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¿Por qué Bale sí es feliz en el Tottenham (y no lo era en el Real Madrid)?

El futbolista del Real Madrid, cedido en el club inglés, vuelve sonreir en White Hart Lane

Rubén Cañizares

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No tiene ni la gastronomía ni el clima de Madrid , algo que tanto amaba, pero la mayoría de sus 31 años de vida los ha pasado a caballo entre Cardiff y Londres, por lo que el regreso a la capital inglesa no solo no ha significado un drama para su día a día, sino que ha logrado por fin quitarse los grilletes que le tenían paralizado, en cuerpo y mente.

Mes y medio después de su regreso al Tottenham , Gareth Bale es otra persona y otro futbolista. Sonríe, sonríe mucho, a todas horas. Interactúa con sus compañeros, su entrenador le adora y su familia es muy feliz en la City. Y sus 17 millones de euros anuales siguen intacto. No hay motivo alguno para que Bale no esté contento en los Spurs: «Le encanta el Tottenham y lo más importante es que ha vuelto a sonreír y que está disfrutando de la vida. Ha pasado una etapa mala y se merece ser feliz. Probablemente es uno de los mejores embajadores de Gran Bretaña», desvelaba Jonathan Barnett.

El pasado fin de semana, Bale logró su primer gol con en esta segunda etapa en el Tottenham, y Mourinho salió a corroborar las palabras del peculiar agente de Gareth: «Estoy muy contento por él, especialmente por él, porque se lo merece. Él sabe que nos importa, y nosotros sabemos que le importamos, el equipo, y el club, los Spurs. Es absolutamente perfecto, es muy tranquilo, muy inteligente, y tiene buenos sentimientos».

Los elogios de Mourinho denotan el enorme cariño que el entrenador luso tiene hacia Bale , seguramente una de las situaciones que no encontró en sus dos últimas temporadas en el Real Madrid. Bale tuvo en Zidane a un enemigo más que un apoyo, y aunque la relación entre ellos era cordial, el galés sabía que deportivamente era una opción minúscula en los planes del entrenador del Real Madrid. Seguramente, Gareth tampoco ayudó a revertir mucho esa situación, pero también es cierto que la gestión de Zidane no fue la más acertada con Bale: «Si no le pone nunca, es imposible que podamos ver una buena versión de él», se lamentaban en las oficinas de Valdebebas.

Y es que con Bale había una dicotomía clara en el Real Madrid. En el vestuario, ni el cuerpo técnico ni el grueso de la plantilla le consideraba una pieza importante del equipo. Bajo su prisma, muchas oportunidades desaprovechadas y poca participación. Tras su doblete en la final de Kiev que le dio la Decimotercera al Real Madrid, Bale bajo a mínimos injustificables su rendimiento. En cambio, en la planta noble siempre siguieron creyendo en él como un activo muy válido para el equipo, pero según su lupa se le ayudó poco y se le castigó con exceso por parte de los medios, lo que tampoco sirvió para generarle una buena imagen entre la mayor parte del madridismo.

Bale jugó poco tras la vuelta de Zidane , pero ese poco tuvo siempre la banda sonora de los pitos como compañía inseparable, una desagradable situación que el propio jugador argumentó para justificar su mal fútbol: «Puedes esperar que si no estás teniendo un buen momento en el campo, tus aficionados te respalden e intenten ayudarte a que mejores, porque les hará felices, pero parece que hacen lo contrario. Te silban, lo que consecuentemente te hace sentir peor, pierdes tu confianza, juegas peor y eso les hace estar aún más disgustado».

Esta será la guinda que hará de Bale un futbolista pleno de satisfacción en el Tottenham. Cuando los aficionados puedan volver a los estadios, el nuevo White Hart Lane se caerá para ovacionarle. Como un día sucedió en el Santiago Bernabéu. Pero de aquello ya no quedan ni las cenizas. Ahora Bale sonríe en Londres.

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