Peter Sagan se niega a claudicar

Con un historial repleto de muescas, 113 victorias, tres campeonatos del mundo consecutivos, 12 etapas en el Tour, siete maillots verdes de la regularidad, el Tour de Flandes y la París-Roubaix entre otras conquistas de altos vuelos, Peter Sagan es un novato en el Giro de Italia que se busca la vida para descifrar un curso aciago e inexplicable para él. Todavía no ha ganado. Tampoco lo hizo en Villafranca Tirrena, sede del esprint de la cuarta etapa, última en Sicilia, que estuvo a punto de arrimar a su colección. Por milimétros se la llevó Arnaud Demare, el francés de Groupama.

Sagan demuestra la vergüenza torera de los grandes campeones. Lejos de dejarse llevar por la apatía o la desilusión, pelea en todos los terrenos, se esfuerza como nunca y gestiona sin aparente rabia la derrota diaria. Le sucedió en el Tour, cuando se tiró con todo el peso de su leyenda contra el irlandés San Bennett en persecución del octavo maillot verde de la regularidad en el Tour.

Se fue de vacío y en las mismas se encuentra en este Giro que avanza descontrolado , como casi todos los Giros de la historia, con bidones saltarines que provocan caídas y perros a los que esquiva en el pelotón.

En la cuarta etapa había un puerto de segunda cortando en dos el día, el Portella Mandrazi, y que dividió el pelotón en dos mitades. En el segundo paquete no entró Gaviria , el velocista colombiano del Emirates.

El esprint se jugó entre otros candidatos. Sagan saltó como una bola de músculos en la recta paralela al mar, y la victoria parecía suya, pero el último arreón de Demare y Ballerini depositó una final a trío en fotofinish con victoria del francés.