Oblak, el portento por costumbre

Inmerso el mundo del fútbol desde hace años en un debate a dúo Barcelona-Real Madrid por propagar quién era el mejor jugador del mundo, si Messi o Cristiano (polémica que se ha desvanecido desde que el portugués se fue a la Juventus), el asunto se ha trasladado a otras posiciones, incluido un premio al mejor portero estilo Balón de Oro. La subjetividad de estos galardones quedó reflejada en la votación del Yashin 2019. Jan Oblak no fue uno de los tres porteros en el podio.

El cancerbero esloveno ha transformado su ejercicio profesional en un consenso respecto a sus cualidades. Oblak roza la perfección. Es alto (1,89 metros), pero se mueve y desplaza con agilidad . Es rápido en el tiempo de reacción y domina casi todas las suertes: las salidas por alto, los blocajes, el mano a mano... Tiene poco juego de pie, aunque eso no parece lo fundamental en un guardameta. Oblak gana partidos con sus paradas.

Al Atlético llegó tierno y con etiqueta ( 16 millones pagó Gil Marín al Benfica ) y solo en esa temporada inicial 2014-15 pagó sus pecados de juventud. Moyá fue el titular. Desde entonces, Oblak ha certificado su hegemonía en España con cuatro trofeos Zamora consecutivos al portero menos goleado de la Liga. Números. Redondeando, recibe un gol cada dos partidos. Una barbaridad que no solo refleja la solvencia defensiva del Atlético, sino las virtudes del esloveno.

Las paradas de Oblak han supuesto puntos, eliminatorias y algún título para el Atlético. Hay momentos sublimes para elegir: la triple reacción a los tiros del Leverkusen en el área pequeña, la doble a Krychowiak ante el Lokomotiv o el antológico desvío del pasado sábado en el último minuto al cabezazo de Bardhi...

Los prodigios de Oblak se producen a diario, por costumbre, como los recitales de Messi. Pero él, modesto, habla de paradas «básicas» o de «reflejos» lo que el periodismo califica de portento.