500 Millas Indianápolis

Alonso, a por la botella de leche

El español aspira a ganar hoy las 500 Millas y a recoger el singular trofeo que recibe el vencedor

JOSÉ CARLOS CARABIAS

Uno de los principios que asientan la industria Fernando Alonso reside en la determinación de sus ideas. El piloto, sus colaboradores, su mundo, sus tentáculos, jamás consideran el qué dirán, la versión políticamente correcta de los hechos. Su visión siempre es práctica, cuantificable o empírica. Tal vez por eso el mundo del automovilismo gira hoy su mirada hacia Indianápolis, una ciudad amable que en los últimos tiempos ha sido colonizada por las pandillas de Chicago y California. Alonso busca un desafío extremo e improbable: ganar las 500 Millas. Un territorio desconocido en Europa, punto de peregrinaje en América. El deportista español solo necesita una botella de leche para sentirse vivo otra vez, competitivo al máximo. Es, como la chaqueta verde en el Masters de Augusta o el adoquín de la París-Roubaix, el trofeo que corona al vencedor.

Alonso firmaba el viernes por la noche autógrafos en un evento de neumáticos que nada tiene que ver con él y se paseaba por las calles de Indianápolis en una ceremonia conjunta con los 32 pilotos que lucharán contra él. Lo ha hecho sin rechistar porque se le nota motivado, conectado otra vez a su pasado victorioso.

La ilusión mueve a todo el mundo, también a él, quien generó el mayor impacto en los últimos treinta años del motor al omitir su presencia en el prestigioso Gran Premio de Mónaco de F1 para opositar a una competición en la que es un novato cualificado. Fue como un rayo en un día de sol.

«No espero nada ni me preocupa nada –dice el protagonista de la historia–. Soy nuevo, es una experiencia que me apetecía vivir y está llena de alicientes. Cuando me baje la visera del casco solo quiero sentir y disfrutar».

En dos semanas de preparación para las 500 Millas, el ovetense ha cambiado la piel. De las decepciones del motor Honda y los abandonos empujando el coche de F1 al quinto puesto en la posición de salida en Indianápolis, un propulsor que funciona y un reguero de expectativas respecto a las posibilidades de su talento.

No falta quien asegura que su iniciativa única podría enmarcarse en un gigantesco reclamo publicitario (ha captado dos patrocinadores personales en quince días) y en una aventura lúdica (se aburre en la F1 viendo como los demás le adelantan). Pero la realidad es que Alonso se sigue sintiendo un guerrero de la competición a sus 35 años, 16 años después de estrenarse en la F1.

«Ilusión tengo cada fin de semana de la Fórmula 1 –discrepa el español–. Siempre doy el máximo de lo que tengo. Es cierto que luchar por la victoria te llena de orgullo. Desde el punto de vista de la experiencia vivida, la misión está cumplida. Luego veremos hasta donde llegamos y cuál es el resultado ».

La operación Indianápolis ya ha sido un éxito popular para Alonso. Su presencia es permanente en las televisiones, su garaje es el más transitado por los aficionados y cada vez que se monta en un carrito de golf para atravesar doscientos metros del paddock el fervor del público tiene algo de paroxismo al estilo de las estrellas del fútbol.

Desde otra dimensión, Fernando Alonso y McLaren-Honda están recogiendo los frutos comerciales, publicitarios y estratégicos que no llegan en la Fórmula 1. «Esto es magnífico para el deporte del motor», asegura el jefe de McLaren, Zak Brown, un gran agente comercial metido ahora a directivo.

Con su gente

Las 500 Millas de Indianápolis suponen además un vértice en el futuro de Alonso, cuya pretensión es seguir en la Fórmula 1 y encontrar un camino hacia un tercer título. De momento ha descubierto un desafío para su gen competitivo: la triple corona. Cualquier mañana de éstas anunciará que compite también en las 24 Horas de Le Mans, una carrera de resistencia, también icónica, también única por su tradición.

Como el motivo de la convocatoria es excepcional, el piloto se ha rodeado de su mundo. Las personas que lo acompañan por el planeta se han juntado en Indianápolis: su novia, la italiana Linda Morselli, su manager y mano derecha Luis García Abad, sus fisioterapeutas Fabrizio Borra y Edoaldo Bendinelli y su asistente personal, Alberto «el Galle».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación