Gran Premio de Canadá
Amargo aniversario de Alonso
El español se retira al cumplir su carrera 300 en la Fórmula 1. Vettel gana en Montreal y se coloca líder del Mundial

De repente el año se ha nublado para Fernando Alonso en la Fórmula 1. El decente comienzo de curso, con la conquista de puntos en circuitos de todo pelaje y condición, empieza a adquirir un tono gris plomo, de antiguas andanzas conocidas con el motor Honda. En Canadá se retiró el español, nueva avería en el McLaren que ya muestra lo que se temía a principio de año: ni es tan fiable su propulsor Renault como se imaginaba ni es tan rápido el chasis del coche que se suponía debía devolver al asturiano a la primera línea. Al contrario, Alonso celebraba su carrera número 300 y tuvo que abandonar. La Fórmula 1 se enfría en España con el ovetense palideciendo de nuevo. Es su segundo abandono consecutivo después del rejón en Mónaco por la caja de cambios. Dijo Alonso que se aburría entonces, dejando en el horizonte una puerta abierta a su adiós a este deporte. Esta semana encuentra otro aliciente en una categoría distinta: corre las 24 Horas de Le Mans con el bólido favorito, el Toyota. En Montreal ganó Vettel y se colocó líder del Mundial. Por un punto adelanta a Hamilton.
Navegaba Alonso por la zona tibia, esa que no estimula. El McLaren que conduce no alcanza ni en sueños a la tropa que manda este año en la F1, los dos Ferrari, los Mercedes y los Red Bull. Seis bólidos que salvo error, omisión o accidente, gobiernan con varios cuerpos de ventaja sobre el resto. Unas veces manda uno en función del tipo de circuito, la configuración del circuito o el día del piloto. Y Alonso está muy lejos de ese escalafón. Por eso encuentra la motivación en el Mundial de Resistencia, un certamen sin gran tradición en España, pero que a él lo ubica en la pole el próximo fin de semana.
En Montreal ha habido de todo durante muchos años. Trazado complejo, de largas rectas, potentes frenadas y sinuosa pista urbana. La primera curva, en esa chicane estrecha, ha visto todo lo imaginable. Pero no este domingo. Incluso en eso parece que se ha enfriado la F1.
Hubo, sí, un accidente entre el neozelandés Hartley y el canadiense Stroll, cuyo padre empresario (dueño de Tommy Hilfiger y Michael Kors) le compró una plaza en Williams para la que no está preparado. Salió el coche de seguridad, pero ahí se acabó la carrera.
Sin grandes novedades en la salida, Vettel construyó el tipo de victoria que se recuerdan de él por su época en Red Bull. Estampida desde la pole, sucesión de vueltas rápidas sin tener que pelear con nadie y cierta apariencia de comodidad en un Ferrari que parece el segundo mejor coche de la parrilla.
Unido todo esto a la desidia que aparenta Hamilton en las últimas carreras, sin el hambre de costumbre, sin enseñar el morro a los rivales, Vettel se marchó sin oposición. El Red Bull es un gran coche, pero el motor Renault no corre tanto en circuitos rápidos.
Vettel gana y celebra en el amargo aniversario de Alonso. No solo la victoria, sino también el maillot amarillo. Aprovecha el quinto puesto de Hamilton para situarse como líder del Mundial por un solo punto. Eso sí, no se equivocó como la organización de la carrera, que decretó la bandera a acuadros una vuelta antes de lo establecido.