Vuelta a España
Desencanto en un puerto sensacional
Fuglsang estrena La Cubilla y Valverde se retrasa en una etapa montañosa sin gran castigo
![Desencanto en un puerto sensacional](https://s3.abcstatics.com/media/deportes/2019/09/09/fuglsang-ka5--1248x698@abc.jpg)
De repente surge un puerto Tour en una ladera de los Picos de Europa. Una bendición revestida de encanto. Casi treinta kilómetros desde la minera Pola de Lena, pegada a la autopista Oviedo-Madrid, hasta el límite de la provincia de León por las entrañas encrespadas de un paisaje soberbio. Los ciclistas no lo aprecian porque carecen de tiempo para estas cosas. Trabajan mientras el resto de la humanidad disfruta del panorama. Ellos sufren en su asfalto rugoso y antiguo, se deslizan durante 35 o 40 minutos por una carretera sin grandes desniveles pero agotadora, que castiga piernas y coches. Pero allí no pasa casi nada. La capa montañosa previa que invita a todo, San Lorenzo, la Cobertoria, es terreno de oportunidades para especialistas, no para los favoritos. En el estreno de La Cubilla vence el danés Fuglsang, habitual del décimo puesto en el Tour, corredor de categoría. Pero en el grupo de notables solo Nairo Quintana se desconecta para siempre, si no estaba ya desconectado. Valverde, enorme el día anterior en el Acebo, se retrasa unos segundos (23) respecto a Supermán López, Pogaçar y Roglic. Nada cambia.
Tres horas antes de que los corredores escalen La Cubilla, tiene lugar en el el imponente puerto una romería de globeros. Ciclistas aficionados, solitarios entusiastas, niños, ancianos y alguna peña tan numerosa como una escapada masiva se citan con la caravana de la Vuelta en una ascensión desigual. Los ciclistas, que en Asturias son legión y un 90 por ciento de ellos se reunieron en La Cubilla, creen que la carretera les pertenece por un día. Aquellas rampas hoy son suyas.
La convivencia no siempre funciona. Muchos ciclistas aficionados, no todos, suben en paralelo o en triple fila, se asocian por grupos y bajan lanzados la cuesta después de coronar. Los coches de la organización, prensa o patrocinadores esquivan bicis y maillots como pueden y, en el peor de los casos, se cuela algún coche sin acreditación que avanza en modo tortuga. Total, la ascensión a La Cubilla en 35 minutos para los ciclistas profesionales ocupó casi 50 minutos a los coches que abren carrera.
El puerto inédito hasta ayer ofrece una visión estelar de la sierra de Ubiña, donde los vecinos piden carreteras nuevas que conecten los pueblos. Es magnífico para el ciclismo, largo, tendido, interminable, estrecho... Un puerto Tour. Como dijo Roglic el día anterior, «el Galibier español». A La Cubilla, que se convertirá sin duda en asiduo, ya solo le quedan cien años de historia para parecerse al coloso alpino.
Al puerto y su base minera llegó un pelotón anestesiado. Como si el Jumbo-Visma fuera el Sky intratable de Froome en el Tour. El equipo holandés se coloca en formación una vez la fuga se construye y nadie molesta al maillot rojo. Pero da la impresión de que Roglic rocía de cloroformo a sus enemigos . En Asturias había terreno para lanzar andanadas y, aunque el Movistar y el Astana colocaron piezas por delante, nada sucedió en el pelotón por San Lorenzo y la Cobertoria, dos primeras con descensos complicados.
En la fuga el corredor del Murias Mikel Bizkarra pierde el sillín de su bici y se descuelga en una imagen incómoda para él y cómica para el espectador. Hay gente competente (Gilbert, De Gendt, Luis León Sánchez) y el que se marcha es Fuglsang, brillante su temporada con los triunfos en Lieja y en el Dauphiné. «Vine a ayudar al equipo y a ganar una etapa».
La Cubilla se sube a gran velocidad y Supermán López (otro Astana) suelta el muelle. El colombiano es uno de los ciclistas más valientes, indomable su espíritu. Su derrote hace daño y Nairo Quintana, que parece en esta ronda enfadado con el mundo, se descuelga. No es el típico bamboleo de segundos de la Vuelta, una carrera que suele decidirse en la distancia corta. Nairo se desengancha, pierde 2min 33seg.
A Roglic le cuesta responder al impulso de López. Son diez o quince segundos en los que el líder duda o no puede. Y rápido despeja la incertidumbre: sigue la estela de Pogaçar y se grapa al líder del Astana. Pogaçar parece un fenómeno, cada día más. « No temo a la tercera semana , estoy deseando que llegue -dice Roglic-. En el Giro me quedé pero recuerdo el Tour de hace unos años, donde estuve muy en forma».
El único que queda al descubierto es Alejandro Valverde, rezagado después del fogonazo en el Acebo. El murciano tiene a la vista a sus enemigos, no hay destrozo, sino simple demora. En la meta empuja al esprint y deja 23 segundos. «Eso y nada es lo mismo », resume antes de emprender viaje a Burgos, donde hoy el pelotón descansa.