Liga Endesa
El Real Madrid firma una obra maestra
Los blancos borran del mapa al Barça y consiguen su título de liga número 36 en su temporada más difícil de los últimos años
Crónica
El Madrid firma una obra maestra, la mejor remontada de su historia. En el deporte se tiende a enfatizar en demasía la épica, la victoria ante las dificultades, pero este equipo se merece hasta el más extravagante de los elogios. Campeones de liga los blancos, la número 36 de su historia. Casi hay que repetirlo, porque la temporada, por momentos, amenazaba con meterse en el museo de los horrores del club. Sin embargo, con una fe inquebrantable y un saber sufrir digno de los mejores héroes, consiguen la gloria cuando nadie contaba con ella. Tumbaron los blancos al Barcelona en el cuarto partido de la final, muy igualado el duelo, con los catalanes intentando salir a rastras de la tumba, pero los madridistas, liderados por un Tavares de museo, zanjaron la discusión en el último cuarto. Músculo, fe y valentía, las tres insignias de un Madrid que será recordado durante mucho tiempo.
La afición madridista ha preparado un funeral, se muestra atronador el feudo blanco, todo el que no es de la tribu es enemigo de carácter ancestral, desde los árbitros hasta Mirotic . El Madrid salió en estampida, con un parcial de 7-0 para dejar clara su superioridad. El Barça seguía cometiendo los mismo errores y los locales ejecutando las mismas virtudes que los han llevado a estar a un paso de ser campeones. No anotaban los catalanes, ni siquiera los tiros libres, presos de la potente defensa madridista y de sus inseguridades, que les han llevado esta temporada de ser aspirantes a todo a suplicar por una muerte rápida en el WiZink. Muy difícil de explicar cómo un equipo con tanto ha acabado en tan poco. Se encomendaban los azulgranas al lituano Jokubaitis, propulsado por la inconsciencia de la juventud, para no precipitarse antes de tiempo y, pese a su nefasta imagen, se mantenían a rebufo del Madrid en el marcador al final del primer cuarto.
Fue Llull quien pisó el acelerador de manera definitiva con dos triples, el segundo con tiro adicional, que fueron directos al museo del baloncesto español. Las dos canastas del menorquín rompieron las leyes de la física, parecían estar dirigidas por un conjuro, y el WiZink enloqueció, entregada como nunca la afición blanca a los suyos, empeñados en despedir la temporada por todo lo alto. Rudy siguió la estela de su compañero y los de Chus Mateo pretendían comenzar con la fiesta del título mucho antes de que sonase el pitido final. Mientras, el Barça intentaba evitar la humillación. Corrían los catalanes y acariciaban la red desde triple mientras que el Madrid, como siempre en la final, buscaba los puntos interiores. Tavares era imparable pero el Barça, que poco a poco se lo creía gracias a su acierto desde la larga distancia, llegó al descanso a solo un punto.
Los visitantes seguían cometiendo errores infames pero mostraban una cara mucho más competitiva, habían encontrado una puerta para salir del laberinto. Contra todo pronóstico, el partido estaba muy vivo y el Madrid se refugió en Tavares, monstruosa su actuación, que le puso un espectacular tapón a Mirotic después de que el montenegrino anotase un triple estratosférico en su cara. El caboverdiano manejaba el duelo a su antojo e incluso los visitantes dudaban antes de ejecutar cada bandeja, la sombra del pívot podía cernirse sobre ellos en cualquier momento. Poirier machacaba el aro del Barcelona y Llull , con un dos más uno, consiguió cavar una consistente zanja para frenar el ímpetu rival. Mientras, Calathes, el mejor de los catalanes, decidía con su fino baloncesto que el Barça no iba a desfallecer, que si el Madrid quería el título ante su público tendría que ganárselo a pulso. El ambiente era asfixiante e incluso Jasikevicius tuvo sus más y sus menos con las primeras filas de WiZink.
El Madrid se adentró en el desenlace del partido mucho más incisivo que su rival. Hanga, Deck y Tavares abrían a machetazos un sendero por el bosque pero el Barça, con canastas de fe, les seguía de cerca, con la lengua fuera eso sí, mucho más espesos que en el tercer cuarto. Apretaba el recinto porque el título estaba cerca, casi se podía tocar con los dedos y los catalanes estaban prácticamente enterrados. Tavares, una vez más, sin miedo y con una superioridad física insultante, conseguía sacar puntos de donde no los había. Su actuación fue la que decantó la balanza final y, tras una temporada de rostros apáticos y preocupados, la afición madridista sonrió. El Madrid siempre vuelve, y siempre vuelve a ser campeón. Legendario su campeonato de liga, el número 36 de su historia, aunque este será especialmente recordado por su épico desenlace, en el que los blancos pudieron con absolutamente todo.