Vuelta a España

Gredos encumbra a Pogaçar y Roglic es el campeón

El prodigio esloveno logra su tercera etapa y saca a Nairo Quintana del podio. Roglic no sufre para ganar

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La penúltima estación de la Vuelta transporta a un envoltorio colosal medio desconocido para el gran público. Es la Plataforma de Gredos en la serranía de Ávila, montañas descomunales, carreteras solitarias y pueblos recios equipados para el invierno que cuelgan de las laderas. Es el paraíso del senderismo, los hoteles rurales con encanto, la gastronomía contundente, los paisajes de roca granítica, vegetación baja y profusión de gargantas de agua que circundan el río Alberche. Es territorio de ciclismo, donde gusta y se valora desde que Ángel Arroyo fue a conquistar el Tour. Es tierra de ciclistas duros, criados en el frío de la meseta alta, la charla escasa y la bicicleta. Chava Jiménez , un genio siempre en el recuerdo, Carlos Sastre , un ganador del Tour diseñador de una etapa fantástica, Pablo Lastras, Curro García o Paco Mancebo. En sus puertos de asfalto rugoso y poco transitados se han firmado páginas memorables de ciclismo: Hinault, Jalabert, Frank Vandenbroucke... Nadie cruza de paseo la sierra de Gredos, alimento de gladiadores. Aquí dejó su sello un talento con aspecto de prodigio. Tadej Pogaçar, 20 años, hizo gala de su atrevimiento y firmó un número sensacional. Su tercera etapa, el maillot blanco, el podio que le arrebató a Nairo Quintana. Brillante ante la actitud apocada del Movistar, que no inquietó a Roglic en un terreno propicio. El esloveno ganará hoy la Vuelta en Madrid, su primer gran trofeo.

Sastre, con la anuencia del director de la Vuelta, ha preparado una encerrona combinada con tradición. En la falda sur de Ávila mezcla los puertos de Pedro Bernardo, Serranillos y la Peña Negra con el alto de Navatalgordo . A este punto llega el pelotón inapetente, la meta está lejos, más tres de horas, pero el panorama resulta estremecedor. Una lengua de hormigón, estrecha y ondulante, penetra en la montaña en el giro a la izquierda para alcanzar la carretera de Navatalgordo, Navalosa y Hoyocasero, donde las nieves bloquean caminos y las heladas curten el carácter de la gente. Nada sucede, salvo una fuga condenada a morir y un pelotón al paso del Jumbo donde nadie busca pelea.

Ya se ha cruzado Serranillos, donde Hinault destrozó la Vuelta de 1983 en un ataque de caimán que sepultó, tal vez para siempre, a un ciclista de clase fría, Julián Gorospe. Nada sucede, salvo el desgaste de energía por la cordillera.

Llueve en Gredos , una bendición para la tierra seca y los ríos mustios. El agua que se recibe como el maná para la región es un castigo para los corredores, porque en el puerto de Peña Negra (un primera de 14 kms y desnivel medio del 6%) se junta con el fortísimo viento al que no detiene ningún árbol. Nadie molesta a Roglic, que viaja ya sin su guardia y con un colchón amplio en la general.

Surge, como siempre, el Astana en postura lanzadera para Supermán López. No se resigna el fogoso colombiano (que pidió disculpas a Valverde y que éste aceptó muy a regañadientes), pero tampoco fractura el grupo.

Sí lo hace Pogaçar, que no atenta contra Roglic sino que se divierte atacando. Vuela en Peña Negra el segundo esloveno y el Movistar decide defender la tercera plaza de Nairo Quintana en Madrid antes que intentar ganar la Vuelta con Valverde. «Estoy encantadísimo con la segunda posición, ni me lo podía imaginar al empezar la Vuelta», se felicita el campeón del mundo en la meta.

Pogaçar le saca los colores al Movistar porque cuatro corredores (Pedrero, Marc Soler, Valverde y Quintana) no le quitan tiempo al talento joven, que sonríe en pleno esfuerzo y recibe el apoyo de su familia. Valverde ha perdido el pinganillo y el público le informa que puede perder algo más: la segunda posición. Acelera el campeón del mundo en la fantástica llegada a la Plataforma de Gredos, naturaleza a pleno pulmón, puerto de tercera, para evitar un descalabro. Hoy, con 39 años, compartirá honores con la pareja eslovena que ha encumbrado la Vuelta.

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