Bahamontes: águila de Toledo, por rabia y hambre
Primer ciclista español ganador del Tour
Hace unas semanas Federico Martín Bahamontes se sintió al fin hijo de su tierra. A punto de cumplir noventa años, cincuenta y nueve después de ganar el Tour de Francia y de convertirse en una leyenda mundial del ciclismo y en un icono de la España de la posguerra, fue recompensado en su ciudad, Toledo, con una estatua de bronce. Un gesto menor que al anciano le supo a gloria y le reconcilió con sus raíces. Rodeado de sus iguales, españoles vencedores del Tour como Miguel Induráin , Pedro Delgado o Carlos Sastre , Bahamontes sintió que puede reposar tranquilo.
Conversar con Bahamontes supone predisponerse a escuchar, a vivir un viaje en el tiempo, a los ancestros de nuestro país, a la guerra y a las andanzas de los supervivientes. Federico se hizo ciclista por hambre y rabia, por necesidad y honor. « Yo me dedicaba al estraperlo . Bajaba a Torrijos a por pan y harina, y a Gálvez a por garbanzos. Hacía todos los días 60 ó 70 kilómetros cargado de mercancía con la vieja bicicleta de mi padre. La Guardia Civil se apostaba en los caminos... Compraba a dos pesetas y mi madre vendía a cinco », recordaba en una entrevista a ABC.
Una historia detrás de cada palabra. «No teníamos nada para comer». Escarbaba entre los escombros. Un día encontró unos reales y su familia se dio un banquete de arenques, tomates y espárragos. No había carne en aquella España de penurias. «Comíamos gatos que yo cazaba con un tirachinas, pasábamos mucha hambre» .
De la miseria surgió un ciclista que pedaleaba por costumbre, duro como el pedernal de la meseta castellana. Enjuto y moreno al estilo de los escarabajos colombianos que deslumbraron luego en los años ochenta en el Tour. Educado en los caminos, criado en las cuestas de los Montes de Toledo y en las montañas de Gredos... La vida le transformó en un escalador inimitable, al que solo podía seguir en las rampas del Tour otro trepador diminuto, el luxemburgués Charly Gaul .
Federico, así apodado por su tío ya que en realidad él fue bautizado como Alejandro, pidió permiso a su madre –a la que siempre se dirigía de usted– para ir al Tour cuando lo convocó el seleccionador español. Ganó el Gran Premio de la Montaña en 1954 y el maillot amarillo de vencedor final en 1959. El 16 de agosto de agosto de aquel año, Toledo se quedó sin pirotecnia para celebrar el éxito de su hijo pródigo, a quien el patrón del Tour, Jacques Goddet, puso el mote de «Águila de Toledo» por su perfil afilado y sus vuelos por las cumbres. Bahamontes es el ganador vivo más antiguo del Tour y disfruta al fin de una estatua de bronce en la cuesta de su ciudad.
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