La estepárica ganga

Esta especie, que tiene un aspecto intermedio entre paloma y perdiz, gusta de habitar terrenos predesérticos

Javier Hidalgo

Una velocidad media de vuelo de más de 70 kilómetros por hora y un reclamo casi constante, ga-ga-ga, que se suele oír bien antes de alcanzar a ver el pájaro y que da origen a su onomatopéyico nombre son las características más conspicuas para identificar a la ganga ibérica (Pterocles alchata).

Los miembros de la familia Pteroclidae, que incluye un total de 16 especies para todo el mundo, tienen un aspecto intermedio entre paloma y perdiz y gustan de habitar terrenos predesérticos , donde se alimentan básicamente de semillas y otros materiales vegetales, como hojas y brotes. Esta dieta, junto con el clima de las latitudes donde viven, obliga a las gangas a cercarse a los bebederos dos veces al día, dos o tres horas tras de la salida del sol y una hora y media antes de su puesta. En ellos, aparte de beber, recogen agua en las plumas del buche para transportarla a sus pollos, a veces a considerable distancia. Es aquí, en los escasos puntos donde había agua disponible en las regiones esteparias, donde se les daba caza y donde yo las he cazado cuando estas aves estaban incluidas en la lista de las cazables , de la que fueron eliminadas en razón al continuo descenso de sus poblaciones, atribuible a los cambios en las prácticas agrícolas. Su carne, oscura y de fuerte sabor, puede recordar a la de la paloma torcaz, pero también a la del Grouse, esa tetraónida escocesa que ha sido adoptada para la etiqueta de una famosa marca de whisky y con la que, sin embargo y a pesar de su nombre inglés, Sand Grouse, no guarda relación filogenética.

Las gangas muestran un comportamiento especialmente esquivo para con los humanos , lo que las hace notablemente inaccesibles. Es quizás por ello por lo que se les ha dedicado pocos estudios de investigación biológica hasta la fecha. Desde hace unos meses, he participado en la recogida de datos en el campo y en el seguimiento de una población relicta de estos pájaros, localizada en las zonas altas de nuestra marisma, y lo primero que hemos aprendido es que, a pesar de ese carácter esquivo y acentuadamente salvaje, dependen en gran medida de las actividades del hombre. Así se muestran muy querenciosas de los lugares donde sestea el ganado vacuno , como toriles y abrevaderos, a los que acuden a buscar semillas en las boñigas. También muestran su preferencia para anidar en las zonas que han sido labradas en años anteriores para fomentar el crecimiento de las gramíneas donde pastan vacas y yeguas. Allí no solo acuden para alimentarse, sino también para hacer los nidos en el ralo pasto del verano, entre los renuevos de almajo.

La deseable futura recuperación de la especie en nuestro suelo patrio afronta muchos obstáculos y desafíos. Quizás el mayor de ellos sea la ignorancia y la falta de interés de nuestros responsables del medio ambiente, que permiten una regulación comunitaria, la PAC, cuyas normas están encontradas con las necesidades de c onservación de estas peculiares y escasas aves .

Durante mi niñez y adolescencia fui testigo de concentraciones de gangas en verano, que se podían contar por miles en torno a fuentes y pozos legendarios de la marisma, como Martinazo o Cabeza Alcaide . Hoy la mayoría de ellos están secos y en alguno que tenga agua tal vez se podrá contar unas decenas de ejemplares de esta especie, cuyo censo, como mínimo, ha resultado diezmado en los últimos cincuenta años.

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