Polideportivo

El deporte, una lucha diaria contra la depresión

Los problemas de salud mental, que ya han dejado de ser un tabú, y las secuelas psicológicas de la competición de élite afectan cada vez más a los deportistas

Osaka, durante los Juegos de Tokio 2020

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Pablo del Río, psicólogo del Centro de Alto Rendimiento de Madrid, establece un juego cuando comienza a tratar a algún deportista español. Le pide que se mire el codo o el brazo porque ahí, les dice, llevan grabada la fecha de caducidad. Es una forma de sacar de la realidad al atleta, de comenzar a entrenar la mente para saber que un día llegará la retirada, el temido adiós al oropel de la competición y los entrenamientos, y que necesita prepararse, estudiar, formarse en un plan B, asumir que el deporte es una actividad pasajera . La salud mental ha dejado de ser tabú en el deporte para convertirse en un eje.

Estrellas como Simone Biles o Naomi Osaka expusieron con toda la crudeza que no son intocables. Su rendimiento superlativo en la gimnasia o el tenis ha chocado contra las barreras mentales de la ansiedad o el miedo a hablar en público. Dos casos que han obligado a la comunidad deportiva a reconocer que la salud mental es un problema real y que la presión que ejerce la competición en los deportistas es en ocasiones una pasarela hacia la depresión.

«El término salud mental ya se usaba en los años 90 –recuerda a ABC Pablo del Río, 35 años dedicado a la psicología en el dep orte–. El entrenamiento psicológico es un trabajo preventivo. Se entrena. Muchas alteraciones no tienen que ver con el deporte, son afectivas, familiares o económicas. Cualquier profesión tiene las mismas alteraciones de conducta que un deportista. Es gente muy joven que maneja la frustración que se le exige en los resultados».

«Cuando salgo ahí sola, tengo que afrontar los demonios de mi cabeza», dejó Simone Biles como epitafio antes de anunciar su abandono parcial en los Juegos de Tokio. «Hace unos meses todo se rompió en mil pedazos porque empezaste a darme miedo. No te podía ni ver, llegué incluso a odiarte», escribió el jugador de baloncesto Alex Abrines al superar su depresión, provocada al ser apartado por Oklahoma, el equipo de la NBA con el que había firmado un contrato de 15 millones anuales. «No quería nadar más, no quería vivir más, pensé en el suicidio», admitió hace años el nadador Michael Phelps, el deportista con más medallas olímpicas de la historia (23).

El nadador olímpico Michael Phelps

Hasta hace pocos años estas historias personales, guardadas con celo en el disco duro de cada deportista, se ocultaban con mucho cuidado y más recelo al qué dirán y no se establecía un debate en la opinión pública. Cuando en los noventa el entrenador Benito Floro contrató a un psicólogo al hacerse cargo del Real Madrid, la chufla fue generalizada. Treinta años después, los atletas lamentan no haber acudido antes a un profesional.

Es el caso de Ana Peleteiro , la atleta española que tocó el cielo en los Juegos de Tokio con un bronce en triple salto y sus luminosos 14,78 metros de contagiosa alegría. «Si llego a saber que la ayuda psicológica me iba ayudar tanto hubiera empezado antes, pero nunca daba el paso porque pensaba que lo tenía controlado. No sé por qué nos cuesta admitir que necesitamos cuidar nuestra cabeza».

«Les cuesta dar el paso»

«A veces les cuesta dar el paso porque la salud mental ha estado siempre relegada en el sistema sanitario español –reflexiona Del Río–. Cada deportista tiene una personalidad y lo gestiona de una manera. Si ellos o su entorno piensan que lo único que vale es ganar , les puede pasar factura, influirá en su ánimo bajo, le faltará confianza. Eso sin hablar de depresión, que es algo que tiene que diagnosticarse».

Peleteiro no pudo acudir a los Juegos de Río 2016 por una lesión y por malos hábitos, según reconoce ella misma. Varias lesiones encadenadas mortificaron a Andrés Iniesta. Entre esto y la muerte de su amigo Dani Jarque , el héroe de España en el Mundial de Sudáfrica cayó en el pozo de la depresión. «No disfrutaba las cosas, poco a poco sentía que no era yo. No tienes sentimientos ni pasión, me sentía vacío por dentro…».

A Simone Biles le pudo el peso de su perfección como gimnasta. No quería que empezaran los Juegos de Tokio para disfrutarlos, sino que terminaran para dejar resuelta su superioridad como atleta. Pero aquella responsabilidad se transformó en una carga y la americana dio el paso: decidió no competir.

Biles, el pasadoverano en Japón

«La ansiedad y el estrés están ahí, en nuestra sociedad, en tu trabajo», analiza Pablo del Río. «Y se reduce con entrenamiento psicológico. Mi recomendación siempre es buscar programas objetivos, en coordinación con el entrenador y el staff técnico . Hay que fijar expectativas realistas y afrontarlas de manera natural. Si el staff técnico, las federaciones o el entorno marcan objetivos sin hablar o negociar con el deportista, tenemos un problema».

Lejos de la purpurina que envolvía a Simone Biles, la atleta española de 3.000 obstáculos Irene Sánchez Escribano se lesionó dos semanas antes de los Juegos que llevaba preparando cuatro años. Lo pasó muy mal. «Hubo que aportar orientaciones y estrategias, apoyo familiar y de la pareja, apoyo social. Después de una fase de duelo que hay que pasar, tiene que llegar la aceptación de la situación y la lesión, que es lo más duro. Ella no quiso hablar con nadie de los que estaban en Tokio . Bastante tenía. Pero hace años, un deportista se lesionaba y el entrenador le decía, vete a casa y cuando te recuperes vuelves. Hoy no. Un deportista lesionado puede seguir entrenando. Si te lesionas un dedo o una pierna, puedes entrenar otras partes del organismo. Puedes estar con tus compañeros, integrado en un grupo, sentirte útil y mitigar el dolor».

« La salud mental no es una broma , esto es real y es serio», escribió en sus redes sociales el campeón de la Fórmula 1 Lewis Hamilton.

«Claro que es un problema serio», enfatiza Del Río. «A los deportistas hay que enseñarlos a perder, decirles que van a perder más días que van a ganar. El salto de júnior a sénior es muy grande. He visto muchos casos en los que se cuestiona la valía, se pierde confianza, se cambia de entrenador... Viven en una realidad falsa . Puedes aprender desangrándote. Casi le pasa a Ana Peleteiro, fue campeona mundial júnior y se le hizo la ola, los dirigentes, la prensa. La ensalzaron fuera de lo normal. Fue una distorsión de la realidad y Ana reconoció que le hizo mucho daño. Si solo vale ganar, mal vamos».

Entrenar la retirada

¿Qué pasa entonces con los grandes campeones, Nadal, Alonso, Gasol ? ¿No sufren? «Los grandes campeones lo son porque manejan mejor que nadie las situaciones de ansiedad o estrés», explica el psicólogo deportivo. «Alguna vez también se desmoronan, son humanos. Pero compiten contra sí mismos, no contra otros. Rendir al máximo no significa ganar, sino dar lo mejor de ti mismo».

Igual que se entrena la ansiedad de competir en la élite, los psicólogos entrenan a sus deportistas para la retirada. Otra situación vital ligada a la depresión. Un famoso ciclista español perdió un avión, una vez se había retirado, porque no sabía que había que sacar una tarjeta de embarque para viajar. Siempre se lo habían dado todo hecho. « No podemos fabricar i nútiles –dice Pablo del Río–. Siempre hay que formarse y estudiar para saber vivir cuando te retires. En los deportes minoritarios viven cuatro del deporte. Una beca o una medalla olímpica te da para una entrada de un piso o comprar un coche, no puedes comprar el pan o la carne con una medalla. La formación es prioritaria. Si no estudias una cosa, estudia otra, pero estudia».

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