Fútbol

Efectos de una combustión descontrolada

Laporta ratificó a Koeman antes del partido, pero, por sincero que fuera su apoyo, el presidente sabe que nadie en el fútbol, y menos en el Barça, sobrevive a la evidencia de los resultados. Y su equipo desmiente en cada encuentro las buenas palabras

Koeman, ayer en el palco del Wanda Metropolino AFP
Salvador Sostres

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Se notó en el once que Koeman y Laporta habían hablado: el presidente le convenció de apostar sin miedo por los jóvenes, y Nico y Gavi fueron titulares . También Coutinho lo fue, otra plegaria presidencial por fin atendida por el holandés. En cambio, Koeman le convenció de que Riqui Puig es un inmaduro arrogante que no se toma en serio su trabajo, que está más preocupado de jugar a golf que de ser un futbolista de élite y de que así no llegará a ninguna parte. Continuó en el banquillo el chulito de Matadepera. Piqué se perdía en campo abierto y mostraba todas las categorías de su geriátrica impotencia.

Sin Ansu, todavía débil para jugar un partido entero, y esperando el regreso de Dembélé y del Kun, la formación inicial resumía la apuesta de Laporta por Koeman. Es un posibilismo frágil, más voluntarioso que realista, y difícil de entender por sí solo, sin tener en cuenta otras circunstancias. La falta de confianza en las alternativas disponibles -básicamente Pirlo, porque Jan no quiere a Xavi- y la falta de dinero para llevarse a un grande por asalto. De todos modos, y por sincero que fuera su apoyo a Koeman , el presidente sabe que nadie en el fútbol, y menos en el Barça, sobrevive a la evidencia de los resultados. Y este equipo desmiente a cada partido las buenas palabras.

Yo cuando me quedaba sin dinero se lo pedía a mi abuela. Siempre me lo daba, aunque a veces me miraba, y con razón, como al atracador que te tira del bolso. Goldman Sachs no es mi abuela, y probablemente los del bolso sean ellos, pero vale más pedir dinero que hundirse en estos espectáculos de derrota e inferioridad, confiando en la recuperación de unos lesionados que cuando estuvieron tampoco nos salvaron de ningún naufragio. Joan Laporta es un sentimental, y yo puedo entender los motivos de su sentimiento, pero en el fútbol español, si tú quieres competir en serio y no eres Florentino Pérez, lo que te toca es que tu club sea una gran empresa, a poder ser controlada por judíos y americanos. Lo de los jeques árabes, mejor se lo dejamos a Guardiola y a Xavi, para que puedan continuar dando lecciones de democracia a España.

Koeman -sancionado- gritaba por teléfono desde su palco, pero cuando está en la banda sus indicaciones tampoco es que sirvan de nada. Yo le quiero mucho, es el héroe de mi juventud, fue el eje del Dream Team, que es el mejor fútbol que he visto en mi vida -para mí, superior en inspiración al de Pep- pero como entrenador no tiene ninguna idea válida. Que el Atlético de Madrid sea netamente superior al Barcelona no puede disimular el hecho de que los de Koeman fueran ayer un equipo tácticamente descompensado, sin una lectura inteligente del partido, ni soluciones válidas a los desafíos que los locales planteaban. Si Suárez tardó casi media hora en marcar el 2 a 0 fue porque Simeone es tan mezquino y tan poco generoso, y tan contrario a los intereses del fútbol alegre y creativo, que aun siendo su equipo muy superior al rival, dio un paso atrás tras el primer gol, pero ni así el Barça supo -ni pudo- paliar su pequeñez tan vulnerable. Los dos goles nacieron de errores no forzados de la defensa azulgrana.

Es verdad que este es el precio que pagas por jugar con jóvenes, que cometen errores de inmadurez que en cierto modo corresponden a su edad, y a su proceso de aprendizaje. Tal vez sea inevitable esta travesía del desierto, en la que no tenga sentido quemar a un entrenador nuevo. Ésta es la reflexión de fondo de Laporta, el principal argumento -además del económico- por el que de momento ha decidido darle un margen al técnico holandés, que a yer demostró, más que falta de jugadores, falta de ideas . No digo que el pensar de Laporta no sea razonable, pero en cualquier otro equipo que no sea el Madrid y el Barça. Cuando Messi deslumbró al mundo, Florentino fichó a Mourinho para que drenara la herida como pudiera, y en la era del crack argentino, la más gloriosa que el Barça ha conocido, el Madrid amplió la distancia de Champions que nos llevaba.

Laporta sabe que Koeman es su último fusible antes de que la angustia del público empiece a dirigirse al palco; y no tiene prisa para poner en marcha el tiempo de credibilidad de su segundo mandato. Pero sin un revulsivo como el que un siempre arriesgado cambio de entrenador implica, el problema del Barcelona no es ya perder sino que los equipos de una cierta entidad le acaban pasando por encima. Nunca es bueno precipitarse, pero la inacción es insostenible en tiempos de lucha por la supervivencia. Equivocarse de entrenador no es más grave como que ya sea demasiado tarde cuando te lleven por delante los efectos de una combustión descontrolada.

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