Barcelona
Un gigante sujeto a los cambios de humor de Messi
Sin un liderazgo claro en los despachos o el banquillo como en el Madrid o el Atlético, el Barça palidece por los claroscuros de su astro
Es muy posible que la selección de asados típicos de Argentina (de la tira al bife, de la palomita a la entraña o al matambre) con la que asiduamente obsequia Luis Suárez a Leo Messi en la bodega de su chalet en Castelldefels se haya cancelado hasta nueva orden. No hay nada que celebrar en el Barcelona desde que el pasado 2 de abril la victoria del Madrid sembró la zozobra que hoy arrastra el equipo culé, eliminado de la Champions y cazado por su eterno rival y el Atlético en la Liga. Y no es descartable que esos besitos, comiditas y abracitos de los habló desdeñoso Cristiano Ronaldo tengan más importancia en la estructura orgánica del Barcelona que las reuniones de su junta directiva o los planteamientos tácticos de Luis Enrique y sus asesores. El Barça estaba viviendo de las ocurrencias, la química y el juego espléndido de Neymar, Suárez y, sobre todo, Messi. El planeta culé orbita desde hace años en torno al humor de su astro argentino.
El fútbol y sus aficionados, los que pagan y mantienen el espectáculo en los campos, en los bares y en las casas, conocen el reparto de poderes en los tres aspirantes a la Liga. En el Real Madrid manda Florentino Pérez desde el despacho, con sus conquistas (dos Champions, tres Ligas, dos Copas) y sus fiascos (11 entrenadores en sus dos etapas). En el Atlético gobierna Simeone desde el banquillo sobre toda la institución, con sus éxitos (una Liga, una Copa, una Europa League, cuatro años seguidos en la Champions, el cambio de inercia en el club) y sus escasos patinazos (Jackson Martínez). El liderazgo en el Barça se encuentra en el campo. Messi ejecuta desde ahí su jerarquía.
En el Camp Nou el argentino ordena la autoridad públicamente desde aquel partido con el Éibar, el 19 de octubre de 2014, recién aterrizado Luis Enrique. El técnico le hizo un gesto de complicidad a Messi invitándolo a salir del campo y descansar. El delantero se negó al cambio en una secuencia que captaron las cámaras. Luis Enrique replicó en Anoeta. Messi se fue al banquillo y el club vivió un tsunami. El argentino no se presentó en el entrenamiento al día siguiente y el cisma fue de tales proporciones que el director deportivo Zubizarreta fue despedido y en el club se convocaron elecciones.
Ganado el pulso a su entrenador y marcado el territorio, Messi no volvió a la suplencia y su amigo Neymar dejó de ser sustituido por costumbre. Messi fue titular en los 21 partidos siguientes de Liga y, claro, en todos los de la Champions. Hizo 53 goles. El Barça ganó la Liga, la Champions y la Copa. El presidente Bartomeu cerró cualquier posibilidad de debate con una declaración para las hemerotecas. « El líder del Barça es Messi y nuestro proyecto gira en torno a él». En el Camp Nou tienen claro que puede haber varios entrenadores para el cargo, pero solo un Messi.
Ningún especialista en el Barcelona ha conseguido desentrañar los motivos que han desembocado en el bajón del equipo en esta primavera. Hablan los datos, que nunca explican la realidad del fútbol pero sí indican tendencias. Durante los cinco últimos partidos Messi solo ha marcado un gol (al Valencia) y no ha dado ninguna asistencia a sus compañeros. Neymar, el tercer pasajero de los asados en las lujosas colinas de Castelldefels, lleva un mes sin anotar un tanto. Y Luis Suárez, el depredador uruguayo anfitrión de las veladas, ha sacado a pasear su vena agresiva y carnívora. El jefe argentino del Barça no parece tener apetito en este período de su vida.
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