Vuelta a España

Roglic se hace grande en la Vuelta

En la contrarreloj, cuarto triunfo del esloveno. Carthy sorprende con un gran tiempo y Carapaz pierde el liderato

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La Vuelta aterriza en el Mirador de Ézaro con un rictus de alivio, la mochila libre de piedras porque el recuento de PCR decreta buenas noticias. No hay positivos por Covid en la ronda. Como sucedió en el Tour, la carrera avanza inmersa en una burbuja que funciona, repleta de restricciones e incomodidades para todos. Corredores que van del hotel a la carretera y vuelta al hotel sin contacto con el exterior, residentes en una planta del alojamiento con salas especiales para desayunar y cenar. Una Vuelta sin público en las metas, sin animación en las salidas que sobrevive por el trabajo eficaz de sus gentes, alguno de los cuales asegura estar a punto de entregar su salud, tal es la angustia por la amenaza de la intromisión del virus en la carrera. Los 681 análisis realizados (528, a los equipos y sus ciclistas) no revelan ningún contagio. La mejor noticia a cinco días de la conclusión de la prueba.

Desde el Mirador de Ézaro, Roglic puede deleitarse con el magnífico paisaje del estuario de Dambre que separa las rías altas de las rías bajas. Ézaro es una pared , una carretera hacia el cielo que inquietaba al esloveno por los recientes recuerdos de septiembre. La contrarreloj era un calco de aquel escenario donde perdió el Tour ante Pogacar. Treinta kilómetros de llano y dos de subida al muro gallego.

El Pogacar de Roglic se llama Hugh Carthy, inglés de 27 años, vencedor en el Angliru, la fisonomía de un paraguas : 1,93 metros de estatura y 60 kilos de peso. Carthy es el apellido en el final de la Vuelta porque se marca una contrarreloj de escándalo, mejor tiempo que Roglic a 21 kilómetros de meta en un trazado llano como la palma de la mano.

En ese ejercicio de cabeza que requiere regular las fuerzas y dar todo sin vaciar el depósito, Enric Mas pierde fuelle muy pronto y asume que no podrá luchar por la Vuelta y es probable que tampoco por el podio. Carapaz se defiende en un terreno que no le seduce, más bien le amarga. Y Carthy, escalador lleno de confianza, reta a Roglic y le propone una reedición de la tarde negra del Tour.

El esloveno tiene mentalidad férrea . No se hunde en recuerdo de su Waterloo personal. Reduce la desventaja con el británico a un empate técnico a 9 kilómetros del final.

La Vuelta adquiere color porque la teoría indica que, como escalador que es, Carthy puede mejorar sus registros en la subida a Ézaro. «Si me lo dices hace dos semanas, sí me hubiera sorprendido, pero después de la victoria en el Angliru, Carthy está lleno de confianza », dice Juanma Gárate, el director del E. First.

Pero Roglic se crece en la adversidad. Hace un cambio de bici para la subida a Ézaro digna de la Fórmula 1. Llega a toda velocidad, se baja rauda de la bici de contrarreloj y se desliza a toda mecha con la montura normal para escalar la pared. En esos dos kilómetros, el esloveno se rehace y vuela. « Hace mucho tiempo que no ganaba una contrarreloj y estoy súper feliz. Me ha sorprendido lo fuerte que me he visto en la subida», cuenta Roglic, que lleva cuatro etapas.

Carapaz se ha desinflado y ha perdido el liderato. Está a 39 segundos de Roglic, otra vez en rojo. Carthy se deja 25 seg y se coloca a 47. Nadie más cuenta para ganar la Vuelta, una carrera que se suele decidir por escasa diferencia. Roglic lo tiene y no quiere perderlo otra vez.

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