Vuelta a España
Bennett y los velocistas son excepción
El irlandés del Bora gana en una de las escasas oportunidades para los esprinters, con el vitoriano Aberasturi cuarto
En cada recodo de la Vuelta, en el control de firmas de Ibi o en la meta de Alicante, se aprecia la jerarquía diversa. La seriedad y el gesto adusto que transmiten los equipos grandes, los que que manejan gruesos presupuestos que justificar, contrasta con el alborozo o la espontaneidad que rezuman los modestos. José Cabedo, el director del Burgos BH, graba vídeos, atiende a cada aficionado y busca el encuentro con la prensa, agradable y educado. «Ya tenemos premios por la combatividad y llevamos el maillot de rey de la montaña. Para nosotros es un tesoro». Ángel Madrazo, su guerrillero de gafas apodado el Gorrión de Cazoña que escapó del pelotón una vez más, lleva dos días con el jersey de lunares y también lo garantiza este martes. Un botín. En la órbita del Burgos circulan el Caja Rural y el Euskadi-Murias, los humildes españoles que buscan su lugar en la Vuelta durante esta semana. La ilusión convive con la realidad. Camino de Alicante había opción de sprint, una modalidad casi extinta en esta ronda. Los velocistas son una excepción para el modelo de negocio de Unipublic. El irlandés Sam Bennett ganó en el nombre de Peter Sagan y un vitoriano sin complejos, Jon Aberasturi, enseñó el dorsal en ese núcleo de rarezas. Cuarto.
La vida es laboriosa en los puestos de descenso del ciclismo. Las tres escuadras españolas invitadas a participar en la ronda como integrantes de la segunda división ( los equipos World Tour tienen derecho por sistema ) compiten entre sí en ese hacendoso y perseverante camino que consiste en dejarse con la mitad de la mitad de la mitad del presupuesto de los mejores, sin el supuesto despliegue de watios y clase que despliegan los ciclistas de la cúpula. Bregan en carreras sin foco por Portugal, Bélgica, Francia o España, en crónicas de ámbito provincial que rara vez traspasan fronteras. Salvo en la Vuelta a España.
La Vuelta es su grial. Su objetivo primordial y casi vital de cada temporada. Un año enfocado a esta cita. «Es una gozada haber participado por primera vez en la carrera y haber ganado una etapa. Es la felicidad absoluta» , cuenta Jon Odriozola, exciclista guipuzcoano que se empeñó en abanderar la tradición del País Vasco y sacó el equipo Murias, que no es nacionalismo vasco sino una proyección del gusto por la bicicleta, sin más. El pasado verano Óscar Rodríguez, el escalador navarro, se impuso en la terrible Camperona y el Murias se comenzó a creer.
«Es una maravilla que los pequeños ganemos a los grandes. Sientes que tu profesión tiene sentido», comenta Odriozola, que mantiene la fe ciega en Rodríguez y espolea a sus jóvenes cachorros. Como ayer.
Héctor Sáez (Murias), Ángel Madrazo y Diego Rubio (Burgos BH) se lanzaron al consumo de kilómetros por las escarpadas y áridas colinas que circundan Ibi, Novelda, Monovar, Sax y demás poblaciones que hicieron del juguete o del calzado su modo de vida antes de que la invasión china de Wish o AliExpress penetrasen en nuestras vidas.
Protagonismo español en la ronda doméstica y en un deporte que ha trasladado a los españoles a emplearse en las estructuras extranjeras. Solo un equipo de España luce en los carteles de la primera división, el Movistar, y los demás se encuentran a años luz en cuanto a presupuesto y posibilidades. Pero en el resto de los equipos, en puestos de dirección deportiva ( Zandio en el Ineos, Matxín en el Emirates, Patxi Vila en el Bora o Bingen Fernández y Alex Sans en el Dimension Data ) o en labores auxiliares de masajistas, mecánicos o preparadores, muchos españoles se ganan la vida con el ciclismo.
El vitoriano Madrazo, el abulense Rubio y el manchego Saez emprendieron la senda tantas veces repetida en la historia del ciclismo. Estirar el cuello durante horas y caer en la panza del pelotón cuando los grandes decidiesen. Saez pasó en cabeza de la Vuelta a unos metros de su pueblo, Caudete, una motivación extra para cualquier ciclista.
En el descenso hacia Alicante, quedó claro que el Jumbo asume su hegemonía, y Roglic muestra la misma ambición con la que desafió a Froome y el Sky hace unos años en el Tour. El esloveno capturó un segundo de bonificación en un sprint intermedio y su director puso a la locomotora alemana, Tony Martin , para evacuar ciclistas de las primeras posiciones o plantear un corte imprevisto por el aire. El impulso de Tony Martin condujo al pelotón a 65 kilómetros por hora en los últimos diez kilómetros.
Apenas hay esprinters en la Vuelta por pura lógica. Casi no hay sprints. Los velocistas llevan años esquivando la ronda o haciendo malabarismos para arañar algún éxito entre las cuestas y los sobresaltos que genera la ronda.
El asunto de hoy implicaba al Bora y a su llegador Sam Bennett, irlandés pelirrojo como el líder Nicolas Roche. Hay dos irlandeses en la Vuelta y ambos han cazado pieza. Colombia e Irlanda son las enseñas que ondean.
El sprint fue un monólogo de Bennett, en buena forma como demostró en el Binck Bank Tour belga. Intratable el irlandés frente al belga Theuns, el eslovaco Mezgec y el vitoriano Jon Aberasturi, cuarto en este bazar de extraños.