Todo irá bien

¿Lo ves, Juanito, cómo no era ésta?

A Xavi hay que reconocerle la valentía de arriesgar sus ideas con lo que no son más que un grupo de niños

Salvador Sostres

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El Barça se vertía como un adolescente entusiasta, torpe, precipitado; el Madrid esperaba, paciente, detrás. El Barça tenía prisa por perder balones y al Madrid no le importaba tardar en imponer su superioridad. A los de Xavi se les notaba la juventud y los de Ancelotti tiraban de experiencia. Más tensión emotiva que futbolística. La inocencia de los azulgrana tenía algo de enternecedor y el Madrid se iba asentando en el campo. El Barça no podía más de lo poco que daba y el Madrid se dosificaba, esperando sus opciones sin tomar riesgos. El gol de Vinicius no fue ni sorpresa ni aislado ni casualidad. Fue lo que todo el mundo sabía que iba a pasar.

Mi querido don Juan me contó cuando yo era muy joven, y me había enamorado de una camarera, y estaba enfadado porque mi abuela la había desterrado a Marbella, la vez que su hijo a mi edad de entonces le dijo que había encontrado a la mujer definitiva. Él sabía que no lo era, e intentó explicarle los motivos, pero ante la insistencia filial, invitó a la pareja a un crucero durante la Semana Santa. El joven estaba tomando un dry martini en cubierta cuando se le acercó un secretario para decirle que su padre quería verle inmediatamente en el camerino. Al entrar se lo encontró desnudo con su novia en la cama y le dijo: «¿Lo ves, Juanito, cómo no era ésta?». El Barça era ayer el chico enamorado de la camarera, y de todas las chicas equivocadas del mundo, y el Madrid se lo llevaba por delante cada vez que intentaba algo, siempre con más empuje que inteligencia. Siempre pasaba lo mismo: los desvelos del Barça, estériles, se desvanecían en su propia impotencia, y cuando el Madrid recuperaba el balón corría con todo el peligro. Pero un golpe de suerte al filo del descanso, y la suerte es más importante que el mérito en el fútbol, volvió a equilibrar el partido, y Luuk de Jong de rebote consiguió empatar en el marcador lo que sobre el césped cualquier barcelonista daba por perdido.

La inocencia del Barça, con un medio campo que no pesaba ni en ataque ni en defensa, contrastaba con el resurgimiento de Luuk de Jong, que tan callados nos ha dejado a los que le habíamos acusado de ser un jugador indigno de jugar en el Barça. Lo que he llegado a escribir de él, y la mala leche con que lo había hecho, palidece en los últimos partidos en que ha sido decisivo. Continúo pensando que no es un jugador para un Barcelona campeón, pero vistas las evoluciones, tendré que moderar el entusiasmo destructivo. Sería inexacto decir que una cosa así es la primera vez que me ocurre.

Pedri, que se metió muy bien en el partido, y Abde, entraron por Frenkie de Jong -mal- y el recién llegado Ferran Torres, inédito. El Madrid volvió del descanso sin saber muy bien qué quería hacer con el partido, sin llamar ya a su hijo al camerino. El Barça continuaba con su presión y su entusiasmo, como si quisiera redimirse de su inocencia y hacerse mayor enseguida. Pese a una cierta desaparición del rival, la sensación de que el Madrid no necesita estar muy presente para resolver los partidos no dejó en ningún momento de sobrevolar el estadio del Rey Fahd, mucho más lleno de lo previsto por las restricciones de la pandemia. Ansu Fati, que todavía no había podido jugar con Xavi en el banquillo, entró por Luuk de Jong. El Madrid igualó la superioridad que el Barcelona había tenido desde la reanudación. Tres veces avisó Benzema: la primera, al palo; la segunda, de un parabólico disparo, bien repelido por Ter Stegen, y el tercero fue el gol que adelantaba al equipo y que hacía rato que se intuía. Y cuando más derrotado parecía el Barça, Ansu, cuyos regresos son siempre explosivos, devolvió de cabeza a su equipo al partido y forzó la prórroga.

Pero la valentía que hay que reconocerle a Xavi de arriesgar sus ideas futbolísticas con lo que a fin de cuentas no son más que niños, se topó de nuevo con la desnuda y descarnada realidad del gol de Valverde. Otra vez el Barcelona llamado al camerino: no se le puede reprochar falta de ganas, ni de un talento incipiente, ni de un amor, aunque aún muy inocente, por una bella idea del fútbol; pero nadie puede decir tampoco que lo que sucedió ayer no fuera una historia por todos conocida.

Esto es el Madrid. Ganar siempre. Esto es tu padre cuando minuciosamente te explica que no te conviene esta chica.

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