REAL MADRID

Ancelotti, la flor de su secreto

El técnico italiano es el culo de Muñoz y la pachorra de Del Bosque

Ancelotti, la flor de su secreto EFE

HUGHES

Cuando no era posible esperar nada después de la Décima , Ancelotti consigue que el Madrid juegue como no jugó en años y que funcione sin resentimiento un centro del campo que parecía una reinserción de mediapuntas.

El año pasado ahormó el elenco florentinista en un 4-3-3 reconvertible al 4-4-2 de esa forma en que para la Séptima Heynckes logró que en Amsterdam, por un día, cada cual ocupara su lugar (las Copas de Europa se ganan aquí con sistemas de una noche). El entrenador bueno para el Madrid es el que consigue mandar el día que toca. Es la gracia de Ancelotti, en quien nunca se sabe dónde empieza lo que manda y dónde acaba lo que obedece.

Míster sutil entre Liedholm y Sacchi, ganó en todos los países donde entrenó y ha sabido entenderse con Berlusconi, con Abramovich, con el jeque del PSG y con Florentino, que es lo más parecido a un jeque que tenemos aquí. Ancelotti es el culo de Muñoz y la pachorra de Del Bosque. A un entrenador del Madrid lo mejor que le puede pasar es que le digan que tiene flor y que por la calle no le griten el «¡Deles caña, míster!». En realidad, más que la autoridad, en el Bernabéu se ha valorado la suerte. La flor.

Frente al entrenador solitario (Irureta en su hotel coruñés), Ancelotti viaja con entorno. Familia y amigos que paga él y que le evitan la soledad desquiciante de un Sacchi en Madrid o el otro riesgo de vivir en el Txistu a pensión completa.

Los periodistas le hacen ojitos en las ruedas de prensa y en los estadios de España ya no se pita al Madrid. Aquí estuvo Capello, al que llamaron centurión y «pusieron en la frontera» tras ganar dos ligas. Pues Capello sería lo que Campanille reprochaba de aquel general romano que ganó una batalla porque su hijo, entre las filas, había incumplido bajo amenaza de ejecución una de sus órdenes: «Como padre te abrazo; como general te condeno a muerte».

Ancelotti sería una versión mucho más lógica del general romano: «Como padre te tiro de las orejas; como general te abrazo». Mientras se gane... De la alternancia entre la monserga artística (sistema, sistema, sistema) y los «míster látigo» nos ha librado Ancelotti, que ha entendido Madrid, con lo que era Madrid, antes que nadie.

Ancelotti, la flor de su secreto

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