Vuelta a España

Sangre y solidaridad en La Mancha

El pelotón espera a más de cien corredores por una caída a 11 kilómetros de meta. Victoria de Philipsen. Elissonde, nuevo líder

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Viene el día como el inicio de la Vuelta. Plomizo. La ausencia de elementos que fraccionen la prueba, ciclistas con poca pegada y montaña escasa han arrinconado la emoción en esta primera semana, que avanzaba con tedio por las llanuras de La Mancha camino de Albacete y de otras expectativas en el Levante. Pero a la galbana le sucede, inevitable, el rechinar de dientes. Sangre esparcida entre calor. Caída colectiva que implica a más de cien corredores atrapados entre los campos de cereal. Sufre Mikel Nieve, golpeado por todos los ángulos, sangra en la espalda Romain Bardet, ganador de la reciente Vuelta a Burgos y candidato a lucir en la montaña, y se desespera Rein Taaramae, dos caídas en dos días desde que es líder. El tren de cabeza despega a once kilómetros, pero es casi cómica su carencia de ciclistas. Por solidaridad o por falta de efectivos, el grupo espera a la enorme mole de unidades que aprieta por detrás. En Albacete se juntan todos, salvo los más desgraciados, y en el esprint vuelve a ganar el equipo de moda, Alpecin. Segunda para Philipsen . Elissonde es el nuevo líder.

Son líneas negras como finos trazos de pinceles sobre un lienzo que nunca acaban. Son las carreteras de La Mancha. Desde el aire, a vista de helicóptero y de realización televisiva, parecen hilos de seda que se despliegan como culebras colosales para sellar la tierra a la costa. Es el escenario incomparable y único para fomentar la energía eólica, ahora que la factura de la luz nos devora. Plantaciones de modernos molinos de viento salpican hoy la tierra como los gigantes que demonizaban al ingenioso hidalgo. El espacio natural reservado al viento, el que volvía locos a los protagonistas de «Volver», la película de Almodóvar. En el ciclismo, el dios eolo es sinónimo de temor y angustia para la mayoría, y de sorda satisfacción para una minoría que, de cuando en cuando, sale victoriosa de los abanicos.

Pero es tal la turra que se da al público con la posibilidad de viento , con la gracia de las formaciones diagonales en la carretera, los ciclistas metiendo cuneta para cortar al perseguidor, que si no asoma el aire de costado, aquello se retrata insípido en una sosería.

El viento

Sucedía eso camino de Albacete, el pelotón procedente de Tarancón, jornada cien por cien manchega. Una nulidad si no había viento, un recuento de heridos si pasaba lo contrario. Por la idiosincrasia de la zona, se recuerda a los ciclistas que un día llevaron La Mancha y sus pueblos a los confines del mundo a través del ciclismo. Luis Ocaña, el francés de Priego (Cuenca), el español de Mont de Marsan, vencedor de la Vuelta de 1970. El incombustible Federico Martín Bahamontes , hijo de Toledo, ganador del Tour, héroe de un país en la posguerra que nunca consiguió la Vuelta. José Luis Laguía, eterno velocista de montaña, triunfador en cinco reinados de las cumbres. O, en otra dimensión menor, Jesús Herrada, último maillot rojo español de la Vuelta.

Estaba la parroquia dando unos cabezazos terribles en el sofá, tan aburridos por la escapada de los tres modestos españoles de rigor (Sánchez, del Burgos, Lazkano, del Caja Rural, y Azparren, del Euskaltel) y la segura caza del pelotón que la caída fue un escalofrío en la espalda. «Había mucha tensión , algo de viento lateral y no sé cómo no hemos ido al montón», explica Imanol Erviti, del Movistar.

Surgen los pequeños dramas en el amasijo de hierros, bicis partidas y pieles rasgadas en el asfalto abrasador. Quemaduras, sangre, dolor y poco lamento en una suerte desgraciada y habitual en el ciclismo. Se daña de verdad Mikel Nieve, se dobla Bardet muy herido, vuelve al suelo el líder Taaramae, se raspa el costado Supermán López, se cae sin consecuencias Landa . «Vamos muy nerviosos, muy juntos. Todos queremos estar delante y es imposible», reflexiona el alavés. Un centenar de ciclistas atrapados a 11 kilómetros. «Adelante se han tomado un pequeño respiro y hemos entrado bien», sigue Erviti.

Acción y reacción en un instante. Mentalidad de supervivientes. Salvo Bardet, ningún favorito queda atrás . El reagrupamiento es general en una medida de gracia que es instantánea y espontánea. El maillot rojo se retrasa más de la cuenta y pierde el tren. El ciclismo no espera. El segundo en la general, Kenny Elissonde, recibe un premio imponente en la meta. Es el líder de la Vuelta. «Es el ciclismo, la vida. Nadie quiere las caídas, pero...», dice el francés.

El Alpecin vuelve a trabajarse la llegada , al nivel del Deceuninck y por encima de los demás equipos de primera división. Es un grupo moderno y que engancha. Vence Jasper Philipsen, segunda del velocista belga, quien somete esta vez al ciclista preferido del pelotón, el holandés llegado del umbral de la muerte, Fabio Jakobsen.

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