Barcelona

La pandilla de Messi se divierte

El crack ha aceptado compartir cartel con Neymar y Suárez para conformar un cóctel explosivo

Suárez, Neymar y Messi, tripleta letal EFE

M. Á. BARROSO

Cuenta la leyenda que Messi «fumigó» a Samuel Eto’o, Zlatan Ibrahimovic y David Villa porque no quería que uno solo de los focos se desviara del objetivo principal, es decir, él mismo. Nunca el Barcelona imperial del siglo XXI –el de Rijkaard, Guardiola y Luis Enrique... en realidad, el Barça de Messi– tuvo muy clara la apuesta por un «9» puro, mucho menos por un extremo goleador que pudiera hacer sombra al genio de Rosario, factótum del ataque azulgrana, acaparador de récords, balones de oro y cualquier objetivo a su alcance. Si hubiera nacido belga y ciclista le habrían apodado «caníbal». Podían brillar en un segundo escalón los encargados de abastos, los Xavi Hernández, Iniesta y Busquets. Pero ya. Y, de improviso, el tipo aceptó compañía de buen grado. No unos comparsas cualquiera: Neymar, probablemente el delfín llamado a sucederle , y Luis Suárez, un depredador superlativo. Han formado la tripleta de atacantes más peligrosa de la historia del Barcelona. La pandilla de Messi.

Las sospechas de «postureo» parecen disipadas después de un tiempo prudencial de convivencia sin roces. Es cierto que los recién llegados cumplimentaron al crack nada más llegar , requisito imprescindible para hacer carrera en el Barça contemporáneo. Lo sabe el propio Luis Enrique, que tuvo que templar su carácter desabrido –salvo con la prensa– y aceptar la particular jerarquía que impera en el club; sin duda, una de sus grandes aportaciones como técnico.

Los tres fenómenos cultivan su amistad , llegan juntos en coche a los entrenamientos y comparten ratos privados de los que tenemos noticia a través de las redes sociales. Un observador ajeno ha descrito así la situación: «Lo maravilloso de los tres es que no se ven envidias, es gente sana y feliz. Para los que nos gusta el fútbol esto es maravilloso». Lo dice Diego Simeone, el entrenador que más ha sufrido en sus carnes la voracidad del tridente azulgrana.

Un gol para la posteridad

Hay un nuevo Messi detrás de esto, más maduro, que le ha cogido gusto a la conversación más que al monólogo, capaz de gambetear sobre un ladrillo como de dar pases de 40 metros al compañero desmarcado. El penalti a lo Cruyff que «falló» frente al Celta para que marcara Suárez dio la vuelta al mundo, provocando encendidos debates sobre la genialidad o la falta de respeto a un rival vencido. «Un penalti diferente, nada más», dijo el entrenador del Celta, Toto Berizzo. En la BBC (el servicio público de radio, televisión e internet del Reino Unido, no la delantera del «enemigo») se hizo ayer una encuesta en la que los partidarios de la primera teoría vencieron claramente a los de la segunda (67 frente a 33 por 100).

Messi buscó la posteridad, pero también que su compañero hiciera caja: el uruguayo lidera la tabla de máximos goleadores de la Liga (23) y le saca diez tantos al argentino, que ha pasado dos meses en el dique seco por culpa de una lesión. No parece importarle. Se le escapa Cristiano Ronaldo en ese pulso íntimo que los retroalimenta, pero le lanza a un competidor temible. El ejecutor se ha convertido en donante. ¿Lo habría hecho años atrás con Ibrahimovic?

La pasada temporada Messi, Neymar y Suárez lograron la histórica marca de 122 goles en todas las competiciones, una barbaridad. Este curso llevan 86 dianas entre los tres, y todo apunta a que pulverizarán el registro. El genio de la pandilla ha dejado atrás los goles «maradonianos» y ahora comparte protagonismo para engordar su leyenda y elevar el listón del Barcelona. Una demostración de sabiduría. Porque, como decía Xavi Hernández, el inolvidable jefe de abastos, el fútbol es un balón y unos amigos.

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