30 años de su muerte

Fernando Martín: la construcción del mito

Un jugador sin igual, el primer español en competir en la NBA, capaz de llevar al baloncesto a otra dimensión

El aterrizaje de Martín en la NBA: «Fue algo histórico»

Martín conquistó con el Real Madrid cuatro ligas ACB y tres Copas del Rey
Carlos Tristán González

Carlos Tristán González

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Serendipia : hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual. Son las Navidades de 1977 , España empieza a creerse una democracia, «Sin libertad sin ira» es número uno en la radio y en el colegio madrileño San José del Parque se juega la tradicional competición entre los equipos de balonmano y baloncesto . En el primer partido, al balonmano, gana, como cabría esperar, el equipo de balonmano; en el segundo, al baloncesto, vuelve a hacerlo. El culpable de ambas victorias es un joven de 15 años , un habilidoso portento físico que arrasa en las dos modalidades, pese a practicar solo balonmano. Mariano Bartivas , sorprendido ante tal hallazgo, comienza entonces una operación de cortejo para que se cambie al baloncesto, donde él ejerce de entrenador. El joven en cuestión se llama Fernando Martín.

Es difícil ubicar el nacimiento de un mito, y el caso de Martín no es diferente. El libro «Fernando Martín: Instinto ganador» (Ediciones JC), de Javier Balmaseda , explora de manera minuciosa todas las etapas de la vida de uno de los deportistas más importantes de la historia de España. Una acertada aproximación para entender qué significó su figura: «Fue un adelantado en todo. Es una historia de superación, la de Fernando, muy bonita. No creo que haya un deporte como el baloncesto en el que hubiera tanta diferencia entre una liga y otra: la NBA era la Luna y Europa era la Tierra », explica el autor. Y es que en 1986, Martín se convirtió en el primer europeo no formado en una universidad americana que competía en la mejor liga de baloncesto del mundo.

Un prodigio del deporte

Martín, además de un gran pívot fuerte y con clase, era miope: «Tiro al bulto; donde veo la sombra, ahí tiro», llegó a decir una vez

Hijo de un empresario y de una ama de casa, Martín mamó el deporte desde niño. «Cuando eran pequeños, a Carmen -su madre- le dijeron que Fernando y Antonio -su hermano- tenían un pequeño problema cardíaco y le aconsejaron que hicieran ejercicio, y mira la genética que sacaron», cuenta Balmaseda. Con 2,05 metros de altura y un físico privilegiado , Martín tenía todas las papeletas para triunfar, algo que, en efecto, no tardó en hacer. Salió hasta en cinco ocasiones campeón de natación de Castilla, destacó en el balonmano en su adolescencia y fue el mejor baloncestista español durante su carrera. «Si hubiera seguido en el balonmano habría marcado una época», asegura Balmaseda basándose en testimonios de quienes le conocieron. Sin embargo, Martín decidió a los 15 años probar en el baloncesto. Y no falló:en apenas unos meses ya había llamado la atención del Estudiantes .

«Se empezó a hablar de él en cuanto comienza a jugar. Fue el primer jugador de esas dimensiones con esas características. Era una explosión de carácter y personalidad», cuenta Alfonso del Corral , amigo y compañero de Martín en el Estudiantes y en el Real Madrid. Por todo ello, Martín quemó etapas muy rápido, participando en la pretemporada del Estudiantes con apenas 16 años . Ya en su primer entrenamiento se las tuvo tiesas con Peio Cambronero , un veterano. En el primer choque fue al suelo; pero poco después, en la disputa de un rebote, fue Peio quien sucumbió. Pinceladas de lo que llegaría a ser . No tardó en salir campeón de España con los juveniles y, poco después, fue pieza clave en el subcampeonato de la temporada 1980-81. Su progresión no tenía precedentes.

«Llega al Real Madrid, un club súper jerarquizado y con muchos veteranos, rompiendo moldes. Era un adelantado a su tiempo en todos los aspectos»

Javier Balmaseda

En 1981, con 19 años, el Real Madrid llamó a su puerta, pagando por él cerca de 13 millones de pesetas , algo inédito entonces. De blanco aumentó su palmarés y se confirmó como un referente del baloncesto nacional, al que ayudaría a conseguir importantes éxitos con la selección, como la plata en el Europeo de 1983 o la de los Juegos de 1984. Era el líder de una gran generación. «El baloncesto estaba creciendo y, en un momento dado, eclosionó, Martín fue fundamental para que eso ocurriera, explica Del Corral.

Su periplo en la NBA fue el salto definitivo a los libros de historia. En Estados Unidos no tuvo suerte, pero eso no quita que Martín consiguiera un imposible. Su vuelta a España un año después fue agridulce: volvía a su casa, la que tanto había echado de menos, pero con la espinita de no haber triunfado en la NBA. Aun así, no tardó en volver a competir y encontrar nuevos alicientes, como medirse a un Barcelona que empezaba a dominar, siendo famosos sus duelos personales con Audi Norris.

«Hay una anécota muy famosa de la 1988-89, cuando estaba Petrovic en el Real Madrid, en un segundo partido que jugaban en Barcelona tras haber perdido el primero. Fernando estaba en su casa y no iba a jugar por una lesión de espalda. Y apareció en el hotel y les dijo a sus compañeros: “No me he levantado de la cama para perder” . Lo que no se sabe es que Fernando no podía levantarse y tuvo que ayudarle un amigo a vestirse. Jugó un poquito, 14 o 15 minutos, y el Real Madrid ganó. Su mera presencia ayudó al equipo. Arrastraba a todos», cuenta Balmaseda.

El peor final posible

Hace treinta años, sin embargo, esta bonita historia vivió su episodio más triste: un accidente de coche en las inmediaciones de la M-30 terminó con la vida de Martín. Como tantos otros genios, se fue a los 27. «Es increíble todo lo que consiguió. No sé qué hubiera sido de él si no hubiera muerto. A Martín le gustaban muchas otras cosas aparte del deporte y, de hecho, apenas hablaba de baloncesto con sus amigos», cuenta Balmaseda. Aquel 3 de diciembre llovía y el Real Madrid se preparaba para jugar contra el Zaragoza cuando la noticia llegó al vestuario: «Ha muerto un jugador del equipo». Nadie sabía de quién se trataba, por lo que la llegada de cada uno de los integrantes de la plantilla se recibía con angustia. «Fue como una ruleta rusa», confesaría Fernando Romay años más tarde. Cuando solo faltaba uno, la tragedia se confirmó; era el Lancia Thema 8.32 de Martín. Se había ido «Fer», el joven que el baloncesto descubrió por casualidad y que terminó llevando al deporte a otra dimensión. Aquel que cruzó el océano, como Colón, para entrar en la historia.

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