segunda b / grupo iv

La rabia sale en Sevilla

Los goles de Fran Machado, Jona y Josete sirven para volver a remontar otro partido que comenzó cuesta arriba

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

«¡Vamos chavales, vamos!», gritaba Calderón mientras palmeaba a cada jugador que pasaba por su lado. «¡Venga, joder, venga!» arengaba el vasco Garrido a voces en la bocana del túnel de vestuarios visitante de la ciudad deportiva del Sevilla. «¡Está el partido para traerse los tres puntos, señores!», animaba Josete dando con su pronóstico en el clavo. Y pasó lo que tenía que pasar. Que con ese hambre, con esas ganas, con esas ideas, con esa humildad ganadora y con esa piña, este Cádiz tiene que ser lo que fue ayer en Sevilla: indestructible.

Los gritos y arengas anteriores se dieron poco antes de saltar al césped para disputar la segunda parte. Porque el equipo se ha unido en la adversidad y se nota en cada lance del juego, en cada momento de convivencia.

«Esperar que no estamos todos», dijo uno de los titulares antes de que el equipo saltase al terreno de juego. Faltaban Aulestia y Fran Machado y si falta alguien se nota porque se le estima. Ese es el espíritu, ese el rollo, ese es el camino. Llegaron el cancerbero y el mediapunta y saltó el Cádiz al campo como nunca. Unido y compuesto, un bloque donde hasta los suplentes sonríen desde el banco si se gana, si se compite, si hay tensión. El ejemplo más claro de todo esto fue Airam, que pese a estar jodido por su suplencia no quitó para que fuese el primero en esperar cerca de los vestuarios a sus compañeros para animarlos nada más acabar el primer tiempo. Su palmadita en la espalda a uno y su choque de palmas a Jona, su ‘adversario’ en el nuevo sistema de Calderón. Que más da si lo que importa es el escudo que ambos llevan en su pecho. Ayer el equipo demostró más que nunca ser eso, UN EQUIPO. Y cuando eso sale a relucir que se quiten de en medio todas las joyas de la cantera sevillista.

El Cádiz salió ‘ganador’ nada más empezar. Desde el principio se vio algo parecido a los primeros compases del partido ante el Cacereño pero con más convicción, con más cabeza.

Los primeros quince minutos fueron de control cadista. El once de Calderón salió con otro temperamento, con la intención de mandar, con la idea de jugar en campo contrario. Y lo consiguió aunque con pocas ocasiones. Tan sólo algunos centros de Andrés Sánchez que se fueron a las manos del meta David Soria y alguna que otra imprecisión de éste fue lo único peligroso. Pasado ese cuarto de hora se acabó lo que se daba y la muchachada sevillana tomó la palabra, comenzó a templar el partido, a tocarla, a ganar terreno y claro, le pasa lo que le pasa a este Cádiz tan debilucho en defensa. Corría el 25’ de partido y Moi aprovechó el espacio que le concedió Andrés Sánchez, con la inestimable colaboración de Juan Villar, para centrar a media altura al corazón del área, donde Juan Muñoz, entre queriendo y sin querer, se revolvió con el balón de maravilla para quedarse solo ante Aulestia y ser derribado por Josete al que le perdonaron la roja. Desde los once metros, Carlos Fernandez adelantaba al filial. Al once amarillo, por enésima vez, le tocaba remar contracorriente.

Lejos de venirse abajo, y como acostumbrados a recibir un palo para enmendar la plana, el Cádiz volvió al partido. El primero en intentarlo fue Fran Machado, que se internó en el área rival pero su centro no encontró el remate ni de Jona ni de Kike Márquez, que llegaba al segundo palo.

El Sevilla Atlético tampoco había hecho nada del otro mundo para merecer el premio del gol y el Cádiz supo creerse que no estaba siendo ni tenía porqué ser inferior al filial y no se descompuso. Poco a poco, retomó como pudo el control del balón y se hizo presente en el campo rival. En una de ellas, Kike Márquez tiró de astucia para sacar rápido una falta y coger dormida a la defensa rival para que gran Machado, con gran calidad y una preciosa vaselina a David Soria en el 37’ de partido, empatase.

Por el buen camino

El Cádiz sabía que iba por buen camino y lo siguió andando con fe y credo en la continuidad. Tanta confianza tenía en el plan diseñado que nada más empezar la segunda mitad, Kike Márquez –otra vez él– puso un centro que cabeceó de maravilla Jona para adelantar al equipo y dar la razón –ya era hora– al trabajo de su entrenador.

La reacción sevillista la encarnó Juan Muñoz, que remató dentro del área visitante pero vio como la mano providencial de Aulestia evitaba un empate que hubiera caído como una losa en las sensaciones gaditanas. Con el 1-2 en el electrónico, ahora las contras eran del Cádiz. Juan Villar supo lleva una muy bien para acabar cediendo el balón a Fran Machado, pero el pase de la muerte que buscaba a Jona encontró un rival y se fue a córner. Pero la muerte, para el Sevilla Atlético, llegó con el saque de esquina y el testarazo contundente de Josete, que se elevó con una potencia bárbara y remató con una violencia inapelable para mandar el balón a las redes del filial hispalense.

Ya puestos, el Cádiz se lanzó con alegría y buen gusto a por el cuarto. Con jugadas trenzadas y nunca vistas llegaban oportunidades para grabarlas en vídeo. Así le anularon un gol a Jona por claro fuera de juego y así se presentó Villar, tras una gran jugada con Espinosa, solo ante Soria, pero su disparo no encontró puerta cuando lo que merecía la jugada era el gol .

Entre medias, si anteriormente le perdonaron la expulsión a Josete, mediada la segunda mitad le perdonaban la segunda amarilla a Cotán por agarrón a Fran Machado. Estaba tan controlado el tema que ni los jugadores cadistas protestaron más de lo normal.

El partido rodaba sin ocasiones, lo que era magnífico para el Cádiz, que por otro lado supo no salirse de donde estaba. Garrido no paraba de gritar para que nadie bajase los brazos, Espinosa y Jona, más tarde Navarrete y Airam, no se cansaban de presionar. El equipo era un bloque y la concentración reinaba en el ambiente. Ese es el camino y desde que llegó el golpe en Melilla se han dado cuenta en el vestuario. ¡Que bueno!