Liga Santander
El último ridículo
El Betis vence con autoridad a un Madrid calamitoso. Despedida a Keylor del público del Bernabéu
Crónica
En el minuto 77, ya con 0-2, algo ocurrió en el estadio. La grada de animación, que había reaccionado al gol de Jesé acordándose del árbitro, decidió callarse. Se apagó así el sonido ambiente, el hilo musical continuo que ha sido el Bernabéu todo el año. Y de repente se hizo un silencio extraño, impresionante. Un silencio nuevo, hasta cierto punto sorprendente. Se escuchaban algunos silbidos, mínimos, personales, que eran como pajarillos en medio del campo. Ese silencio era el Bernabéu desenchufado de la grada oficial . Y fue incómodo. Del 77 al 90 los aficionados se fueron marchando mudos, tímidamente, cada uno a su ritmo. El estadio era eso, el madridismo era eso. Un silencio dócil, tan acostumbrado al bodrio como el propio equipo, sumiso hasta extremos pornográficos al dominio del Betis.
El Betis fue el último ridículo del Madrid en una temporada que se recordará. Nunca el Madrid había echado un año entero a la basura de esa forma . Tres entrenadores, más de media liga (si no toda) de brazos caídos, y el pecado de vanidad de no haber previsto el enorme agujero que iba a dejar el segundo mejor jugador de su historia.
Ante el Betis se pensaba que iba a haber una despedida, pero ese equipo llevaba despidiéndose todo el año .
Hubo un minuto de silencio por el histórico portero Junquera y el público mostró desde muy pronto su cariño a Keylor . En el equipo salían por vez primera juntos Brahim y Vinicius, como esperanza de fútbol, por fin.
En el minuto 3 el Betis llevaba ya un buen rato tocando. Quería imponer el estilo, el famoso estilo. Y en el Madrid respondía solo Vinicius, que se iba a presionar al portero Pau o buscaba un costa a costa. El fútbol de Vinicius es como un ramalazo del fútbol de Klopp, del Liverpool. Es algo optimista, vertical, a un ritmo más alto .
Pero eso era un futbolista, con la ayuda quizás de Benzema en alguna pare. E l fútbol más sólido era el del Betis . Tuvo unos minutos iniciales realmente bonitos de ver. Alrededor de este asunto de Setién hay ago incomprensible. Una cosa es defender la licitud y pertinencia de un fútbol a lo Mourinho, y otro penalizar o convertir en sospechoso el fútbol de toque. Lo del betis es, objetivamente, buen fútbol . Hay algo racional, construido, coherente, que se disfruta. Algo casi hermoso y sobre todo inteligente que luego acaban o no los futbolistas. Loren no pudo rematar una buena jugada en el 12 y en el 24 falló solo ante Keylor una llegada mal anulada por fuera de juego. ¿Qué culpa tiene Setién de esto?
En el otro lado, el Madrid era incapaz de pasar de medio campo. Llegar a tres cuartos ya era una proeza. Se apagó un poco Vinicius y lo intentó Marcelo. Chutó un tiro patético en el 23 y otro ya serio en el 25. Varane y Llorente sufrían con la presión del Betis. El centro del campo era un ascensor, todos de espaldas y molestos.
Se acaba la temporada como se empezó. ¿A qué juega el Madrid? Ha habido tantas temporadas en una (y a la vez, tan poca temporada en realidad) que ya queda lejanísimo el inicio de Lopetegui, con su intento de jugar un fútbol español, tocado alrededor de Isco. Eso apareció como un espejismo en aquel partido contra la Roma, y se evaporó. Y luego ya no hubo nada hasta que apareció Vinicius, o el agonismo de Reguilón que Solari supo apreciar. Pero el debate en el Madrid sigue pendiente: ¿a qué juega? Y sobre todo, ¿a qué quiere jugar? De eso no se ha hablado ni se hablará ya.
El partido se animó a la altura del minuto 33. Una subida de Varane acabó en un regalo de la defensa del Betis a Benzema, que chutó al palo . En la jugada siguiente, Celso respondió con un control y volea que paró Keylor. Aplausos en la grada. Vida por fin. Aunque el público estaba unidimensional: solo aplaudía a Keylor.
Vinicius demoraba su incógnita con bicicletas. No ha terminado ninguna jugada que hubiera empezado, se las tiene que acabar el árbitro con un penalti, el rival con un autogol o el compañero rematando (pero es difícil que ese compañero sea Benzema), pero dicho todo eso, al menos Vinicius empieza las jugadas. Es el único. Vinicius es siempre el espermatozoide que llegará a la altura del óvulo. Del resto ya se sabe el destino.
Antes del descanso, Undiano se llevó unas protestas. Últimas pitadas a Mallenco se llamaría la novela. En el ambiente había unas fuertes posibilidades de nostalgia que quizás quedarían en nada. Al descanso se fueron los dos equipos, uno deslavazado, el otro sistematizado y lleno de triangulaciones, pero los dos igualmente sordomudos ante el gol.
Benzema fue el que apareció a la vuelta. Los galones, el "me echo el equipo a la espalda", ese aquí estoy yo tan elogiable como poco convicente. Un instante de responsabilidad. Le llegó un balón en el 50 que no supo rematar, luego falló en el 52 tras pase de Brahim. El Madrid estaba un punto más agresivo, determinado, sacaba los viejos colmillos , pero ese gesto instintivo de arrojo, no apoyado en nada real, detrás galaxias de césped, mundos a la espalda de Carvajal que el Betis iba a aprovechar. El Madrid se acabó con un recital final de «falsonuevismo» de Benzema, inútil por supuesto, dando pases a la ausencia de Cristiano , como el amputado que agita un brazo que no existe.
Vinicius chutó por fin, acabó saliendo de su propio enredo, y Benzema hizo ese acto de comparecencia postrero y ahí acabó el Madrid, con ellos dos, lo único, pues el Betis iba a marcar el 0-1 en un golazo colectivo que remató Loren . Guardado recibió de espaldas, hizo un dentrofuera y luego dio el pase de gol. La jugada se había apuntado varias veces durante el partido. Era un gol merecido y que se veía venir.
Vinicius tuvo luego dos jugadas de coraje, pero ya claramente gafado y levantando murmullos de sospecha en la grada y Marcelo intentaba algo parecido. Sacaba la casta personal. Eso le quedaba al Madrid, ¡la casta de los brasileños! ¡Pero dónde se puede ir con eso!
Era el orgullo de unos campeones. El fútbol es de los futbolistas, dicen, como la música es de los músicos, pero hay partituras, y batuta y directores.
A la espalda de Carvajal seguían creciendo estepas de fútbol. Keylor le paró a Junior un posible gol en el 67, y Zidane sacaba a Asensio e Isco que como revulsivos ya no sirven ni a modo de broma . Pero se notaba que en los futbolistas había un algo en juego. La última honrilla se la jugaban en 20 minutos. ¿Iban a ser capaces?
Pero Jesé, que había entrado poco antes, remató otra jugada de Junior hasta la cocina . No lo celebró, en respuesta al cariñoso aplauso recibido al entrar.
Y el público estalló en unos pitidos que no duraron mucho. La Grada calló en lo que pareció un acto de rebeldía y Zidane, que podía haber sometido a Bale al juicio de la despedida, aburrió al mundo con Lucas . Lucas Vázquez ya era demasiado. Lucas otra vez, dicho sea con todos los respetos. Es como haber ido doscientas veces a la misma obra de teatro a ver salir al mismo personaje secundario para decir la misma frase sin efecto alguno en el argumento.
Si hubiera salido Bale, ¿le hubieran pitado? Al que hizo el equivalente a dos Mijatovic y el "bartrazo" de Copa, ¿le habrían tratado peor que a Gravesen? Bale es un caso único. Es un señor galés que se aficiona al golf no en su tierra, sino en España, porque hasta este año nadie dijo nada de su afición a este deporte. Bale se irá sin despedirse, como se fue Cristiano.
Y el estadio, tras el cambio, cayó en el silencio. Se llegó a un paroxismo o a una apoteosis, no se sabe bien. Y ese silencio permitió preguntarse qué es el madridismo ahora mismo. Un equipo acaba pareciéndose a su entrenador (o a ninguno, si tiene tres en un año), pero ¿a qué se parece una grada? ¿Quién le forma el carácter, su protesta o su capricho?
La gente calló o se fue, y el espectáculo de impotencia en el césped fue algo pocas veces visto. El silencio lo hizo más lastimoso. Llegado el minuto 90 más el preceptivo descuento de un Undiano calculador y meticuloso hasta el final de su carrera, una vez que hubo pitado, el estadio silbó. Silbó por fin. Pero poco. ¿Y por qué en el 90 y no en el 88? Los que se quedaron despidieron a Keylor , y en esos aplausos se protegieron sus compañeros para ganar el túnel de vestuario.
Se protegían de la indiferencia, del hastío, y de su propio ridículo. Así se acababa el peor año de fútbol de la legendaria historia moderna del Madrid. El viejo himno que sonaba nos lo recordaba, casi recalcitrante, casi insurrecto.
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