Vuelta a España
Valverde no se resigna ante Roglic
Ataca en el Acebo y afianza la segunda plaza. Victoria a la americana de Kuss, el gregario del líder
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En la cima del Acebo, entre un enjambre de antenas y repetidores desde donde se divisa un océano de crestas en tono calizo y verde más allá de la frontera con Castilla, Primoz Roglic recoge su colección de maillots: un torito por el rojo y una especie de puercoespín por el verde. Tiene la cara colorada, como buen eslavo, después de un esfuerzo supremo en Asturias. Hasta la cuesta de hormigón del santuario en las montañas le ha exigido un poco más Alejandro Valverde, el incombustible y único español que da lustre a la general de la Vuelta. El campeón del mundo no se resigna, no pacta. Pelea. Pero es pegamento compacto el esloveno, igualmente tenaz en la defensa de su jersey. Valverde iluminó una etapa de aspecto anodino con un ataque valiente que le proporcionó dividendos: 41 segundos sobre Pogaçar y Supermán, 1m.26s. ante Nairo Quintana. Encomiable intento que, de otra manera visto, se resume así: en el Acebo ganó el gregario estrella de Roglic, Sepp Kuss, un estadounidense que brindó al estilo americano del mountain bike, chocando las manos al público cuando entraba a meta.
La actividad es frenética en Cangas de Narcea una hora antes de que el pelotón asome la nariz. Laboriosos empleados de Unipublic ubican colchonetas en rotondas e isletas, precintan cruces y sintonizan con la Guardia Civil para prevenir a la población: aplausos sí, pero no brazos extendidos con los móviles en la carretera. La Vuelta atraviesa un frondoso paraje de la Asturias profunda y bella, bellísima, donde las casas de los pueblos cuelgan de la ladera, las calzadas-cuesta se empinan al cielo, hay muchos animales atropellados en los caminos y los ríos paralelos al tránsito de coches y ciclistas dan sensación de vida y cierta prosperidad.
A la vera del Narcea, un grupo de jubilados sudafricanos recorre el norte de España siguiendo la Vuelta en bicicleta y caravana. Asisten fascinados a los paisajes, la gastronomía, la afabilidad de la gente. Invitan al personal a café en un bar que conecta con las imágenes de la Vuelta antes de las 13:18. Vienen desde Durban a España por el reclamo cicloturista. También han estado en el Tour. «En el Tour hay mucho estrés. La Vuelta es más agradable».
La camarilla sudafricana observa cómo se monta la fuga en el desfiladero que conecta Tineo con Cangas de Narcea. 17 escapados con personal de calidad (Marc Soler, Ion Izaguirre, Tao Geoghegan, Óscar Rodríguez o Sepp Kuss). Resuelto el primer expediente del día, la etapa se apaga. Penetra en el sector previsible y aburre. Se escalan los altos del Acebo (por la vertiente más dulce), el Connio y Las Mujeres Muertas sin más entonación que el vocerío del público asturiano, entregado a la causa. El Jumbo ejerce como un robot , como su líder eficaz e insípido. Es el Sky de la Vuelta, un tren sin fisuras ni rendijas a la vista.
La escalada final al Acebo por la falda sur exige otro guión. Es casi una pista forestal, con un baño antiguo de asfalto que desprende polvo a raudales. Nunca se ha subido en la Vuelta. Y el escalafón de las piezas se ordena por calidad y piernas. En la fuga se impone el vuelo ágil, un colibrí huesudo de Sepp Kuss, el mejor ayudante de Roglic, que quiere su cuota de popularidad, una victoria para refrendar su ambición.
Y en el vagón de los elegidos se impone esta vez el latigazo espacioso y prolongado del campeón del mundo. Es Valverde quien no se aguanta a la rueda de Roglic y emplaza al líder a una caminata por el sendero ceñido y bacheado. No alcanza esta vez el joven Pogaçar, que tenía cuatro años cuando el Bala subió por primera vez al podio (tercero en la Vuelta 2003). Tampoco Supermán López, a quien parece se le acaba la gasolina. Y menos a Nairo Quintana, quien deja otro mensaje en las declaraciones. « No voy a llorar ahora . Es lo que pasa cuando llevas a tope desde enero».
En vez de enzarzarse, Roglic y Valverde se turnan en los relevos. Colaboran. Al español le va bien distanciar a los demás, afianzar su segunda plaza. El esloveno avanza sobrado. «Se trata de llegar rápido a meta», resume. El más feliz es su gregario . Sepp Kuss triunfa en el santuario del Acebo y lo celebra como los bikers. Nada de ceremonias y protocolos. Extiende las manos para agradecer a la gente su entusiasmo y compartir así su bienestar.