Miranda de Ebro como llamada de vuelta al aula para los chavales que terminan la hora de educación física. Al otro lado del aparcamiento del centro docente se escucha un oooohhhh más proclive a la ilusión que al chasco procedente de un vestuario de futbolistas. Es el estadio de Anduva , recinto ya emblemático tatuado en rojo y negro donde no jugará este curso la pareja de Shakira. El Barcelona, como los otros grandes de la Liga, ha palidecido en la Copa del Rey. Sigue en pie el Mirandés, semifinalista frente a la Real Sociedad y club fetiche de esta competición, vínculo del fútbol con las categorías inferiores donde aún permanece la esencia de este deporte sin tanto artificio pijotero. Es el equipo de los ferroviarios, vestigio de una ciudad de 35.000 habitantes que intenta salir de la crisis.
(Mirandés, algo más que un club)
Se entrena el Mirandés después de eliminar al tercer club de Primera ( Celta, Sevilla y Villarreal ) y en el campo B de Anduva que linda con una carretera que circunvala la ciudad, el polideportivo municipal donde juegan al tenis los jubilados y una antigua fábrica de fibras, los aficionados casi pueden tocar a los futbolistas que corretean por la banda. Están al borde de la raya blanca lateral, casi dentro del campo. Dirige Iraola la sesión y, por encima de sus órdenes, se escuchan los pronósticos y cuitas de los seguidores. «Sería mejor el Granada», «a doble partido, y tal como juega, el peor es la Real Sociedad», «si llegamos a la final de Sevilla, irá mucha gente», «tienes media hora para hacer el enlace al AVE en Madrid», «a Arabia no sé yo, eso queda muy lejos»...
«Y no digáis que el campo de Anduva es pequeño», se dirige un aficionado a los periodistas, en mayor número ayer que de costumbre. «Anduva mide 105x68, es igual que el campo del Villarreal», reprende en buen tono.
El aparcamiento de Anduva que limita con el colegio público desliza otra realidad. No hay tanta modestia como se supone en un club de Segunda que ha navegado habitualmente por Segunda B o Tercera. El parque automovilístico muestra una amplia gama de coches de alta cilindrada, Mercedes, BMW y Audis de última generación por doquier. Bólidos de perfil futbolista cien por cien se mezclan con furgonetas y pequeños utilitarios de padres que acuden al colegio a recoger a la chavalería.
«Tenemos un presupuesto de siete millones y a la parcela deportiva se destinan 4,5 », explica el jefe de prensa del club, Diego Alcalá. «Somos un equipo profesional de Segunda división», añade. El salario mínimo, establecido por convenio en Segunda, es de 77.500 euros anuales, aunque un informe de la Liga presentado el año pasado matiza que el sueldo medio de la categoría de plata asciende a 283.057 euros. El Mirandés , que tiene un presupuesto bajo en su división, se encuentra emplazado en la mitad de la tabla, undécimo.
En las oficinas del centro de la ciudad , el club cuenta con una decena de empleados en plantilla. Dos personas en el departamento de prensa, una en márketing, varias más en contabilidad y administración, dos en la tienda y un director general que aglutina al grupo y reporta directamente al presidente, Alfredo de Miguel , empresario del sector de los seguros.
Viajes en autobús
El Mirandés posee su autobús rotulado en colores rojo y negro que se ha convertido en su segunda casa. Es el habitual medio de desplazamiento para jugar los partidos en estadio ajeno. Son muchas horas de convivencia para futbolistas y empleados en el sinfín de kilómetros que recorren, salvo cuando toca desplazarse a Cádiz o Almería. La ida, en avión, y la vuelta, en el bus.
De Miguel encabeza una entidad que ha lidiado con las sucesivas crisis de una localidad de pasado ferroviario (sus calles, sus bares, sus gentes hacen referencia a ese pasado) y que ha empezado a sacar la cabeza a partir de una iniciativa, Miranda Empresas. «Se trata de vender suelo industrial barato y rebajar los impuestos», explica Roberto Martínez , gerente de la sociedad que luce como publicidad en la camiseta del equipo de fútbol. El cierre de una papelera, de la citada fábrica de fibra acrílica y de una multinacional de componentes transformaron a Miranda en la denominada Detroit de Burgos. Se duplicó el paro, se marcharon las empresas en busca de la cercana fiscalidad del País Vasco, se cerraron comercios y se acentuó la despoblación en el último ramal de la Castilla vaciada antes de cruzar a Álava.
Si hubo crisis en Miranda de Ebro no se refleja en la vida nocturna de una localidad que ha convertido el fútbol y la Copa en su asunto favorito de conversación . En el bar Acero se ofrece un jueves de Copa, pincho y pote a los clientes. Siempre la influencia vasca en la ciudad, solo a 50 minutos del centro de Bilbao. En el restaurante los Ferroviarios los tertulianos se enzarzan en debatir si era mejor o peor el Athletic o la Real Sociedad .
Una pareja de padres del colegio se acerca en el parking común al centrocampista Jon Guridi , cedido por la Real Sociedad al Mirandés. Le recuerda él: «La última vez que vino la Real aquí mordió el polvo». Y apostilla ella ante la mirada sonriente del jugador: «Entonces éramos novios, ¿ya no te acuerdas?».