ATLÉTICO MADRID-Real Madrid
Simeone se inventa el derbi
Sin el Cholo, que tiene cosas de Luis y Bilardo, no habría alternativa, los atléticos estaban resignados a intentar ganar en las moviolas
Escribir sobre el Atleti es escribir sobre Simeone. El lirismo sabinesco del «lúser» está muy bien, pero si fuera verdad los colchoneros sacarían libros sobre Goyo Manzano.
Simeone ha revitalizado el derbi, que ya no era derbi, que ya no tenía la condición impredecible y alocada que se le supone a estos partidos.
Tras catorce años y veinticuatro partidos sin ganar al Madrid todo cambió con la final de Copa de 2013. Recordemos. El mouriñismo estaba ya en la fase paranoica, el míster parapetado como Tony Montana en su despacho de Valdebebas tras una montaña de vídeos sobre transiciones defensivas midiendo a los periodistas, como a los niños, por marcas en las paredes.
En esa final de 2013 el Madrid llegó a tener tres palos. Hasta entonces, Simeone no había ganado al Madrid. La temporada anterior había perdido 4-1 y ese mismo año acabó 2-0 en el Bernabéu y 2-1 en el Calderón. En esos partidos, basta con ver las imágenes, el estadio retumbaba todavía con las contras madridistas como si fuera el metro pasando por debajo.
Pero ahí se acaba la historia conocida del Atlético-víctima. Simeone se inventó un derbi que languidecía como la conversación gastada de esas reuniones de veteranos con las que los medios nos torturan anualmente: «A ver, García Remón, cuéntenos otra vez aquella vez en que Garate...».
Han pasado más de tres años y se notan algunos cambios.
Cuando llegó Simeone era calvo de arriba, ahora es calvo de la coronilla, podría dejar de serlo, pero parece que tiene algún tipo de reparo asociado a la testosterona. Simeone ha estado quedándose calvo desde joven y se va cambiando la calva como otros se cambian la raya del pelo.
Joaquín Reyes decía el otro día sobre Bárcenas que a su lado cualquiera parece gay. Con Simeone es un poco así. En la ruedas de prensa podría ensartar espartanamente uno a uno a los periodistas que le preguntan (¡que le preguntamos!). Simeone parece siempre recién salido de un «tackling» con Deschamps. El Atlético con él no tiene una defensa, tiene unos rapa nuis.
Todo lo que dice parece cursi si se lee, pero si se le escucha despierta una convicción marcial. Hace unos años dijo en ABC: «Creo mucho en la piel, en lo que uno transmite, en lo que el otro está preparado para recibir». Esto lo dice Floriano y nos reímos. A él le suena distinto.
Si el sábado no pierde, serán dos cursos sin hacerlo con el Madrid en Liga
Tras esa victoria inaugural llegó la temporada de su triunfo liguero. El Madrid le ganó en la Copa -ha dicho siempre que la causa fue querer jugarle «bien»-. Pero si el sábado no pierde, serán dos temporadas seguidas sin hacerlo con el Madrid en Liga. Si gana, habrá ganado tanto como habrá perdido: seis partidos.
En el 2013/2014 hubo empate en el Calderón, un 2-2, con gol inicial de Benzema, respuesta de Koke y Gabi y empate final de Cristiano tras pase de Carvajal. Ese partido deparó la imagen del cuerpo técnico del Atlético colgando del Mono Burgos para evitar que se comiera al árbitro Delgado Ferreira.
Meses después fue Simeone el expulsado en Supercopa por «contactar» con el árbitro. Fue la noche de la morena en la grada. La breve fama de esa mujer fue aún mayor porque el enorme contraste con Simeone. Era la primera vez que algo hermoso compartía plano con él.
Desde un palco tuvo que presenciar la posterior victoria liguera en el Bernabéu. En realidad, estas cosas se critican en el momento (y no demasiado), pero son las que han reconstruido el derbi. Sin el Cholo no habría alternativa, los atléticos estaban resignados a intentar ganar en las moviolas.
Desde la época del descenso con Gil el Atleti no plantaba cara al Madrid. Gil fue, por cierto, un populismo con mamachichos en el jacuzzi que deja el Atleti en el 2003, el año del centenario, el año del himno. Y parece que desde entonces hubiera habido un largo periodo en el que sólo sonase el himno de Sabina.
El Atlético era un motivo poética, los anuncios, las buenas campañas
El Atlético era un motivo poético, una institución autoindulgente para cantautores y malos poetas. Algo que desgravaba emocionalmente. Eran los anuncios, las buenas campañas publicitarias, las que construían la imagen del club: la guerra civil, la cabeza del Mono emergiendo del alcantarillado, el papá por qué...
Con Simeone la camiseta del Atleti se vuelve a poner en los derbis como si fuera el traje de un torero.
Y este orgullo del Cholo, esta mística de la camiseta , le viene de su bilardismo. «Él siempre decía que no se intercambia la camiseta con el rival, porque mi camiseta vale más que la tuya. Yo no le puedo dar a un rival mi camiseta por la suya, decía el doctor».
Es el único que se ha creído que en España hay una auténtica competición liguera. Cuando los entrenadores llevan «propuestas» al Bernabéu y otros alinean suplentes en el Nou Camp, Simeone nos ha traído, como del fondo de la historia, al mejor Atlético.
Y es una bendición el bilardismo renovador, una infuencia que se dice poco. ¿Por qué no se asume con naturalidad lo que de bilardismo tiene el Cholo, de sano bilardismo unido a un fútbol moderno, europeizado, que ha cogido de aquí y de allá?
Hay que reivindicar de una vez al autor de la frase: «Las mujeres son como los futbolistas. Si no quieren cambiar de posición no hay que insistir».
Lo más paradójico que tiene el Cholismo son los cholistas. Ahora se han hecho del Cholo los del «por qué somos del Atleti» y lo subsumen todo en el rollo de presupuestos, humildad, barrio, etcétera. No, el Cholo es un gran persuasivo al que si escuchas hablar con detalle quieres seguir. Formar parte de su cuerpo técnico, meterte en la liga de empresa, dejar las carnes rojas, ducharte con agua fría. Es un ganador. De ganar, en el origen de cuya etimología esta la palabra «codiciar», no convencer. Lo del «venceréis, pero no convenceréis» lo dijo un perdedor. Bueno, lo dijo Unamuno (¡el primer tiquitaquero contra el cojonudismo!).
El Cholo y Bilardo son muy de instituciones, como Mourinho
El Cholo y Bilardo tienen puntos coincidentes. Son muy de instituciones, como Mourinho. La familia, la mujer, los hijos . Piña, grupo, núcleo. Lo propio, lo nuestro. No hay nada comunitario al respecto ni ningún criterio social de mejora. Quiero ganar, no busco externalidades positivas con belleza deportiva. No propone nada más allá del esfuerzo diario, ese carpe diem del partido a partido. Esto se ha revestido de filosofía edificante, pero tiene un cinismo, una falta de horizontes muy bilardianas.
La historia del fútbol español moderno fue la progresiva blandura de la Quinta post Juanito, y, desde ahí, años de cruyffismo, valdanismo conceptual, recuerdos de Javier Marías y demás, hasta la glorificación del tiquitaca y su sabia utilización por Guardiola y Del Bosque (Luis era menos de eso) como escuela de valores. Valores con los que Simeone colisionaría más de una vez.
(Somos, futbolísticamente, una mezcla imprecisa de la serie Capitán Tsubasa y el torneo de Brunete).
Lillo dijo «Se vive en zona»: Bilardo dijo: «Ya me tiene cansado la desdramatización en el fútbol».
El «se vive como se entrena» es de Simeone y, antes de Mourinho. Pero Mourinho era menos dramático. Mourinho era el se juega como se entrena. Lo que pasa es que Mourinho tiene un egocentrismo tan descomunal que compensa. Pero veníamos de años viviendo en rondo. Lillo fue, un personaje maravilloso porque llevó el «jogo bonito» hasta la desesperación existencial con su vivo en zona. Te lo imaginabas quedándose quieto en la puerta del metro para dejar en fuera de juego a los que entraban.
(Ese tirar la línea, ese achique, permitiría algo parecido al «ir en contradirección» de Bernhard. El achique era el gran individualismo que permitía jugar contra muchos, desactivar con un paso-Baresi a muchos atacantes. Por eso el achique gustaba cuando era opción de los menos, valentía, vanguardia, respuesta al todos, a los demás).
Volvimos a vivir en rondo y el bilardismo quedó como un montón de historias que se cuentan de algún amigo loco, sin imitadores en España. Pero Simeone es bilardismo minucioso y moderado. No es violento, pero es... intenso. O viril.
Esto dijo Bilardo una vez: «El fútbol profesional es ganar y solo ganar. Yo soy como Muhammad Alí: durante la competencia no tengo amigos, y a los contrarios, si puedo, los mato y los piso». ¿A quién nos recuerda esto? La sinceridad rotunda del «Ganar y ganar» de Luis más la brutalidad trasatlántica del «pisalo».
La obsesión de Bilardo con el pisotón era fascinante, pero... ¿no es eso lo que pasa en el fútbol? Los futbolistas se pisan. Pisan la pelota y luego incluso se pisan entre ellos. Juanito pisó a Matthaus, Stoichkov pisó al árbitro. ¡Pues Bilardo asume con naturalidad la gran verdad cucarachil del fútbol! Asume con la frescura argenta el pisotón como realidad antropológica y vitalismo de este deporte (en esto de Bilardo hay otra cosa, una puesta en discusión de las reglas del fútbol igual que García Márquez hacía con la ortografía.
Bilardo se quejaba mucho del «fair play» como invento inglés, es decir, Bilardo era gran enemigo de la excesiva «sportización»,de la influencia gentlemanesca inglesa sobre el fútbol. Bilardo era la frescura de lo subreglamentario).
Simeone es un eslabón entre Luis Aragonés y Bilardo
Pues Simeone es un eslabón entre Aragonés y Bilardo, un Bilardo asumible, que bordea el reglamento por dentro, no por fuera, un Luis menos genial, menos cínico, con menos dimensiones (Luis era la condena al fútbol, el genio popular adquiriendo la forma moderna del deporte de masas).
En un derbi reciente expulsaron al Mono Burgos, en otro le expulsaron a él y contra el Barça se estuvo a punto del atestado (¿era casual esa animosidad contra el brasileño contagiada a sus propios futbolistas?). Raúl García es una de sus proyecciones en el campo, un ejemplo de conducta profesional. Estos futbolistas se basan en el carácter, no en el balón. Esto rompe todos los códigos de la cursilería futbolística actual. Por eso Simeone renueva el fúbol español para bien. Ya se permiten cerocerismos y matar el espacio y achicarse en lugar de achicar.
Hemos visto que el Barcelona, con todo, se puede simeonizar estratégicamente. Pero al Madrid no le permitirían tal cosa. Mourinho puso una vez a Pepe en el centro del campo y fue como profanar el 4-2-3-1 con Hannibal Lechter. Lo tendría fácil Ancelotti: meter cuatro o cinco centrocampistas (si es que tiene tantos) y esperar a la contra aboliendo cualquier espacio.
Pero el Madrid funciona como ámbito de poder que se quiere dominar conceptualmente (toque, pase, perfiles bajos... y nada más). Por eso, sólo el Atlético, el rival capitalino, tiene permiso para lo contracultural. Y es contracultural para lo bueno y lo malo: el doctor Cabezas, Gil, el Mono...
El derbi madrileño exaspera la competitividad de Simeone. Su pizca de bilardismo genético. Y sin Simeone todo sería florentinismo y Messi. Y un fútbol homologado, entre holandés y mecánico, de gente que no se deja la vida en el empeño.
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