Tiempo de zorzales

Las autoridades deben actuar para poner fin a la impunidad con la que los furtivos cazan estos pájaros

Javier Hidalgo

A estas alturas del calendario, habrá llegado el grueso de las aves migratorias que vienen a invernar a nuestras latitudes procedentes de países de más al norte. Entre ellas los zorzales, el común y el alirrojo o malvís, las más pequeñas de la lista de aves cazables. En mi casa, el mayor de cada generación ha repetido tradicionalmente una frase acuñada en la familia y ritualmente pronunciada cada vez que en la mesa se sirve esta delicadeza cinegética: «El zorzal era el pájaro más chico que comía mi abuelo».

A nuestros vecinos europeos, exceptuados los mediterráneos, que también los cazan, les puede parecer un disparate el hecho de que nosotros les demos el tratamiento de pieza de caza. La verdad es que, siendo objetivos, el mismo disparate les debería parecer el que cacemos becadas o patos de invierno. Pero el zorzal, especialmente el común, Turdus philomelos, cuenta con un mérito que no todas las aves tienen, su canto agradable y musical. Canto que aquí no emiten, pues solo lo producen durante la estación de cría, entre marzo y junio, cuando ya están de vuelta en sus países de origen. Aquí tan solo les oímos ese monótono chip, que pronuncian al arrancar y durante el vuelo, y un rudo chac de alarma. Tan apreciada es su melodía que su nombre en otros idiomas hace referencia a ella. Así, los franceses lo llaman 'Grive musicienne' y los británicos 'Song Thrush'.

En las últimas temporadas el zorzal ha protagonizado numerosas menciones de prensa al caer víctima, junto a otras pequeñas aves, de las modernas cosechadoras de aceituna cuando hacen su trabajo durante la noche. Muchos de estos pájaros, que andan a la fruta del olivar, se instalan para pasar la noche entre las espesas ramas de los árboles dispuestos en seto en las plantaciones de cultivo intensivo y terminan apareciendo aplastados –al igual que petirrojos, currucas capirotadas, mosquiteros, etcétera.–en la cadena de selección y elaboración de la aceituna. Ello ha motivado que en la comunidad andaluza se haya decretado como medida cautelar la prohibición de cosechar la aceituna durante la noche.

Sin embargo, poca atención se ha prestado por parte de las autoridades responsables a una innovadora práctica furtiva que viene esquilmando las poblaciones de estos y otros pájaros. Durante los meses de octubre y noviembre, cuando estas especies invernantes van llegando a nuestra geografía, los delincuentes de la caza emplazan mecanismos electrónicos que reproducen el reclamo del zorzal durante la noche en lugares estratégicos, como elevaciones con arbustos o incluso azoteas con vegetación en macetas, iluminados artificialmente y rodeados de redes invisibles donde las aves viajeras se lanzan atraídas por el familiar aviso. Para otras aves, como los bisbitas, la forma de captura es instalar una batería de trampas cebadas con hormigas aladas alrededor del artefacto sonoro. Las aves que se posan allí durante la noche descubren al amanecer el cebo del engaño y perecen en él.

Al igual que ha ocurrido con el caso de las cosechadoras de aceituna, en el que se impide a los agricultores la recogida nocturna de la fruta, los responsables medioambientales deberían ejercer su autoridad para eliminar esta práctica ilegal que llevan a cabo con impunidad los furtivos.

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