Fútbol
Antic, a la sombra del juego bonito
De todos sus clubes, es el Atlético el que tiene derecho a llorarlo más. Allí pudo, cosa rara, culminar un proyecto. Donde menos posible parecía, con el Gil más caníbal. Ganó media Liga fichando en verano, con ese mágico Pantic que nadie esperaba, y la otra media electrizando por fin la ambición colchonera. Fue uno de los últimos equipos cuya alineación podía recitar cualquiera: de Molina a Penev.
Para afearle el doblete le hablaban del balón parado, porque llegó a España el mismo año que Cruyff y tuvo que convivir con esa nueva religión. Por no jugar «bonito» le echaron del Madrid siendo líder (el karma fue Tenerife), después de inventarse a un Hierro goleador. En el Barça, años después, adelantó a Xavi. Allí sería Laporta y su revival cruyffista lo que le cerraría las puertas.
Vivió un fútbol español en transición, desordenado, y además le faltó prensa o suerte. Discípulo de Boskov, «primero» de Víctor o Benítez, no tenía «relato», sólo a sí mismo, su trabajo y la fidelidad a su país cuando expresarlo era comprometido. Ganó la eternidad con su Atleti, merecidamente. «Singuna duda».