La emoción de la montería

«Los anacoretas y quienes se encuentran a sí mismos en los aguardos nocturnos o en los recechos sigilosos hallan su satisfacción en las cacerías solitarias»

Marqués de Laserna

En el mundo de los cazadores la diversión es la escopeta, el esfuerzo se centra en los recechos y la emoción aguarda en la montería.

Diversión, que viene de diverso, encaja perfectamente con la escopeta, sea por los lances tan diferentes y piezas tan distintas como por el disfrute del componente social en los ojeos de perdices. Con la escopeta nadie se aburre.

Los anacoretas, esos que buscan altas cumbres para acercarse al cielo, y quienes se encuentran a sí mismos en los aguardos nocturnos o en los recechos sigilosos hallan su satisfacción en las cacerías solitarias.

Y aquellos que desean emoción, los que necesitan sentir un nudo en la garganta, son quienes se inclinan por la montería.

Porque en un puesto montero muchas veces se hace muy largo el tiempo hasta que empiezan a oírse los perros, porque soportar tres o cuatro horas con la lluvia tableteando la espalda o bajo un frío polar no son plato de gusto para nadie. La respuesta es que ese momento en que se abre el monte y escupe una bola negra sobre el cortadero ofreciendo breves segundos para tomar consciencia de que es un jabalí, colocar la puntería y ver que «aquello» se derrumba es un derroche de adrenalina que compensa todos los sinsabores.

Personalmente, todavía vibro con un lance en los páramos de Sanabria: Estaba subido en un poco confortable risquete con la ventaja de una posición dominante; a lo lejos se inició una ladra que fue volviéndose más insistente a medida que acudían nuevos perros; lo que fuera arrancó y, aunque estaba distante, no había duda de que era un cochino y venía hacia mí; cada vez más cerca; de pronto los brezos se apartan y a unos ochenta metros irrumpe al claro un marrano; en lo limpio está a mi merced; lo dejo correr y cuando se sitúa de tres cuartos disparo, acusando el tiro; sigo con él y a diez pasos el segundo atraviesa la paleta.

El pulso ha enloquecido, se me ha olvidado si hacía frío, llovía o lucía el sol…, así es la montería.

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