Filetes de lobo
La prohibición de la caza de esta especie se ha adoptado con la oposición de las comunidades autónomas que padecen sus efectos perniciosos
Es una gran verdad que el hombre, en su permanente dominar la naturaleza, no debe olvidar a los animales. No menos cierto es que el hombre, al gobernar un país, no debe olvidar a los hombres y eso, además de ser verdad, es un honroso deber para el que, temporalmente, tiene esa responsabilidad de gobierno.
Pero en los tiempos que corren no parece que nada de lo anterior se cumpla. Vivimos unos años difíciles de vivir disfrutando y, además, nada hace presagiar que lo que dejemos a los que nos siguen sea mejor que lo que hemos recibido. Más bien parece que será al contrario.
Y una cosa es no olvidar a los animales, procurar que estos no sufran o no se vean afectados innecesariamente por el dominio natural del hombre, y otra muy distinta es este galimatías filosófico y ahora legal que nuestros gobernantes nos imponen confundiendo la sustantiva distinción entre persona, animal y cosa.
Un animal siempre será un animal, y personificarlo pensando, por ejemplo, en su edad de jubilación obligatoria es tan equivocado y perjudicial para el propio animal como cosificarlo y tratarlo como si fuera un pañuelo de usar y tirar.
Podemos creer –y probablemente equivocarnos de nuevo– que los sentimientos de los animales son racionales y equiparables a los nuestros. Podemos imaginar que los animales sufren como nosotros sufrimos y el problema no será ya tal equivocación, sino hacer de ella un dogma y pretender legislar en consecuencia.
Promover una ley de bienestar animal que parte de que el animal no es un animal, que es tan persona o tan cosa como para intentar que sean las personas las que tienen que superar un examen para tratar con los animales, para criarlos o para quererlos, sería un intento muy atrevido de acabar con el sistema establecido, un nuevo intento de acabar con el equilibrio que tantas generaciones ha costado conseguir. Más valdría que se emplearan los políticos en pensar en exámenes para que las personas puedan acceder a la política. Y es que esa ley, llamada si finalmente se aprueba Ley de Protección y Derechos de los Animales y conocida ya como Ley de Bienestar Animal, apunta a contemplar muchos preceptos imposibles de cumplir. Y a lo imposible, según Ulpiano, nadie está obligado. Ultra posse nemo obligatum.
El efecto de lo anterior sería, en suma, tan grave como olvidar a los animales.
Pero es que también parece que quien nos gobierna no tiene en consideración a las personas en su afán de legislar contra lo establecido. Hace tiempo que algunos grupos ecologistas apoyan legislaciones y acuerdos, normalmente solo traducidos en meras prohibiciones, que olvidan por completo el existir de las personas. Especialmente de las personas que viven en el medio rural. El hombre ha necesitado miles de años para dominar a los animales, para vivir a veces con ellos y a veces de ellos, y parece que ahora, en solo cuatro años, el ecologismo subvencionado pretende cargarse todo lo conseguido.
Gracias a un acuerdo -tan reciente como difícil de entender- del Consejo de Estado, resulta, a la postre, prohibida la caza del lobo en el territorio español. Tal acuerdo se adopta, además, con la oposición de las comunidades autónomas que padecen los efectos perniciosos del lobo descontrolado, pero se sigue adelante con la prohibición devolviendo al lobo a su condición de alimaña en lugar de mantenerlo como valorado trofeo de caza, de la misma forma que se siguió adelante con la prohibición de cazar en los parques nacionales para pasar a controlar sus poblaciones con despiadadas y costosas masacres, en lugar de hacerlo con un ejercicio controlado de la caza como medio de gestión sostenible de los recursos naturales.
Y así, en España, con la legislación extrema que se intenta imponer, vamos camino de que haya en el campo más carnívoros que herbívoros. Y de criar carnívoros no viven los ganaderos. No podemos imaginar las carnicerías vendiendo filetes de lobo viejo en lugar de cecina de buey, pero el desequilibrio que nuestro temporal Gobierno va camino de conseguir en nuestro olvidado mundo rural podría hacerlo posible.
Desconozco las posibilidades que tiene el MITECO de revertir esta situación. Tampoco sé si será capaz de recapacitar, de volver a pensar en lo que están haciendo y empezar a legislar sin olvidar a las personas, sobre todo a las personas que sacrifican su tiempo, sus esfuerzos y su vida en el duro mundo rural para que los urbanos sigan teniendo llenas sus despensas.
Si no es así, acabaremos comiendo lobo.
O nos comerán.