Ciclismo
Purito se pasa al mountain bike
En su nueva vida de ciclista retirado, el catalán correrá la mejor prueba de bici de montaña formando pareja con Hermida
Al anunciar su retirada en el Tour, compungido y afectado, Purito imaginó su nueva vida en colores. Aprender a ser padre, metabolizar la convivencia con una familia a la que saludó demasiadas noches por Skype, ir al cine, llevar a los niños al colegio cada mañana... Pero Joaquín Rodríguez (Parets, 37 años), que así se llama el ciclista español que no ganó ninguna grande y se granjeó el cariño del público, lleva dentro el veneno de la bici. No ha dejado de pedalear desde los tres años. «No sé vivir sin el ciclismo», cuenta a ABC. Cuatro meses después de colgar los bártulos y despedirse con un palmarés honorable (dos Giros de Lombardía, Flecha Valona, plata en el Mundial, segundo en la Vuelta y en el Giro, campeón de España, Vuelta al País Vasco, Volta, tres años número uno mundial), Purito cambia de montura. Se pasa al mountain bike. En marzo correrá la prueba con más prestigio de la bici de montaña, la Cape Epic en Sudáfrica, junto al medallista olímpico José Antonio Hermida.
«No puedo abandonar el deporte. El corazón es un músculo demasiado potente y no conviene que deje de bombear», comenta burlón por teléfono mientras conduce para asistir hoy a la presentación de la Vuelta a España 2017 en Madrid.
Su nueva ocupación consistía en ejercer como enlace entre los ciclistas y los directores del Bahréin-Mérida. Una bisagra con conocimiento del terreno que también prestará su imagen de marca al equipo con capital árabe en ferias, presentaciones de bicicletas, visitas a las fábricas... Pero por la mente activa del catalán bulleron otras ideas. Y una de ellas ha cuajado en los jeques de Bahréin. Trasladar su ingenio al mountain bike.
«La pedalada cambia completamente -explica el ciclista de Parets del Vallés-. Es más ágil y un problema para mí, que siempre me ha gustado llevar mucha tranca (desarrollo). Bajando soy un patán . Te das cuenta de que los bikers son unos artistas en el dominio de la bici. Eso sí, subiendo tienen que pillarme». Purito competirá en la Cape Epic, el Tour de Francia del mountain bike, desde el 19 de marzo en pareja con Hermida (plata en los Juegos de Atenas 2004) a través de un recorrido de ocho etapas y 641 kilómetros. El desafío de Purito tendrá continuidad en otras pruebas similares, ya que, según dice, «no puedo ponerme como un ceporro. Sigo entrenando y lo haré siempre porque es lo que me gusta».
La desconexión del ciclismo profesional lo ha trasladado al síndrome del jubilado prematuro. Tipos que han habitado en hoteles de medio mundo y reaparecen por casa sin saber qué hacer. «Reconozco que hay muchos días que estoy descolocado -se sincera-. No tengo obligaciones profesionales. No tengo que desayunar tal número de calorías, ni pensar que hoy toca un entrenamiento con series, ni estirar porque hace mucho frío, ni ir al gimnasio. Es lo que he hecho toda mi vida, como un robot. Te levantas y hay días que piensas, ¿y hoy qué hago?».
«Me encanta agotarme»
Purito es el hombre de la botella siempre llena, optimista exacerbado, sin un lamento en la boca en un deporte que habla demasiado de miserias y días malos. «No he tenido ni un día malo en el ciclismo profesional. La suerte me ha sonreído. He disfrutado del deporte como un enano y esa agonía del ciclismo la conozco desde los tres años. Me encanta llegar a casa agotado».
El retiro le ha transportado a las cosas que nunca hizo. Pequeños placeres de la vida. «Practicar el esquí de montaña , hacer el cabra con el trial junto a Toni Bou, juntarme con media parrilla de MotoGP que viven aquí en Andorra y salir con ellos a esquiar y, sobre todo, adaptarme a la vida de mis hijos, Pablo y Elsa. Antes eran ellos los que se tenían que adaptar a mí, viajar conmigo al Teide, visitarme en las concentraciones o ir a las carreras. Y no podían tocarme cuando llegaba reventado después de seis horas de entrenamiento».
En la aspiración de llegar a ese agotamiento supremo , el catalán empezó a realizar carrera continua, una actividad contraindicada por los especialistas médicos para los deportistas que han residido en un sillín. La hiperactividad le duró poco. «Me he roto por todas partes». Lo suyo es la bicicleta. Y mientras prepara su entrada en el mountain bike, no pierde de vista la escuela de ciclismo que montó en Andorra, en la que cincuenta chavales salen los fines de semana y aprenden el oficio sin otra pretensión que divertirse. Como su mentor. «No hago planes ni castings de futuro -concluye-. En mi escuela los niños solo quieren disfrutar. Si un día sale un profesional, mejor».
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