Los matagi
«Cuando desaparezca esta comunidad de cazadores japoneses, probablemente también lo haga el oso negro asiático»
Un mes más me entrego con deleite a la lectura del «National Geographic» y tengo la grata sorpresa de encontrar en sus páginas un artículo sobre caza. Se trata de un trabajo sobre los matagi, una comunidad de cazadores japoneses cuyos orígenes se remontan al siglo XVI.
Alex Rodal, autor del trabajo, aborda con tristeza el declive de estos «guardianes del equilibrio natural» que, debido al abandono rural y a la escasa renovación generacional, asisten al ocaso de su cultura ancestral, basada en la caza y regida por las estrictas reglas morales que dicta Yama-no-Kami, su diosa, a la que rezan antes de entrar en su sagrado reino de la montaña.
El antropólogo estadounidense Scott Schnell, reconocido experto en este tipo de comunidades, afirma que, a pesar de las críticas que reciben por parte de grupos animalistas por ser el oso negro asiático –subespecie vulnerable según la UICN– el principal objetivo de los nipones, en su zona de caza las poblaciones de oso permanecen estables o aumentan gracias a las propias comunidades que coexisten con el plantígrado, que son las que han evitado que se extinga: «Cuando los matagi desaparezcan, probablemente también lo haga el animal».
Para él, a pesar de que los matagi han evolucionado en muchos aspectos y hoy utilizan armas modernas, radiotransmisores y chalecos naranjas, «aún conservan muchos ideales y costumbres que los diferencian de los cazadores modernos o deportivos».
Sin duda, estas afirmaciones suponen un paso adelante y, para Rodal y Schnell, al menos existe un tipo de cazador respetuoso y digno defensor de la naturaleza.
Pero ¿qué diferencia a los matagi de muchos cazadores «modernos» que conozco? Creo que realmente poco. Quizás sus presas, pero algunos también rezan antes de salir a cazar y otros van incluso más allá que los japoneses y consideran los radiotransmisores, por ejemplo, un instrumento para la decadencia. Los hay que cazan solo con arco y casi todos aprecian la carne de caza más que cualquier otra. Moralmente, conozco alguno ultraortodoxo y muchos piensan que son los límites de la ley los que deben adaptarse a los éticos y no al revés.
El mundo de la caza es grande y heterogéneo. Hay de todo en la viña, y la sociedad debería entender que muchos cazadores nos negamos a admitir que matamos por deporte y que nos sentimos, y de hecho lo estamos, mucho más cerca de los matagi que, por ejemplo, de quienes viajan a Portugal a matar 500 reses en una «montería» y lo publican para vanagloriarse.