Cazando con red

La desaparición de esta modalidad contribuye a empobrecer nuestro conjunto de tradiciones rurales

Javier Hidaldo

Por segunda temporada consecutiva, echo de menos la imagen de las redes plantadas en nuestros campos para la captura de aves fringílidas: una modalidad más que desaparece contribuyendo a empobrecer nuestro conjunto de tradiciones rurales. Un método de captura de pequeñas aves que entraña profundos conocimientos sobre sus hábitos y su biología. Con reclamos enjaulados y diseminados alrededor del artificio y con señuelos vivos, se detenía a las bandadas migrantes y se las atraía al recinto que, a base de un tirón de los paños de la red mediante una larga cuerda, quedaba cubierto por aquella, apresando así a los pájaros engañados.

Octubre y noviembre eran los meses señalados para esta actividad, tiempo en que los jilgueros, pardillos, verderones, serines, pinzones, etc., procedentes de Europa Central y del Norte, llegan a nuestras tierras para quedarse aquí a invernar o seguir viaje hacia el continente africano. Zonas próximas a la costa, especialmente promontorios asomados a ella, eran los lugares más adecuados para emplazar las redes.

Recuerdo que uno de los regalos que más valoré en mi niñez fue lo que se llama una «afición de red», el conjunto de todos los elementos necesarios para montar la trampa: la propia red con sus varales, estacas y cuerdas y un conjunto de aves enjauladas individualmente, de las varias especies que se pretenden cazar y que avisan con su reclamo a los migrantes, los cuales, una vez rendidos a la llamada, son atraídos por los señuelos que se ponen dentro del ámbito de cobertura de la red, que está debidamente adornado con plantas querenciosas para las diferentes especies. Así, cardos para los jilgueros, lentisco para los verderones, jaramagos amarillos para los serines o blancos para los pardillos.

Disfruté mucho de mi afición de red, que utilicé largos años para el anillamiento científico de aves. El equipo está formado por varias y diversas partes, cada una con nombre propio, lo que enriquece la terminología utilizada en el campo. Así, la jarilla es la estructura a la que se ata el señuelo y está manejada a distancia por una cuerda, el tiro de jarilla; la jú es el soporte en forma de hinco que aguanta el extremo distal de la red; las galeras son las plantas mencionadas antes que atraen a las diferentes especies; el tiro de red es el cordel que acciona el cierre… Igualmente las aves objeto de captura tienen sus nombres vernáculos: chamariz para el serín, verdón para el verderón o jamaz para el pardillo.

Con la conservación como pretexto, esta actividad tradicional y popular se ha ido al traste y nuestro bagaje cultural costumbrista sufrirá con ello el correspondiente menoscabo. La terrible y vulgar globalización da un nuevo hachazo a nuestra libertad y diversidad de acción.

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