Baloncesto
Carta abierta de Alfonso a su hermano Felipe Reyes
Para tus tres hermanos siempre serás ese pequeño rubiales de peinado a lo Schuster (imposiciones de la época), de puntuales rabietas que no podía estar sin sus padres
Querido Felipón:
La travesía comienza en octubre de 1998. Un largo y fructífero camino con un palmarés tan extenso que ocuparía todo el espacio del que dispongo. Seguro que aparecerá muchas veces estos días de homenajes y referencias.
Ha pasado tanto tiempo desde tu debut que muchos jugadores de la actual ACB no habían nacido y ya estabas anotando y reboteando como un poseso. 23 temporadas después, pones fin a tu espectacular carrera.
Son momentos de sentimientos encontrados. Tristeza por la retirada de un jugador irrepetible y por el fin de 31 años de presencia continuada de los apellidos Reyes Cabanás en una cancha ACB. Orgullo de hermano y compañero, al que he acompañado durante este dilatado y exitoso periplo deportivo. Alegría porque a partir de ahora dispondrás de más tiempo para nuestra familia y así podremos disfrutar mucho más de tu compañía.
Para tus tres hermanos siempre serás ese pequeño rubiales de peinado a lo Schuster (imposiciones de la época), de puntuales rabietas que no podía estar sin sus padres y que ya apuntaba maneras cuando no era más que un renacuajo.
Encarnas los mejores valores que el deporte potencia. Para que las virtudes arraiguen y se desarrollen, tiene que haber un buen sustrato. Contigo hizo falta poco riego para que floreciesen.
A pesar de todas las dificultades, de los obstáculos que has ido encontrando a lo largo de tu carrera en forma de lesiones, (no muchas, afortunadamente), de aquellos que no han confiado en ti (hay que ser atrevido para semejante menosprecio), has superado las adversidades y no has perdido nunca de vista tu objetivo, tus prioridades. Estar en todo momento al servicio del equipo (Estudiantes, Real Madrid y Selección Española). Ayudar a tus compañeros, especialmente a los más jóvenes transmitiéndoles tu experiencia y magisterio. En definitiva, has dado lo mejor de ti siempre que te han necesitado. Has seguido fielmente el ejemplo imperecedero del espíritu de servicio del coronel Reyes y de la fuerza de voluntad de la señora Lola.
Siempre lo digo y pueden corroborarlo los que te conocen bien, tu verdadera medida se demuestra en un escenario distinto al del balón, siendo mucho mejor fuera de la cancha que dentro de ella. Ahí es donde eres verdaderamente grande. Generoso, cariñoso, empático, familiar, empecinado, desordenado, despistado, una buena persona. La bondad, la mejor virtud que rezuma por tus poros y que es lo que te hace ser un auténtico gigante. No en altura, en corazón.
Esta carta va más allá de lo estrictamente deportivo, es una declaración de amor fraternal y pretende rendirte un pequeño homenaje. A ti que nos has hecho disfrutar del baloncesto, que has contribuido esencialmente a hacer más grande nuestro deporte. Pero sobre todo a aquel que con sus defectos y sus numerosas virtudes hace más agradable la vida de los que tiene alrededor.
Como todas las leyendas, nos daremos cuenta de la profundidad de tu huella cuando ya no podamos verte en activo. Los que te queremos, tendremos la suerte de seguir compartiendo nuestra vida contigo.
Gracias por tanto, Felipe. Nos vemos cualquiera de estos días.