Vuelta a España
Roglic, una roca entre los ciclistas millennials
Gana su segunda Vuelta después de levantarse del destrozo del Tour en el año de los ciclistas adolescentes
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Primoz Roglic (Zagorje, Eslovenia, 31 años) ha esquivado el paradigma de perdedor que tan rentable vida le procuró a Raymond Poulidor. El legendario «Pou-Pou», fallecido hace un año, fue un magnífico ciclista que consiguió 184 victorias, pero forjó su fábula porque nunca ganó el Tour ni vistió el maillot amarillo pese a perseguirlo durante catorce años. Poulidor fue, en realidad, un sabio. «Cuanto más desafortunado era, más gustaba al público y más dinero ganaba. Llegué a pensar que ganar era inútil». A Roglic se le cayó el mundo encima el pasado 20 de septiembre. Un estruendo planetario en el ciclismo porque su compatriota Pogacar le arrebató el Tour que tenía medio empaquetado con 57 segundos. Penúltimo día, contrarreloj en la Planche des Belles Filles, a las puertas de París. Semejante derrota no ha aplacado la autoestima del vencedor de la Vuelta 20. Al contrario. En vez de gimotear o lamentarse, se levantó con coraje, peleó en el grupo de las medallas en el Mundial (hizo sexto), se adjudicó la Lieja luchando hasta el último centímetro en aquel desliz de Alaphilippe y se lleva la Vuelta a España sin ser el clarísimo dominador, apurando las bonificaciones y sudando la gota gorda en la Covatilla ante Carapaz. Acaba el año como el número uno del ránking UCI . El triunfo de la tenacidad.
«Lo conseguí -se felicitó el esloveno nada más acabar la ronda-. Siempre que ganas es hermoso porque siempre es duro ganar. Hay carreras que no he conseguido, que me brindarán nuevos desafíos».
Roglic acabó quinto en aquella contrarreloj del Tour, el gesto desmadejado, el casco flotante en la cabeza, la cara colorada…Perdió y, entre llantos y dolor, se fue a felicitar a Pogacar . Ocho días después, en el Mundial de Ímola, apareció en el momento clave, cuando atacó Alaphilippe y se discutían las medallas. Fue sexto en el grupo que comandó Van Aert en el circuito italiano. En Lieja, Alaphilippe protagonizó una secuencia cómica, digna de la maldición del campeón del mundo, al levantar los brazos antes de tiempo en la meta. Roglic recogió su error, su primer monumento.
Y en la Vuelta, otro ejemplo de obstinación o constancia, que nunca se sabe. Roglic no ha sido el más fuerte en esta ronda montañosa, como todas las de Javier Guillén. Carapaz y Carthy se han mostrado más solventes cuesta arriba . En el Angliru, el esloveno perdió el paso y sus rivales no aprovecharon el momento. Y en la Covatilla encontró la rueda amiga de su compañero Hofstede y más tarde, el viento a favor de Movistar con Marc Soler y Enric Mas.
Pero entre medias, Roglic fue sembrando. Ganador de cuatro etapas - hecho que solo ha sucedido cinco veces en la Vuelta, Heras (2005), Zulle (1997), Rominger (1993), Berrendero (1942) y Deloor (1936)- y captor de muchos segundos bonificados que, al final, han sido decisivos.
Por no hablar de sus consistentes apariciones en el circuito mundial. De sus trece últimas carreras por etapas , el esloveno ha ganado nueve, y ha sido segundo (una vez), tercero (dos) y cuarto (una). «No sé si soy el mejor del mundo. He sido el mejor de la Vuelta» , dice el esloveno.
Por esos números concluye el incalificable 2020 como número uno mundial de la UCI. Es el año de los millennials, los ciclistas adolescentes que han explotado el mercado. Pogacar (con 21 años) se impuso en el Tour. Tao Geoghegan , con 25, venció en el Giro. Remco Evenepoel (20) ganó todas las carreras en las que concursó en 2020 hasta que se cayó por un puente en Lombardía. Van Aert (26) gana esprints del Tour (2), clásicas (San Remo, Strade Bianche), platas en el Mundial contrarreloj o en ruta. Van der Poel (25) es el hacha de las clásicas. Y Marc Hirschi (22), la sensación del último Tour.
Roglic tiene 31 años, y solo hace nueve (con 22) aún era profesional como esquiador de los saltos de trampolín . En los Alpes julianos de su Eslovenia, junto a las imponentes montañas de Triglav, Mangart o Jalovec donde las autoridades de su país albergan centros de alto rendimiento para los deportes de invierno, Roglic se entrenaba con aspiraciones de liderazgo. Había sido campeón del mundo juvenil por equipos en 2007, había subido muchas veces al podio en pruebas por Europa, pero no conseguía su objetivo, ser el mejor saltador del mundo. Siempre había uno mejor que él. Un accidente pavoroso en uno de sus saltos le terminó de convencer para cambiar de deporte. Con 22 años se pasó el ciclismo, la modalidad que le servía como entrenamiento para el trampolín. Quería ser el mejor ciclista del mundo. Los penúltimos días del Tour y la Vuelta amenazaron con convertirle en un nuevo Poulidor. «Si hubiera ganado el Tour, nadie hablaría de mí », decía el mítico francés. Roglic no ha hecho suyo ese legado.