Ciclismo
Una clásica de culto para Alejandro Valverde
El campeón del mundo debuta en el Tour de Flandes, la carrera de los muros adoquinados con 102 años de historia
Todavía queda un horizonte del ciclismo que el público español no ha descubierto. Las colinas encrespadas de poca altitud, los muros de adoquín que acaban en berg, las pendientes nocivas que rebosan aficionados, la ardiente mezcla de cerveza belga, pasión y fervor flamenco en un entorno rural que, cada primer domingo de abril, concita más gente que en cualquier etapa del Tour. Un rincón al oeste de Bélgica que reúne todos los condimentos para convertirse en el corazón del ciclismo. La carrera que lo tiene todo para disfrutar de un espectáculo arrebatador. Es el Tour de Flandes, el segundo de los cinco monumentos que hoy conocerá Alejandro Valverde, campeón del mundo y debutante en esta clásica de culto a unos días de los 39 años, y que vuelve a visitar el asturiano Iván García Cortina, protagonista la pasada primavera.
Este deporte santifica sus cinco monumentos, Milán-San Remo, Tour de Flandes, París-Roubaix, Lieja-Bastogne-Lieja y Giro de Lombardía. Flandes cumple hoy 103 ediciones y es la más joven de este quinteto que alimenta la decana (Lieja), disputada por primera vez en 1892. El Tour de Flandes se estrenó el 25 de abril de 1913 , cuando aún existía el Imperio Otomano y Antonio Maura dimitía en España como jefe del partido conservador.
Cada clásica ciclista conserva una identidad que es su sustancia. En Flandes son los muros, minúsculas cuestas en una tierra agrícola que evoca episodios de siglos pasados, de carros tirados por animales para alcanzar las granjas pertrechadas en las colinas, de tractores utilizados en la labranza para llegar a las zonas húmedas y más fértiles.
Carreteras estrechas y pavimentadas en adoquín por una cuestión de estética y resistencia. En el Tour de Flandes cada cima expresa un ritual de esfuerzo y extenuación para llegar a la meta de Oudenaarde, 270 kilómetros después de salir de Amberes. El Oude Kwaremont, el Paterberg, el Leberg, el Koppenberg y, como símbolo de todos ellos, el Kapelmuur o, en francés, el Muro de Grammont.
Esta rampa, su empedrado, ha acogido alguna de las gestas más hermosas del ciclismo. Cunetas abarrotadas de público entregado que anima del primero al último en esa lengua de piedra que atraviesa la localidad de Geraardsbergen hasta la capilla: 1.075 metros de ascensión al 9,5% de desnivel, pico máximo del 19%, 110 metros de altitud y un desnivel acumulado de 93. El Kapelmuur se estrenó en 1950 y suele definir el desenlace de la prueba, tal es su inclinación y la dificultad para franquear en pelotón una calzada por la que apenas cabe un coche. Los favoritos lo superan a ritmo, pero en el grupo son frecuentes los tapones y el pie a tierra para superar esa mezcla de dureza, desnivel y gentío. « En Flandes te tratan como un gladiador», define Pablo Lastras, exciclista y hoy director del Movistar.
Ningún español ha ganado Flandes en 102 ediciones. Juan Antonio Flecha, un ciclista atípico por su gusto por las clásicas, es el que más se ha acercado, tercero en 2008. El palmarés de la carrera es una sinfonía de banderas belgas (69 victorias) , siempre los corredores locales en homenaje a la tradición ciclista de su país. Italia y Holanda suman 10 éxitos cada una. Tom Boonen, Johann Musseuw y Fabian Cancellara tienen tres.
Pero en el ciclismo moderno de las clásicas manda el Deceuninck, antiguo Quick Step. Gilbert, Jungels, Lampaert o Stybar pueden ganar. También el nieto de Poulidor, Mathieu van der Poel , reciente vencedor del A Través de Flandes. O su compadre del ciclocross, Van Aert. Están los clásicos: Peter Sagan en baja forma, Van Avermaet, Tersptra (último vencedor), Kristoff o Devolder. A todos ellos, a la tradición centenaria, al Kapelmuur y a 270 kilómetros se enfrenta Valverde, un debutante de 38 años sin nada que perder.