Final de la Copa del Rey
Iniesta borda el fútbol
El manchego lideró al Barcelona cuando peor estaba y dio una exhibición de control
Entre tarjetas, patadas, agarrones, broncas y suspiros, todos los ingredientes muy coperos, emergió la figura de Andrés Iniesta , descomunal futbolista que dignificó como nadie su profesión en una noche, la suya, para recordar cientos de veces. El azulgrana completó una exhibición magistral en el Vicente Calderón, un líder indiscutible que sube el nivel cuando el equipo más lo necesita, campeón el Barcelona en buena parte por la lucidez del manchego. Condenado el resto de compañeros por su versión más gris durante buena parte del encuentro, se salvaron porque al capitán le dio por crear y rescató a un conjunto moribundo y sin ideas. Nadie mejor que él para alzar la Copa.
Iniesta fue el mejor al principio, luego, y al final, muy sencilla de argumentar la afirmación ya que lo hizo todo de maravilla. Como volante, manejó la pelota con superioridad y movió a sus colegas, amodorrados y sin nervio después de la expulsión de Javier Mascherano en el primer tiempo. Además, dio una lección de sentido táctico y se multiplicó con Sergio Busquets para mantener a su gente en pie, pues la noche pintaba negra por motivos obvios. Desde los 35 minutos, momento de la roja a Mascherano por agarrón a Gameiro cuando se plantaba solo ante Ter Stegen, al Barça se le empinó el camino y fue aún más difícil cuando los músculos traicionaron a Luis Suárez , quien abandonó entre lágrimas cuando notó un pinchazo en la parte posterior del muslo derecho. Más difícil todavía.
Cuesta recordar una noche tan incómoda para el Barcelona, al que le llegó el premio en la prórroga. Para entonces, el Sevilla estaba asfixiado y también con diez porque Banega se fue a la ducha justo antes del tiempo extra por cazar a Neymar, conscientes los andaluces de que se les esfumó una oportunidad única porque tuvo al campeón de Liga contra las cuerdas. Sin embargo, se olvidaron de desactivar a Iniesta y el centrocampista se encargó de despertar a su gente, responsable, junto a un meritorio Piqué, de oxigenar cuando apenas había aire ni energía.
Visto lo visto, el doblete se celebrará más ahora por las formas y la épica. El Barcelona, acostumbrado a los excesos en este siglo de alegrías, masticó y masticó antes de celebrar el título más difícil, condenado a un esfuerzo titánico en donde fue más corazón y actitud que fútbol champán. Y festejó a lo grande Luis Enrique , que queda ya en los libros de estadísticas porque sus dígitos son de impacto. El asturiano, áspero como pocos y de trato complicado, redondea otra temporada notable con un doblete que le equipara a Pep Guardiola. Más allá de los estilos, tan distintos por mucho que prevalezca la idea romántica de mimar el balón hasta que se canse, los números son incluso mejores. En dos cursos al frente de la nave, Luis Enrique ha ganado dos Ligas, dos Copas del Rey, una Champions, una Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes, botín difícilmente mejorable.
Genial pase de Messi
En el Manzanares, y sin que el encuentro vaya a ser especialmente recordado por su calidad, el Barcelona se abrazó a Iniesta para justificar la fiesta de hoy en el Camp Nou. También le corresponde algo de mérito a Messi, que en esta reconversión permanente le da por hacer de centrocampista y dar pases de matrícula. A los siete minutos de la primera parte de la prórroga, y con la pelota en la zona de medios, el argentino levantó la cabeza y dejó solo a Jordi Alba con una asistencia que solo podía ser gol. El lateral, en una jugada repetida, superó a Rico con su zurda y se desató la locura en el banquillo azulgrana. Con viento a favor, al Barça se le abrió la puerta del cielo y pudo ahorrarse la agonía final si hubiera materializado alguna de sus ocasiones. Con todo, Iniesta y Messi se asociaron y aguantaron con una clase descomunal, galones que mandan mucho en el planeta fútbol. Se coreó el «Iniesta, Iniesta» de forma unánime y en el Calderón, después de una semana repleta de polémicas y sin apenas hablar de la pelota, brilló el héroe del Barcelona. Casualmente también lo es el de todos los españoles.
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