Vuelta a España

Los socios de Van der Poel siempre ganan

Como en el Tour y el Giro, Philipsen se impone en un esprint para el Alpecin, el mejor equipo de segunda división

Photogomezsport

Esta funcionalidad es sólo para registrados

El ciclista más presionado de la Vuelta al mediodía, sol de justicia en Caleruega, 423 habitantes al sur de la provincia de Burgos, el pueblo entregado y festivo en el verano a la caravana de las bicis, es Diego Rubio. El corredor del Burgos-BH se siente obligado a rendir como si fuera un escalador en Alpe d’Huez, candidato a la fuga para honrar al patrocinador, tres etapas de la Vuelta en la provincia castellana, todo el apremio para los modestos ciclistas del Burgos, que juegan en casa. El abulense Rubio escapa, muestra el maillot, consume minutos de televisión, promociona por el mundo el contenido morado de su producto. Y hasta ahí, porque consumar la obra es misión imposible. La Vuelta ha concedido este año opciones a los velocistas y sus equipos no permiten un desliz. En la avenida Vitoria vence Jasper Philipsen, belga del Alpecin, el mejor equipo de segunda división con licencia para concursar en todas las grandes, la tropa del fenómeno Van der Poel que siembra el terror en todas las primeras semanas de las mejores carreras. Ha ganado en las etapas iniciales del Giro, el Tour y la Vuelta. Merlier, Van der Poel y ahora Philipsen.

Son cientos de hectáreas de campos de cereal bendecidos por el sol y la nada. Algunos viñedos en las inmediaciones del Duero salpican la carretera que conduce de Caleruega a los sueños ciclistas. Los autobuses de los equipos generan un atasco impensable, estilo M 30 a los ocho de la mañana, entre los trigales segados por la única vía alternativa de entrada al pueblo. Es un entorno veraniego de aspecto fantástico, terrazas llenas de personal con ganas de vivir, de disfrutar de la sombra y de un espectáculo como la Vuelta, que acampa y aparca en lugares insospechados para sus habitantes.

Diego Rubio es ajeno al guirigay que se organiza en Caleruega. La Vuelta está pendiente de las normas sanitarias, del cumplimiento de reglas para no mezclar burbujas, de un sentido de la responsabilidad con la carrera. Y Rubio solo piensa, como sus compañeros, en enganchar la fuga, en ejecutar un plan. Le ayudan sus 195 centímetros, su planta de rodador por el desierto tórrido de Burgos. Lo consigue.

Establece puente con Sergio Román Martín (Caja Rural) y Mikel Azparren (Euskaltel). Los humildes, tres invitados a la Vuelta, se vigilan entre sí con la misma ferocidad que Movistar, Jumbo o Ineos. Está en juego no el éxito, sino la supervivencia , el futuro de un equipo ciclista pendiente de decisiones políticas provenientes de la Diputación de Burgos, la Caja Rural o la Fundación Euskadi.

«Tenemos que coger la escapada sí o sí. No hay otra alternativa», cuenta Rubio en Caleruega. Lo que puede ser una charla cordial es un punto de cierta tensión porque el ciclista tiene prisa por ir al autobús para que le reparen una mínima fricción en la rueda delantera.

El trío emprende camino con el horizonte hipotecado, como tantas fugas en tantas tardes de ciclismo. Consumen energías frente al viento, la llanura despoblada y el paso por los pueblos donde la gente demuestra que es agradecida por naturaleza en el ciclismo. Animan a todos, a Rubio y su tropa, y al último pasajero del pelotón.

La escapada no va a ningún lado porque el Deceuninck, el Astana, el Alpecin y el Emirates así lo quieren. La ley del ciclismo. «No nos ha dejado coger tiempo como para soñar» , dice Rubio en la meta después de ser cazado y descolgarse.

La Vuelta no circula por las estrechas carreteras del Tour, no hay tantos pueblos, la densidad de población es menor, pero las caídas no hay quien las evite. En Burgos se parte el pelotón por un trompazo de dos Bora (Gamper y Meeus). Solo Adam Yates cede tiempo (36 s.) entre los mejores.

El esprint es una reunión internacional de poderío global. Deceunink (Jakobsen), Bike Exchange (Matthews), UAE (Molano), Astana (Aramburu) y Caja Rural (Aberasturi). A todos se impone, y con velocidad de sobra cortando por la izquierda, Jasper Philipsen. Un refrendo del poder del mejor equipo de segunda, el Alpecin de Van der Poel, que ganó la segunda etapa del Tour y fue líder una semana, y que se agenció la segunda etapa del Giro con Tim Merlier. El nuevo ciclismo.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación