Vuelta a España
Roglic grita su sentencia en los Lagos
Sensacional ataque de Egan Bernal que culmina el esloveno después de una fuga a dúo. Miedo táctico del Movistar
Una flecha amarilla atraviesa el Lago Enol mientras la lluvia descarga con fuerza en la cumbre mítica que un día se adueñó de la Vuelta. Primoz Roglic lanza un alarido que se escucha rotundo en los Picos de Europa. Aullido liberador, triunfador, definitivo... Un grito de campeón que resume un día con hechizo. Desenlace festivo que justifica las otras tardes plomizas, magnífica y vibrante secuencia por los puertos asturianos que se cobra víctimas y decreta una resolución con aire de sentencia en los Lagos de Covadonga. Roglic, que tenía todo por perder, impone su clase y su potencia superior frente a la voluntad y el deseo del otro campeón que se exhibe luminoso en la neblina envolvente de Cangas de Onís. Egan Bernal rompe la carrera, desarma al grupo, exige categoría a sus rivales a 60 kilómetros de meta, en un puerto fascinante, la Collada Llomena que marca un antes y un después. Luego se hunde el colombiano en los Lagos, exprimido por Roglic, el cansancio y los perseguidores. Para el Movistar es un día lánguido, sumido en la tristeza del miedo o la angustia por la presencia de un peligro o un mal. Demasiada precaución, mucha contemplación y poca resolución efectiva. La jornada pertenece a Roglic, autor de un número estupendo, y en su medida a Bernal. La Vuelta parece sentenciada.
En un bucle en forma de lazo a las afueras de Cangas de Onís se ventila la Vuelta. Por la Collada Llomena alumbra la carrera con un destello el colombiano Egan Bernal, cuyo espíritu combativo contagia y emociona. Faltan 60 kilómetros, la ascensión en curso y los tremendos Lagos de Covadonga. Pero al ganador del Giro y del Tour le importa poco. Nada justifica su estancia impasible en el pelotón. Se lanza a vivir la vida, la aventura que es el vacío. «Lo que me gusta es montar en bici, competir y salí a divertirme», explica luego con gracia.
En las rampas explota la Vuelta. Al gesto alegre del suramericano replica en primera persona Roglic, que lleva a su fiel Kuss y al intenso Kruijswijk a su lado. Entiende el esloveno en un rapto de lucidez que es el momento de los líderes, no de los secundarios. Impulsado por su vehemencia, ‘Supermán’ López busca la conexión. Son pocos metros, cincuenta, setenta, pero suficientes para establecer barreras. No entra y lo engulle un pelotón de captores que dedica la jornada a la persecución.
El descenso de la Collada es un sinvivir, escalofríos van y vienen porque llueve, la trazada es peligrosa y Egan Bernal se la juega en cada giro. Faltan 40 kilómetros para medirse a los Lagos y la pareja en fuga no duda. ha puesto la directa, maravillosa su osadía. «No lo he pensado. Salí a por Bernal y no miré más», cuenta Roglic.
En el tramo llano hasta Covadonga se juega la Vuelta. Bernal y Roglic relevan y se entienden, muerden en cada pedalada, el gesto tenso, el ánimo alto. Por detrás solo trabaja el Bahréin para el australiano Haig. El Movistar se reserva . Sus líderes, Enric Mas y ‘Supermán’, no se dan por aludidos. Guardan vatios, no van a por Roglic y Bernal.
Gracias al esfuerzo de los Bahréin, la fuga de los cracks no es un sangría. A los Lagos llegan con dos minutos y tal vez dudas por el esfuerzo acometido. Roglic impone un ritmo alto y Bernal es la víctima. Cede y termina sometido por el tranco de Poels y Mader. La lluvia glorifica el empeño de Roglic, que ha venido a la Vuelta a divertirse, a resarcirse del Tour que todavía no ha ganado. Su ascenso a la cumbre de los Lagos es poderoso y definitivo. Un ciclón que aguanta el paso, reclama su pedestal y grita su sentencia. Es el mejor y como tal se expresa en la cima.