Baloncesto
Laso, incapaz de taponar la sangría
El Madrid atraviesa su peor racha desde la llegada del técnico en 2011 y encara la fase decisiva de la temporada con muchas dudas
El Real Madrid de Pablo Laso está más cerca que nunca de despeñarse, una crisis que no consigue cerrar y que va más allá de los tiros fallados o de los puntos concedidos. Los blancos son un equipo inerte, necesitado de una poderosa carga de desfibrilador que no acaba de llegar. Compite muy bien a rachas, pero los duelos en el último tramo de la temporada acaban cada vez con más frecuencia en una nueva derrota, demasiado inconsistente su pulso durante los partidos. El miércoles, en Bilbao, el equipo sumó la novena en el campeonato doméstico, la peor cifra desde que el técnico vitoriano llegó al banquillo en 2011, y eso que aún quedan seis jornadas. En el horizonte, dos difíciles empresas: mantener la segunda plaza de la liga (Joventut, Manresa y Valencia están a un solo partido) y encarar la primera eliminatoria de los playoffs de la Euroliga contra el Maccabi de Tel Aviv , que comenzará el próximo miércoles y a la que los blancos llegan tras un final de fase regular doloroso, con ocho tropiezos en los últimos diez duelos. Tomar un atajo y esquivar el cementerio o tropezar y caerse de lleno en la tumba.
Laso, con contrato hasta verano de 2023, se lleva la mano a la frente más de lo habitual en los partidos. Reconoce preocupación en las ruedas de prensa y enfoca el problema como algo más anímico que deportivo. La decisión de fulminar a Heurtel y a Thompkins se intuye como una lavado de estómago en el vestuario, arrancar las malas hierbas en busca de que crezca un tallo centrado y competitivo. «Ya bastante tengo con preocuparme de que los otros trece jugadores estén al mejor nivel posible», dijo el vasco tras anunciar la exclusión de ambos.
Muy doloroso el caso del primero, pues el base francés llegó el pasado verano como fichaje estrella y, salvo sorpresa, no volverá a vestir de blanco. Tampoco ha cuajado el ex-NBA Williams-Goss en el puesto de director, que empezó con la confianza absoluta de Laso y ha acabado por ser excluido de la rotación en las grandes fechas. Con la lesión de Alocén, ha terminado por jugar de base Alberto Abalde, mal síntoma en un equipo de la grandeza del Real Madrid. Las otras incorporaciones (Poirier, Yabusele, Hanga) han ido de más a menos y solo Gabriel Deck, que llegó a mitad de temporada, ha conseguido darle algo de ánimo al equipo, más por su prodigioso gen competitivo que por su nivel baloncestístico.
El ogro azulgrana
Lesiones de larga duración, aplazamientos por la pandemia, fichajes que no se han adaptado... muchas cosas han salido mal, pero el equipo, de manera sorprendente, también convivía para bien con estos problemas en la primera fase de la temporada, cuando sumó 16 victorias en los primeros 17 partidos. La confirmación de que la temporada 2020-21, donde el equipo solo engordó sus vitrinas con la Supercopa de España, había sido un pequeño borrón del proyecto más ganador de la historia del Madrid (21 títulos) y que este año los blancos volverían a su mejor versión. Sin embargo, fue esa única derrota en los primeros meses de competición un augurio de los males que estaban por llegar.
El Barcelona, que desde la llegada de Sarunas Jasikevicius en verano de 2020 se ha convertido en un depredador insaciable, claro favorito este años a llevarse la liga y la Euroliga, demostró al mundo que el Madrid podía perder. Le impuso su primera derrota el 10 de noviembre y le volvió a ganar el 23 de enero. Nadie había tumbado al equipo de Laso y el máximo rival mostró el camino al resto. Desde entonces, sin freno y cuesta abajo, solo 11 victorias en 27 duelos para los blancos, además de un saldo absoluto en lo negativo en los clásicos esta campaña, cinco a cero para los catalanes, con una final de la Copa del Rey incluida. Malos tiempos para el lasismo, que llega a la fase clave de la temporada en sus horas más oscuras. Solo un volantazo puede revertir la