Champions League

El «biscotto» que temen en Italia: origen y casos a lo largo de la historia

Si el Inter ganara al Lokomotiv, como es previsible, un empate entre Real Madrid y Borussia Monchengladbach clasificaría a españoles y alemanes. «Esta es la Champions, hay grandes equipos. No es un torneo de bar», dijo ayer Conte preguntado por ello

Momento previo al partido entre el Brujas y la Lazio, de la Europa League Reuters

S. D.

El término italiano «biscotto» , que se traduce al castellano de manera literal como «galleta» , se utiliza popularmente en el mundo del fútbol para hablar del acuerdo entre dos equipos, casi siempre tácito, para acabar un partido con un resultado que beneficia a los dos conjuntos. En la mayoría de ocasiones se llega a la cita con ambas partes sabiendo qué les va mejor, evitando por tanto correr riesgos innecesarios y dando por bueno un determinado marcador final. Una práctica, en cualquier caso, de dudosa honorabilidad.

En Italia , el término ha vuelto estos días a la palestra dado que, en caso de que el Inter de Milán gane su partido al Shakhtar , como es previsible, un empate entre Real Madrid y Borussia Monchengladbach clasificaría a españoles y alemanes para los octavos de final de la Champions League. Una posibilidad a la que Antonio Conte, técnico interista, restó ayer credibilidad: «Esta es la Champions, hay grandes equipos. No es un torneo de bar. Espero que los medios y los periodistas no se centren en estas noticias sobre un posible 'biscotto'. Es deprimente hablar de esto, todos los equipos juegan solo paga ganar».

Del Mundial 82 a la Euro 04

A lo largo de la historia se han dado casos en los que sí se habló con razón de «biscotto». Aunque hay ejemplos anteriores, este término empezó a extenderse a partir de la Eurocopa de 2004, celebrada en Portugal. En aquel torneo, los italianos llegaron a la última jornada de la fase de grupos con opciones de pasar a la siguiente ronda. Después de empatar los dos primeros encuentros ante Dinamarca y Suecia, Italia cumplió y se impuso a Bulgaria en la última fecha. Sin embargo, en el otro partido del grupo, daneses y suecos cerraron el marcador con el único resultado que clasificaba a ambas selecciones: 2-2. Aquello fue interpretado por muchos aficionados, sobre todo por italianos enfadados, como fruto de un acuerdo entre los dos combinados.

No obstante, hay que mirar mucho más atrás para ubicar un ejemplo todavía más flagrante de «pasteleo» o «amaño», como se ha conocido a esta maniobra en España. Ocurrió, precisamente, en el Mundial de España de 1982 , concretamente en el último partido de la fase de grupos que enfrentó a la República Federal de Alemania y a Austria. Entonces, un 1-0 para los alemanes valía a ambas partes, y así fue como acabó el partido. Un gol al comienzo del encuentro de Horst Hrubesch fue lo único interesante que se vio aquel día sobre el terreno de juego, ante unos espectadores que llegaron a abuchear el nulo fútbol propuesto por ambos equipos. Por momentos, incluso los jugadores alemanes y austriacos tocaron la pelota sin intención alguna de cruzar el centro del campo.

El damnificado entonces fue Argelia , cuyas protestas a la FIFA no llegaron a ningún lado. Años después, a comienzos del siglo XXI, el alemán Hans-Peter Briegel reconoció que su selección arregló la victoria: «Sí, me disculpo por ello», dijo en 2007, cuando aprovechó además para disculparse con la selección de Argelia: «Habían merecido clasificarse para la segunda fase», confesó.

En la Eurocopa de 2012, de nuevo Italia temió quedarse fuera en la fase de grupos por un «arreglo» entre España y Croacia . Aquel día, un empate a dos o más goles habría clasificado a españoles y croatas, pero el duelo terminó con empate a uno y fueron España e Italia quienes pasaron a los cuartos de final. Ambas selecciones se enfrentaron en la final del torneo, donde se impusieron los chicos de Del Bosque por un contundente 4-0.

Una forma de actuar, el «biscotto», que cada vez resulta más difícil de ver en el fútbol. Por varias razones: la mala fama que tiene entre los aficionados, las críticas que levanta cada vez que se sugiere algo del estilo, y los premios económicos que tratan de poner en valor las victorias. En la Champions, por ejemplo, la UEFA estableció que cada partido ganado en fase de grupos suponga una recompensa de cerca de tres millones, mientras que un empate no alcanza el millón de euros.

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