NBA
James Harden, de MVP a alma en pena
El escolta de los Houston Rockets, nombrado mejor jugador de la NBA en 2018, intenta forzar su traspaso y asegura que la situación en el equipo «no se puede arreglar»
Los Houston Rockets han pasado en pocos meses de ser candidatos a ganar la NBA a ser un cementerio de elefantes , una franquicia donde recalan nombres que tienen algo que demostrar o muy poco por lo que luchar. El equipo marcha penúltimo de la conferencia Oeste, con solo tres victorias en nueve partidos, y en la pasada madrugada fue amedrentado por los Lakers de James, Davis y Gasol (117-100) , conjunto que viene de ser campeón y que sigue una estela absolutamente opuesta a la de los tejanos. James Harden , estrella solitaria en Houston y nombrado mejor jugador de la liga en 2018, es la imagen que marca la salud de la franquicia: atrapado por un contrato millonario, blanco de las críticas por su comportamiento y forma física, tensando la cuerda a cada semana que pasa para buscar ser traspasado a un nuevo equipo. Una situación que tiene en vilo a toda la competición.
Harden, tras el partido y en sala de prensa, fue claro y aseguró que «no somos lo suficientemente buenos. Adoro la ciudad y literalmente hago todo lo que puedo, pero esta situación es una locura y no creo que se pueda arreglar ». Contra los Lakers el estadounidense no estuvo acertado, con solo cinco tiros anotados de 16 intentos, algo que sin embargo no refleja su aún brillante juego, más condicionado por su estado de ánimo que por su físico, algo ensanchado, pero menos llamativo en un jugador que nunca ha estado fino de forma. «La Barba» promedia esta temporada casi 25 puntos y más de diez asistencias, pero a su lado ya no está Russell Westbrook, caótico jugador pero con condición de estrella e íntimo amigo de Harden, traspasado en el último mercado de fichajes a los Washington Wizards. Tampoco aparece en el banquillo Mike D’Antoni, entrenador que había dirigido a los Rockets en las últimas cuatro temporadas, ni Daryl Morey, jefe de operaciones del equipo que también abandonó el barco hace unos meses, ambos valedores de Harden y que habían construido un sistema de juego diseñado milimétricamente, personificado incluso, en la figura del escolta . Harden, por estos motivos, parece el fantasma de un proyecto que ya ha muerto.
Con 31 años, Harden aún tiene contrato hasta el 2023 con los Rockets que le reportará alrededor de 132 millones de dólares (108 millones de euros). Pese a esto, en el verano de 2022 podría salir al mercado, ya que el jugador tiene la potestad de suprimir su último año de vinculación , una práctica habitual en una liga donde los jugadores poseen este tipo de salvoconducto. Ya el pasado noviembre rechazó una extensión de contrato, punto de inflexión en su relación con el equipo, puesto que el jugador comenzó a publicitar su descontento en clubes nocturnos y durante los entrenamientos de pretemporada, donde tuvo algún desencuentro con jugadores de primer año y con su nuevo técnico, Stephen Silas. Tampoco han ayudado las incorporaciones para la actual campaña. John Wall , todo un número uno del draft, llegó a Houston este verano tras no haber disputado ni un partido desde 2018. El base, curiosamente, ha sido de los pocos compañeros de Harden que se han posicionado sobre las declaraciones de su líder deportivo. «Cuando tienes a ciertas personas que no van con todo es difícil hacer algo bueno o algo especial con un equipo de baloncesto», sentenciaba Wall.
Nuevos protocolos anticovid
Aún se desconoce dónde acabará Harden, tentado por los Philadelphia 76’ers y por los Miami Heat, finalistas estos últimos la pasada campaña. Lo único que es seguro es que vaya a donde vaya, tendrá que someterse a las nuevas restricciones que la NBA ha introducido ante el ascenso de casos por coronavirus en varios equipos. Una situación que llegó a la evidencia cuando Seth Curry, hermano de Stephen, se enteró en medio de un partido de que había dado positivo tras los resultados de las pruebas realizadas antes del encuentro. El base no jugó pero sí se quedó en el banquillo junto a sus compañeros. Las nuevas medidas incitan, por ejemplo, a evitar el contacto físico con los rivales tras el fin de los partidos, un caldo de cultivo perfecto de abrazos y charlas entre amigos, y con los compañeros durante los mismos. Además y durante las próximas dos semanas, los integrantes de los equipos que jueguen como local no podrán salir de su domicilio salvo para entrenar y realizar actividades de primera necesidad . Los visitantes solo podrán permanecer en el hotel, porque ya se han cancelado cuatro partidos en las últimas cuatro jornadas y las bajas por el virus se acumulan en una liga que venció a la pandemia en verano, pero que ahora debe hacer frente a la nueva realidad.
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