Violencia en el fútbol
El último lío en que se metió Jimmy
El ultra asesinado en el Manzanares era asiduo de las gradas radicales y del delito menor
«En el barrio del infierno la muerte va buscando empleo. ¡Corre, corre, que te atrapa! Se pasean las navajas». La emblemática canción de Los Suaves, «Malas Noticias», parece hoy casi una premonición de lo que ocurrió hace una semana en Madrid Río. La brutal pelea callejera entre ultras del Atlético de Madrid y del Deportivo de La Coruña se saldó entonces con más de una veintena de detenidos, numerosos heridos y un fallecido entre las filas del bando visitante. Francisco Javier Romero Taboada , más conocido como «Jimmy» o «el Abuelo» entre el ambientre radical coruñés era un histórico miembro de los Riazor Blues, concretamente de su facción más veterana y violenta, Los Suaves , que toma su nombre del grupo de rock orensano.
Noticias relacionadas
El hermetismo que rodea a los grupos radicales hace difícil conocer quién es quién dentro de cada organización, cuál es el papel que desempeñan, cómo se planean sus viajes o cómo se gestan reyertas como la del domingo. Además de un par de escuetos comunicados y su presencia en el sepelio de su camarada, poco han dado a conocer los Blues alrededor de su versión de los hechos o del carácter de su «Abuelo». Acercándose todo lo que ha sido posible a la figura del fallecido, llama poderosamente la atención la aparente contradicción entre lo que cuentan de él las personas cercanas en su día a día y lo que refleja su ficha policial , en la que constan una decena de antecedentes entre 2001 y 2013.
Padre de dos hijos
Francisco Javier, de 43 años, era un asiduo de la herculina plaza del Humor, muy próxima a la calle Franja, en la que habitaba encima de una de sus peluquerías. Esta zona de la ciudad, céntrica y llena de tránsito dada la gran densidad de locales de tapas, ha pasado toda esta semana recuperándose del golpe. El silencio que reinaba en la zona en las horas siguientes a la muerte de su vecino solo era roto por algunos que, todavía incrédulos, se apresuraban a hablar de él como un hombre «tranquilo y que no se metía con nadie». Las mismas personas señalaban que se le veía «casi todos los días» paseando con su mujer y jugando cariñosamente con su hijo de 4 años, el menor de los dos que deja. «Llegaba aquí, se tomaba un café y leía la prensa. Nunca lo vimos meterse en problemas», subraya otro cliente habitual de la churrería de la plaza, que también apunta que al caer el atardecer se solía marchar en dirección al barrio de Monte Alto para reunirse con sus compañeros de los Blues. Allí, igual que los fines de semana, volvía a ser Jimmy.
A pocos metros del Humor, en San Andrés, su familia regenta una tienda. El lunes, todavía rotos por el dolor y con el cadáver en Madrid, abrían para atender un compromiso. Su madre pedía unos días de tranquilidad, pero todavía reclamaba con más fuerza el final de la violencia en el fútbol. La mujer mostraba su indignación por los comentarios vertidos por algunos sobre que su hijo no era realmente aficionado del Deportivo, sino tan solo un camorrista, y desmentía la mayor afirmando que «era socio desde los 14 años». Al mismo tiempo, casi sin querer, su grito enseñaba la verdadera lección de este suceso: que el fútbol solo debería ser fútbol.
La ficha policial de Jimmy desmiente la imagen de hombre tranquilo: le constan antecedentes por tráfico de estupefacientes (en la misma grada del Dépor), robo con fuerza y con violencia, malos tratos en el ámbito familiar, quebrantamiento y dos reclamaciones. Su última detención es de mayo del año pasado cuando participó en una reyerta en el coruñés bar Pescador entre miembros del Riazor Blues y radicales del Real Zaragoza. No era de los que se quedaban en segundo plano cuando había enfrentamientos entre hinchas y cada vez que podía, pese a su maltrecha economía, viajaba para ver jugar a su equipo. El último le costó la vida.