Vuelta a España
Mucho humo en el Picón Blanco
Nadie prueba a Roglic en la dura montaña burgalesa. Victoria y liderato para el estonio Taaramae. Carapaz cede un minuto
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Vuelve el público al ciclismo, retumba el Picón Blanco en la Cordillera Cantábrica, emociona la montaña porque es la esencia de este deporte. Riadas de globeros, senderistas, clubes de ciclismo, grupos de amigos, familias y gente variada sin clasificar sube al puerto que conecta Burgos con Cantabria. Genera una atmósfera contagiosa y lúdica en la lengua de asfalto que nace en Espinosa de los Monteros. Turismo de naturaleza vinculado al ciclismo, a los desfiladeros del Ebro, a las peñas cortadas a cuchillo, fantástico paraje desde la cumbre... El escenario está por encima del resultado deportivo. Mucho humo en el Picón Blanco. Nadie prueba a Primoz Roglic, que ha ganado dos Vueltas y tiene una contrarreloj de cierre. Amenazan con tanta timidez el Bahréin y Mikel Landa que se queda en susurro. No puede el Ineos, con su pila de millones para salarios y ganancias marginales: se queda Richard Carapaz, agotado de los Juegos y el Tour y cede un minuto, no rompe Adam Yates, se guarda Bernal. Y no lo intenta Movistar, que llega con tres jerarcas a meta cogidos del brazo. Enric Mas, que se lanza a 300 metros y gana unos segundos, Supermán López y Alejandro Valverde. En la inacción, vence escapado Rein Taaramae, 34 años, llegado de tan lejos, Estonia, nuevo líder de la Vuelta.
Se agolpa la parroquia en la cuneta del Picón Blanco como si aquello fuera el Alpe d’Huez en un julio del Tour . Todo tiene algún sentido en el ciclismo y en cualquier deporte cuando el público, el pueblo, se pone de parte de la emoción, de algún tipo de conmoción afectiva de carácter intenso. El pasillo hacia la cumbre es una sinfonía de exaltación del ánimo por algo que causa interés, admiración o placer. Eso evoca el ciclismo entre sus gentes. Hasta ahí ha enlazado la Vuelta con los habitantes de su país.
El regreso de los seguidores no tiene nacionalidad o color. En las cuestas se anima a todos , sea cual sea el apellido, los rasgos o la patente que anuncia en el maillot. Por la ladera de la montaña burgalesa, cruce de caminos con La Sía, Estaca de Trueba o los valles pasiegos, acampa una multitud que es ajena al resultado, que no conoce el nombre de la mayoría de los pasajeros del pelotón, pero que acude por la épica, la epopeya o a la poesía heroica que destila el ciclismo y los ciclistas.
Muchos aficionados vascos que se han desplazado a la cercana localidad esperan a Mikel Landa, el agitador de ese movimiento tan peculiar llamado el ‘landismo’. El vitoriano, que llegó tarde a la contrarreloj de Burgos y que es una especie de Curro Romero al que importan las sensaciones y no tanto las orejas, quiere decir algo. Pone a trabajar al Bahréin. Pero lo hace sin mucha sustancia. Padun, Caruso y Poels no descuelgan a casi nadie, pelotón de 30 corredores. «No tenía mucha confianza antes de la Vuelta, pero estoy con los mejores», dice Landa, que elige en esta Vuelta el camino de la regularidad y la cautela.
Nadie intenta echar abajo la fuga de ocho (Bayer, Soto, Bol, Calmejane, Dombrowski, Amezqueta, Elissonde y Taaramae), que se queda en cuatro en las primeras cuestas del Picón y luego es una autopista a la gloria para Rein Taaramae, 34 años, veterano combatiente , toda la vida en esto.
El Movistar parece encantado de conocerse. Tres pilotos cerca de la pole, todos con buenas sensaciones, Enric Mas, López y Valverde en plenitud de pulmones y piernas. Tampoco asoman la nariz para ganar la etapa o, en su plan mensual, probar el estado de Primoz Roglic. El equipo telefónico suele hacer de la necesidad virtud, principio del estoicismo, que supone sacar ventaja de las desventajas y beneficio de las desgracias. No asume ese papel beligerante.
Carapaz se queda, la única noticia del día que él mismo anticipó el viernes ante la prensa. «Quiero una etapa». No está para la general. Ataca Cabedo, del Burgos BH. Todo dicho. Roglic pierde a Kuss, pero no sufre. Gana Taramae y la Vuelta, que acaba de empezar, sigue rodando.