Vuelta a España

Un gorrión asalta Javalambre

Triunfo del modesto Madrazo en la cumbre de Teruel y ataque de Valverde que descuelga a Nairo Quintana

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Huele a embrague quemado en la cima del Observatorio de Javalambre. Y eso en ciclismo es señal inequívoca de puerto exigente, rampas de nivel y mucha primera velocidad en los coches que escalan con los corredores y, mucho antes, con los globeros que tratan de imitarlos por la mañana. Las montañas, las cumbres que rozan los 2.000 metros, suponen un día de fiesta en la Vuelta. Y nadie más que el pequeño Ángel Madrazo, apodado el Gorrión, lo celebra hasta la extenuación. Está tirado en el suelo, las manos en la cabeza, las lágrimas, el recuerdo de su mujer y sus hijos, los años duros en los que nadie le conocía. Ha ganado para el Burgos BH en el primer coloso y tiene más motivos que cualquiera para llorar. El paraíso del modesto es el respeto de los gigantes. Mucho miedo en el escalafón dominante, aunque el puerto hace daño por las ráfagas de Valverde, que descuelgan a Nairo Quintana, y el impulso de Supermán López, de nuevo líder. Aunque el más competente parece Roglic, grapado al campeón del mundo. En Javalambre cedió mucho personal, Quintana (40 segundos), Chaves (casi un minuto), Higuita y Aru (más retrasados) y quedó claro que Roglic viene a ganar.

En Arcos de Salinas, a pie del puerto, están en fiestas, suena el «Sufre, Mamón» de los Hombres G y las cervezas son a euro. El pueblo recoge la esencia del ciclismo. Colorido, globos, serpentinas, «Arcos de Salinas con la Vuelta» rotulado en cartulina por las paredes de las casas. Magnífica atmósfera en la España vaciada, la que transcurre durante cuarenta kilómetros sin encontrar un alma o un pueblo, parajes olvidados donde la gente disfruta y se mezcla con la carrera, orgullosos de dar alojamiento.

El puerto es sensacional, adornado por un riachuelo y con tramos peliagudos, donde es fácil imaginar la dificultad para escalar hace tan solo un año, cuando había tierra y asfalto descarnado en vez de alquitrán nuevo recién plantado. No hay pintadas para los ciclistas, sino para la región arrinconada. «Teruel existe» , «Torrijas vive».

También viven los ciclistas humildes. Los del Burgos BH compartían hotel con el Sunweb del exlíder Roche y, en la convivencia, veían cómo los corredores del equipo holandés/alemán duermen en colchones privados última generación, cada uno con su nombre.

El Burgos BH tiene mucho recorrido en el ciclismo, desde que era Cropusa y en 2008 se transformó en equipo semiprofesional gracias a la Diputación de Burgos. Quince años por carreteras desclasificadas , incluidos problemas con el dopaje, hasta llegar a hoy, éxtasis total para los castellanos y su gorrión.

Madrazo, 31 años, trotamundos del pedal, da espectáculo en la subida a Javalambre después de que los equipos grandes despreciasen la fuga y los tres escapados se presentasen con casi nueve minutos en la base del puerto. Madrazo es especial, espontáneo, se queda en los tramos duros y regresa a la rueda de su compañero Bol y de José Herrada. «Subir a ritmo me mata», admite divertido. Una y otra vez, sube y baja como un yoyó. Es como Vinokurov, delante o detrás, pero no en grupo. Ataca y se marcha, luego se queda. El coche del Burgos BH casi lo ha tirado en un choque fortuito. «Menuda cornada me ha dado », dice el cántabro.

«He pensado que hoy Dios estaba conmigo -cuenta en un delirante rueda de prensa- Si no me tira mi coche ni me caigo bajando... Todo estaba de cara y he pensado: no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. A morir».

Por la sierra de Teruel se vacía el Gorrión cántabro, tipo despreocupado que compite sin complejos. «A mi me duelen las piernas, pero a los demás también».

Los grandes, pese a la inapetencia por la etapa, tienen a tiro a Madrazo, Bol y Herrada. Bastan dos embestidas de Valverde y luego Supermán López para descubrir que el trío podría estar muerto. Pero todos se vigilan. Mucho miedo. Hasta que Valverde decide actuar por su cuenta, también él quiere ganar la Vuelta pese a que Nairo deslumbró en Calpe. Se queda su compañero colombiano y siguen solos Valverde, Roglic, López y el esloveno Pogaçar, talento joven del Emirates.

Supermán pega el último hachazo, se despide en busca del maillot rojo, pero a Madrazo ya no hay quien le coja. El pequeño guerrillero del Burgos BH ha atacado a sus compañeros porque lleva el maillot de líder de la montaña - «he visto la pancarta y tenía que puntuar en la cima»-. El arreón le lleva a la victoria, a su momento de gloria y a la comparecencia de prensa más jovial que se recuerda. «Si me enrollo mucho, decídmelo», ruega riendo a los periodistas porque hoy es el único que no quiere abandonar el Observatorio de Javalambre.

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